POÉTICAS PERSONALES: GABRIEL RODRÍGUEZ LICEAGA


 

A Gabriel Rodríguez Liceaga, Chilangolandia (barrio de Tepito), 1980, lo conocí con un libro publicado por la editorial gubernamental del estado que aprisiona como una garra atroz a la gran ciudad capital de este triste país. El libro en cuestión, Aquí había una frontera, descargable aquí, fue premiado en el Certamen Internacional de de Literatura Sor Juana Inés (porque a wiwi debe ser reivindicada como mexiquense) en 2017, y trata sobre paternidades (muy rulfiano asunto), la vida y la frontera con la muerte (el coma como esa liminalidad, ese limbo, y no la danza) y quizá, la amistad y el amor (eternos temas de juventud). La prosa de dicho libro es melódica, juguetona, baila entre el barrio y la alcurnia letrada de alguien que con toda seguridad ha leído hartas y chonchas novelas europeas, Mann, Stendhal, Victor Hugo, pero también a Armando Ramírez, su conacional del barrio bravo, y el libro vaquero y hasta la Familia Burrón. O quizá exagero. 

Después vi su nombre en las listas de algunos premios que me gustaría haber ganado (eso si concursara), o que quizá un día ganaré, sobre todo el San Luis Potosí de Literatura Infantil, aunque de seguro ya jamás podré ganarlo pues ahora mutó y es el Amparo Dávila, que seguro también Gabriel ya leyó. 

Tiene entonces esos premios y muchos libros de cuento de los que estoy en la búsqueda con mi díler de confianza, pero como se le cruzan los cables y las vacaciones y la flojera de ir a Donceles pues todavía no me enchufa y todavía no me doy el jit de su lectura. 

También tiene novelas, publicadas por sellos escuetos y sellos grandotes (envidia de la buena, maestro gurú, enséñanos el camino) y ahora tiene otro libro de cuentos en el horno casi a punto de quemarse ya en la puerta, pero que con destreza evitará el quemón y será otra bomba, una novela que está circulando desde el año pasado, según sé, con buena crítica, y otra más que ya en su manuscrito pulido encontrará pronto la mesa de la novedad. 

Sobre ésta última le pregunté, de una foto subida a X, cuál era el título, pues había dos, y terminó siendo uno el de la novela y el otro el del primer capítulo (título de mi preferencia). Y esto lo enlazo porque en la que le leí premiada del Sor Juana, también los capítulos se titulaban chido: Vomitar el tamal completo, Legión de étceteras, Ítaca, ítacate, ¡Despertad, leones de piedra! y otros que por el rubor evito aquí en este canal de programación familiar. 

Pero en cambio, amigos y colegas y lectores de ocasión, los invito a que los descubran por su cuenta y se adentren en este mundo convulso, lúdico y jocoso de Rodríguez Liceaga. Que tengan felices lecturas hoy y siempre.  

 

¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

Romantizando un poco mi respuesta: mis tíos abuelos tenían una vinatería en el barrio de Tepito y cuando alguien compraba una anforita se la envolvían en papel periódico. Podría decirse que confeccionar tales envoltorios con forma de botella fue mi primera chamba, mi primera responsabilidad. Tendría yo escasos 10 años. Descubrí la lectura leyendo las noticias. Era nota roja. Lo que quiere decir que leí sobre asesinatos balaceras, goles, albures y todo tipo de temas sexosos. Siento que este hallazgo prematuro marcó el rumbo y destino de mis obsesiones literarias posteriores.

Acompañantes, grilletes y umbrales, los libros. No me interesaron de niño. Empecé a leer seriamente a los 21, cuando descubrí a Cortázar y a del Paso. Tenía yo 24 años cuando me despidieron injustamente de una chamba como publicista, fue lo mejor que me pudo pasar porque en ese momento decidí dedicarme de lleno a redactar la que sería mi primera novela.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

Antes de aprender a leer y escribir, las letras se nos presentan como laberintos, enigmas, patas de araña. ¿Te acuerdas cómo se sentía cuando veías un letrero en la calle o en la portada de un libro sin poder descifrarlo? Esa es la forma perfecta del idioma, su estado previo a la existencia. Ser lector asiduo toda mi vida será un camino de vuelta a esa ignorancia primorosa. No sé si me explico. Nace algo indestructible conforme aprendes a leer. Hay libros que ensanchan unos milímetros nuestra limitada alma.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

Que había película. Fue El Padrino. Y tuve suerte porque tanto el texto original como la traducción audiovisual son geniales. Toda la obra de Cortázar me fue irresistible después de leer Rayuela. Si un libro no funciona como ancla a otro libro, falló. Y en mis iniciales días de lector vi el árbol genealógico crecer frente a mí. Borges te lleva a Schwob. Bolaño te lleva a Lowry. Víctor Hugo te lleva a Homero. Todos los caminos llevan a Rulfo. Lo que más me emociona de elegir un libro es la posibilidad de ser feliz leyéndolo.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

Leo, religiosa y aproximadamente, una hora y media al día. Ya sea en la mañana o en la tardenoche. Es poco, pero es lo que mi trabajo, mi cotidianidad y las redes sociales me permiten en este momento de mi vida. Todos los días anhelo poder leer más tiempo, buscar las grietas del día en las que la calma impera. Tampoco me tiro al drama porque cuando no estoy leyendo también hago cosas placenteras como jugar Zelda o ver fut o ver qué peli hay de madrugada en tvunam o incluso escribir. Soy un hombre muy feliz. Amo a mi novia, venero a mi madre.

