POÉTICAS PERSONALES: RAFAEL VILLEGAS


A Rafael Villegas (Nayarit, 1981) lo he leído poco, apenas algunos cuentos publicados en las antologías Los viajeros: 25 años de ciencia ficción mexicana, editada por BEF; El abismo: asomos al terror hecho en México, editada por Rodolfo J. M., ambas de la Editorial SM; y Juan Peregrino no salva al mundo, del que recuerdo las historias del protagonista en Ciudad Equivocada y las ilustraciones expresionistas. 

En twitter me intrigan sus fotos relacionadas con el montañismo, que es una actividad que parece realizar con cierto fervor, lo mismo que la fotografía. Quizá, me gustaría pensar que en eso hay algo rulfiano, una sensación mágica de mirar desde la cima del águila los dos grandes lagos del sol y de la luna en lo alto del Xinantécatl. 

Recientemente seguí sus diatribas por lo acontecido con una editorial. Me gustó su claridad y su valentía para exponer su visión y aquello que le parece justo. Esto porque desde mi propia trinchera las disquisiciones de lo público están muy ausentes, casi todo siempre ligado al placer estético del texto y de aquello que un artefacto hecho de palabras puede provocar en la psique y el corazón del humano, pero Rafael me recordó que siempre es necesario alzar la voz contra los abusos y los ataques contra la dignidad. Lo aplaudo desde acá con respeto. 

Por otro lado me gustaría resaltar que su generosidad ha puesto a nuestra disposición una parte de su obra en el gran repertorio que es el ciberespacio. Lo pueden encontrar aquí

Y también quisiera señalar que si bien lo conocí en la escritura de género, la ciencia ficción y el horror, su busqueda literaria pasa por un trabajo sobre el lenguaje que me es afín. 

Así que yo mismo me dedicaré a explorar más su obra y los invito también a hacerlo. 

Que sus lecturas sean felices.


 

¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

Teníamos libros en casa cuando era niño. Eran principalmente enciclopedias de la naturaleza y de mitología. También había un atlas, algunas biblias, muchas revistas National Geographic (también otras de ovnis y misterios del mundo) y una colección de cuentos de hadas de los Grimm, Perrault y Andersen. Mi hermano y yo comprábamos cómics de los X-Men y Batman, así como revistas de videojuegos. También leía las revistas que compraba mi hermana. Uno empieza a leer con lo que tiene a la mano. Y así fue. En las escuelas donde estudié no había bibliotecas, así que realmente no tuve posibilidad de ampliar mis lecturas hasta que entré a estudiar a la Universidad de Guadalajara. Mi cultura lectora fue muy limitada por mucho tiempo, regresaba una y otra vez a las lecturas que tenía a la mano en casa.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

Las ganas de estar en cualquier otra parte que no fuera mi vida y de ser cualquier otra persona que no fuera yo. La misma razón que me llevó a pasar montones de horas frente al televisor. Era una pulsión escapista la de aquellos años, supongo. Un escapismo que, en el fondo, se conectaba con un deseo de transformación de mi realidad. Esto lo entendí años después, cuando leí Sobre los cuentos de hadas, de Tolkien. Pero sí, leía para estar en lugares lejanos o inexistentes, básicamente. Quería vivir las vidas de otrxs. Ese mismo interés me llevó luego a escribir libros como Juan Peregrino no salva el mundo, Animal verdadero y Apócrifa, que suceden en lugares lejanos o inexistentes. Últimamente, mi trabajo dio un giro radical: ahora estoy más bien interesado en las escrituras del Yo, en el ensayismo personal. Tal vez he hecho las paces conmigo mismo, no sé. 

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

No recuerdo cuál fue el primer libro que leí por elección propia. Cualquiera de los libros que había en la casa eran opcionales, nadie me obligó a leer nunca en mi familia. Recuerdo, eso sí, el primer libro con el que me obsesioné. No fue tanto un libro completo, sino un cuento: Barba Azul (que venía en uno de los tomos de la colección Joyas Infantiles). El cuento me horrorizó, en especial porque venía con un dibujo a doble página que ilustraba el momento en el que se revelaba que Barba Azul había matado a sus esposas anteriores, que era un feminicida serial. No pude continuar con la lectura durante un buen tiempo. Desde entonces, por cierto, me interesan mucho los sentidos que se pueden generar al mezclar las palabras con las imágenes, algo que suelo practicar en mis libros.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

No un ritual como tal, pero sí preferencias: acostumbro a leer varios libros a la vez, por eso me resulta más práctico hacerlo en digital. Por lo general, leo cuando me despierto, en la cama, muy temprano, cuando no ha salido el sol.