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

Estoy leyendo a Llosa porque, al momento en que esta entrevista ocurre, el peruano tiene días de haber muerto. Qué gran ejemplo del debate infinito de si hay que separar al escritor de su obra.

Todas las búsquedas literarias son correctas. Cualquier libro que te llame la atención, es el que tienes que leer urgentemente. Me acerco peligrosamente a una edad de mi vida en la que lo que más me atrae es releer los libros que me marcaron para siempre. Releer rumbo al olvido. Es peligroso hacerlo porque implica envejecer, no conocer la chamba de las nuevas generaciones y acabar hablando de Bulgákov con mis sobrinos adolescentes. A quienes mando un saludo.

Leo lo que estimo que me ayudará a ser mejor escritor. Un escritor mas claro, quise decir.

 

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

Depende del libro.

Balas en los ojos es mi humilde respuesta a Ulises Criollo.

El siglo de las Mujeres existe gracias a los consejos de Eusebio Ruvalcaba y al cine de Theo Angelopoulos y al de Haneke. También gracias a la Historia del Arte de sir Ernst Gombrich.

Hipsterboy tal cual es una tropicalización de Niebla de Unamuno.

Aquí había una frontera está muy influenciada por Fellini y por Víctor Hugo.

La felicidad de los perros del terremoto tiene que ver, la primera parte, con Stendhal. El resto es gracias quizá a Styron.

La sombra de los planetas. Me atrevo a decir que es mi mejor novela. Hay partes que son el Mann al que aspiro, vaya.

Sismo entre simulacros: influenciada también por Víctor Hugo y por Toni Morrison. Pero por One Piece mayormente. Es mi Ojerosa y Pintada.

Otras influencias: Clarice Lispector, Flannery O´Connor, Un árbol, una roca, una nube de McCullers, todo Lucía Berlín. Dorothy Parker. Quiero citar también a Benzulul y a Hiram Ruvalcaba.

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Soy muy limitado en mis comprensiones y mi cerebro sólo piensa en forma de narrativa.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

Mi mayor inspiración son las personas que me rodean. Quienes me permiten atestiguar sus vidas. La forma cómo la fe de mi madre ha cambiado diametralmente, las redes sociales de los amigos con quienes ya no quiero tener nada que ver, los periplos semestrales de los defensas del cruz azul, las injusticias laborales diarias, el miedo a la IA de mis colegas artistas, asomarme por la ventana, poner atención a lo que ocurre con gente que sigo desde hace veinte años pero no conozco en persona.

Me identifico mucho con Martin Eden.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

Era yo el típico chavito que a los 18 años ya tenía escritas no sé cuántas novelas y varios tomos de cuentos y una novela gráfica. Cuando me robaron mi computadora perdí todos esos textos de juventud. Fueron mis vecinos porque luego los vi usándola como si nada. 

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

Debí contar otras historias, es la única certeza que me ha enseñado con claridad el oficio literario.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

Depende del libro:

Niños tristes lo escribí a mano. Lo pasé a word en cafés internet. Capturar y corregir. Fue muy artesanal, lo recuerdo con cariño. 

Niños Tristes lo escribí luego de asistir por varios años a un taller de creación literaria. La disciplina semanal que ofrece la enseñanza literaria no formal es fascinante. Creo con todo mi corazón en los talleres literarios.

Los cuentos de ¡Canta, Herida! los escribí de noche.

Los de Perros sin nombre por las mañanas.

El Límite Incierto lo escribí durante las fases finales de la pandemia, etapa rarísima de la historia del siglo 21.

Con Falsos Odiseos quería demostrar que la microficción no es necesariamente un tuit.

Compren No hay fotos de aquella noche, por favor. Y me escriben contándome qué les pareció.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Dejemos de creer que para que te publiquen necesitas palancas o ser hijo de alguien. O sea sí, pero la verdadera literatura mexicana, gracias a diosita, sigue en manos de editoras y editores que la aman. Mi clan lo conforman: Ave Barrera, Gilma Luque, Patricia Fong, Mónica Nepote y la todopoderosa Eloísa Nava.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Ojalá sea fácil y barato leer. Ojalá los tacos Orinoco se interesen en publicar un fanzine semanal con una sección de poesía. Ojalá AT&T saque una revista gratuita de crítica cinematográfica. Ojalá Televisa ponga un sello editorial maduro y ecuménico que abarque todos los géneros literarios y sus evoluciones.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

Determinar eso es una de mis grandes pesadillas, me aterra lo más inevitable: ser olvidado en vida.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

Le decía a mi amigo que mi único objetivo como escritor es que un morrito dentro de sesenta años recorra varias cuadras, entre librerías del centro, buscando un libro mío. Con eso me conformo. ¡Concedido!, me respondió mi compa.

Soy un hombre muy afortunado. Que mi trabajo sea leído es un bendición y un motor. Cada uno de mis libros llega a las mesas de novedades de la mejor forma que pude escribirlo en ese momento. La literatura es una cuesta. No hay aplausos hasta mero arriba, hay más cuesta.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Que no se compare. Que ame. Que no herede los pecados de sus jefes. Que ponga atención. Que deje de hablar de las edades de todos y todas las asistentes a una fiesta. Que lea el triple de lo que escribe. Que formule una ética propia. Que escuche la voz que le habla desde el cielo. Que no se acostumbre a pensar como empleado. Que no invente nada, que mire bien. Que de vez en cuando rece sus plegarias. 


 

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