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

Estoy leyendo a Annie Ernaux. Pocas cosas me importan menos que el Premio Nobel, nunca me ha interesado leer a alguien porque ganó tal o cual reconocimiento. La vida lectora es muy corta como para guiarse por lo que se celebra o canoniza en un momento dado. Sin embargo, Ernaux me llamó mucho la atención, precisamente, porque desde hace algunos años, desde que empecé a escribir La memoria articulada, estoy muy atento a las escrituras del Yo. Ernaux es una autora fabulosa. 

 

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

No podría decirlo, porque me parece que la formación es continua, que uno nunca está verdaderamente hecho como escritor, además de que mis intereses estéticos siempre se renuevan. Así que me he sentido influido por muchos libros y autorxs en diferentes momentos de mi vida. Y la verdad es que mi trabajo, que es muy multidisciplinario, está influido tanto por otrxs escritorxs como por artistas de otros campos. Me vienen a la mente, así de botepronto: Alan Moore, Luis Buñuel, Amparo Dávila, Leonora Carrington, Stanley Kubrick, David Bowie, Anne Carson, Ansel Adams, William Mortensen, J.R.R. Tolkien, Anne Sexton, Leonard Cohen, Orson Welles, Winsor McCay, Ricky Gervais, Annie Dillard, Werner Herzog, David Lynch, Hannah Arendt, Idea Vilariño, Junji Ito, Kati Horna, China Miéville, Chris Marker, Agnès Varda, Diane Arbus, Joel-Peter Witkin, Carlo Ginsburg, Brigitte Vasallo, David Mitchell, Paul B. Preciado… Por decir algo, mi panteón personal es amplio y expansivo; cabe muchísima gente y no me atrevo elegir entre ellxs.

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

No sé si me he decantado por algún género. Por ejemplo, tenía 16 años sin escribir un poema, pero hace un par de meses terminé un nuevo libro de poemas. Y no sé si vuelva a escribir un poema después. Me gusta explorar, eso sí, lo que es posible decir en los márgenes genéricos, en los intersticios, las grietas y las fronteras de los lenguajes y las cosas. Me gusta ir al corazón de las ideas para entender no sólo cuál es el género adecuado para desarrollarlas, sino el lenguaje creativo mismo para hacerlo. Hay ideas que funcionan mejor como fotografía, o como collage, o como texto… Nunca lo sé de antemano, necesito explorar bien la naturaleza misma de la idea para entender su forma posterior.   

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

No sé si como tal algún personaje ha marcado la construcción de mis propios personajes, pero amo al Juez de Meridiano de Sangre (Cormac McCarthy), a Kurtz de El corazón de las tinieblas (de Joseph Conrad), a Gull de From Hell (Alan Moore), a Ahab de Moby Dick (de Herman Melville) y a Tony Soprano, de la serie The Sopranos (de David Chase). Supongo que me interesan y me horrorizan por igual esas figuras hipermasculinas, obsesivas, grandilocuentes y violentas, de la misma estirpe heteropatriarcal de Barba Azul, en cierta forma. Es curioso, porque aunque claramente me llama la atención este tipo de personajes, que a la vez me parecen detestables, nunca he escrito uno en ese modelo. Debo agregar también que tengo una fascinación particular (y una cierta identificación emocional) con el Sandman, de Neil Gaiman; me gusta la forma como el personaje se va vulnerando paulatinamente, en su patriarcalidad sobrehumana, a partir de que es capturado y despojado de sus herramientas de poder en “Preludios y nocturnos”, el primer arco narrativo.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

Desde chico comencé a escribir sueños. Así fue. El primer sueño del que tengo registro lo anoté en una nota de venta de la zapatería de mi familia. Después de muchos años, reuní más de trescientos sueños que convertí en mi libro Lengua noche.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

Lo hice, de alguna manera. Mi primer texto fue el registro de un sueño. Lo anoté cuando era un niño y lo reescribí en 2019, respetando su contenido, pero cambiando el estilo, para que formara parte de Lengua noche.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

No me cuadra la separación cuerpo – mente. Tengo mucha conciencia de mi cuerpo cuando escribo (aunque, para ser franco, la tengo en cualquier momento; es un resabio de habitar un cuerpo gordo durante casi toda mi vida, con todas las discriminaciones y violencias que esto conlleva). Es decir, escribo con el cuerpo. Tengo más conciencia de esto ahora que he tenido problemas de espalda: después de un rato, debo hallar posiciones poco convencionales para seguir escribiendo, como hincarme frente a la computadora con una almohada bajo las rodillas. Para mí, la escritura no se trata sólo de un trabajo mental, sino físico. De tal manera que me siento más en condición de escribir cuando hago justo antes alguna actividad física, como salir a correr. Si no me da tiempo, me pongo a hacer lo que pueda con mi cuerpo ahí donde vaya a escribir: bailar, saltar, estirarme, moverme, retorcerme como poseído, algo. Caliento el cuerpo como si fuera a acometer una actividad deportiva. Por otro lado, ya mientras escribo, sobre todo en tiempo de calor (que en Guadalajara es casi todo el año), suelo servirme hielos que voy masticando mientras trabajo. Algunos fuman, yo mastico hielos. En cuanto a métodos de escritura, me voy a los extremos: lo planeo todo o no planeo nada. Cuando se trata de textos breves, que sé que serán de corto aliento, practico mucho el automatismo, a la manera de los surrealistas de principios del XX. Me gusta que esos primeros borradores sean lo más salvajes que se pueda. Es en la reescritura, que es escritura por derecho propio, que establezco cierto orden en el desastre que genero primero. Por otro lado, en textos que presiento que serán de largo aliento, acostumbro construir lo que llamo “archivo” del texto, es decir, el conjunto de apuntes, ideas, imágenes, audios, referencias, objetos que me permitirán, eventualmente, generar un libro. Y en eso se me puede ir la vida. A veces pierdo el interés en escribir un libro, aunque su archivo esté muy desarrollado. Tengo más archivos que libros, eso es seguro.  

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Escribí un libro de poesía, lo metí a un premio y salió ganador. Era una edición muy amateur y local, pero así fue. Después, ya tuve la oportunidad de publicar en editoriales trasnacionales, independientes, universitarias, gubernamentales y hasta por la vía del fondeo. He repasado todo el espectro, pero nunca fue de manera deliberada. He publicado donde me han dado la oportunidad de hacerlo.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Con los grandes monstruos editoriales comiéndose todo a su paso, puede que se corra el riesgo de la homogeneización estética y temática de la literatura. Pero eso no me inquieta demasiado, porque pienso que siempre habrá lugar para el riesgo editorial y, sobre todo, para los públicos, aunque sean minoritarios, que no se conforman con las tendencias dominantes. Ahora bien, me preocupa más lo que hagan lxs escritorxs ante esa posible homogeneización del campo editorial y la domesticación de cualquier intención anticanónica. La precarización de la escritura lleva a muchxs a doblar las manos, a domesticar no sólo su escritura, sino sus afinidades grupales, que no son tanto estéticas, sino de influyentismo, puro priísmo literario. Hay demasiadas ganas de formar nuevos cánones, de dinamitar santorales viejos, pero sólo para sustituirlos por otros más frescos y atractivos al capital. Veo esto como un ejercicio que tiene que ver más con prácticas de poder y el imperio del like que con la creación misma. Hay escritorxs que se acoplan y escriben, de preferencia, los temas que celebran el mercado o las camarillas, o se acercan a los géneros dominantes sólo para agradar a agentes, editoriales o grupúsculos con el peso para construirles una carrera prestigiosa. Los monstruos editoriales siempre estarán ahí, la pregunta es qué tanto les haremos juego por unas migajas que caducarán más pronto que tarde.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

No tengo idea. No lo sé porque ni siquiera tengo claro lo que me va a interesar mañana. Pienso en lo que me interesaba no hace diciocho años (cuando publiqué mi primer libro), sino hace tres, a inicios de la pandemia, y no se parece mucho a lo que me mueve ahora. Lo que más me gusta es explorar. Internarme en algún campo que no conozco y después irme a otro. Hit and run, como dicen los gringos. Me mueve la curiosidad, pero también me aburro pronto, sobre todo de mí mismo. En un mundo editorial que privilegia la sobreespecialización (practicar sólo una disciplina artística, cultivar un género, explorar un tema, explotar un estilo hasta el cansancio, construir una imagen-marca bien definida), esto es una fórmula para el fracaso.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

No me preocupa eso. Antes me apuraba, ya no. Si mi trabajo anima a otrxs a crear, a tener curiosidad, a arriesgar y a imaginar, con eso me daría por satisfecho.  

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Que busque su propia voz, pero que sepa que esa voz nunca es sólo suya. 


 

Comentarios

Entradas populares