POÉTICAS PERSONALES: LUIS HÉCTOR ARREOLA

 

 

Luis Héctor Arreola es un autor que recién descubro, pero que se ha vuelto una referencia en mi abanico de la literatura negra nacional. Lo suyo, por lo que leo, es el hardboiled, el detective tozudo y envalentonado que no teme ir hasta el fondo de la verdad, sin miedo de la sangre o de los golpes secos o de la bala fría que se cruce, mortífera, en su camino. 

Su prosa es reminiscente del estilo Hammet y Chandler, algo de Ellroy incluso, y se nota (juzquen ustedes si no) hasta en su escritura no literaria, como esta entrevista plena de candor. Nos habla directamente como interpelando nuestros actos, indagando como buen detective un atisbo de verdad, una pista hacia la solución del acertijo de sangre. Y aquí estamos, en su novela, en esta lectura, como dentro de una cantina enmarañada de humo de tabaco, los tequilas a trago limpio, matando la sordidez de la vida. 

Tiene una primera noveleta Érase una vez en Chihuahua donde la búsqueda de una chica se entremezcla con la vida nocturna, el narcotráfico y el sicariato en Chihuahua, el estado más grande de México. 

Su segunda novela, Dalila, publicada bajo el sello de Ediciones Periféricas en su colección Redrum, tiene una trama similiar, pero la hace explotar y su prosa entonces vuela. 

Tiene una tercera novela en Editorial De otro tipo titulada (¡fabuloso título!) Paralelo de sangre, donde reencontramos a Santos Mondragón, el detective de su primera novela, en otra aventura llena de acción, humor negro y muertos.  

Honestamenta creo que es importante apoyar a los noveles autores como Héctor Arreola pues su literatura es un espejo de nuestra realidad, triste y feliz, y porque están minando la veta del policial mexicano que tiene en su historia pepitas de oro muy valiosas. 

Que sus lecturas sean felices.


¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

Quieres una historia de origen, ¿eh? Pues tengo que decir que mi camino hacia los libros no fue muy ortodoxo. Nunca me atrajeron las bibliotecas, ni me sedujeron las lecturas de los libros de texto de la SEP. Había algunas enciclopedias en mi casa sobre temas variados que compraba mi madre con fines educativos y las cuales, salvo temas muy puntuales, leí más bien poco. Sí había algunas novelas y libros de poesía, pero ninguno cuyos temas me interesaran. Por increíble que te parezca, el hábito de la lectura se lo debo a la televisión. Exacto, soy de esa generación educada por la caja tonta. La clase de niño que, a principio de los 90, se levantaba los sábados a las 7 am para ver las caricaturas en canal 5. Y ahí fue que descubrí al personaje que cambió mi vida para siempre: Sherlock Holmes. Llegué a ver varias animaciones alemanas (el dato de la nacionalidad del programa lo supe en la adultez), sobre el mejor detective del mundo y quedé fascinado. Me deslumbró su gran intelecto y, sobre todo, su capacidad para resolver misterios por medio del razonamiento deductivo. A partir de ahí, Holmes se convirtió en mi mesías. Unos pocos años después cayó en mi mano Las aventuras de Sherlock Holmes y eso fue el inicio de todo. Así nació un nuevo lector.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

Es difícil decirlo con certeza, porque a final de cuentas el gusto por la lectura inicia como algo más intuitivo que racional. Pero si forzosamente tengo que dar una respuesta diría que fue la curiosidad. Cuando algún tema me interesa o llama mi atención, siempre busco satisfacer esa curiosidad y cuando descubrí los libros sobre Sherlock Holmes, quise saberlo todo sobre él, sobre sus aventuras, sobre su autor, sobre Inglaterra. En dicha búsqueda, pasé de las aventuras del detective victoriano a Agatha Christie, a la cual descubrí cuando entré a una librería para preguntar, precisamente, por más libros sobre Holmes. Quien la atendía era un hombre mayor, uno de esos libreros de antes que conocían a los lectores, el cual, al ver que no encontraba lo que buscaba me recomendó a la citada autora, de quien había numerosos ejemplares de sus obras en dicha librería. Tomé uno cuyo título era Asesinato en Mesopotamia. Otro descubrimiento. Gracias a ella supe que el universo detectivesco iba más allá de Holmes. 

Tiempo después, cuando tuve mi primera PC, ésta vino acompañada de una enciclopedia digital llamada Encarta 98. Ahí busqué información sobre Conan Doyle y Agatha Christie y descubrí que ambos pertenecían a un género conocido como Novela policíaca. Era un artículo poco profundo, con meras generalidades, pero me sirvió para darme una idea de cómo buscar más libros similares a los que me habían gustado. Quería saberlo todo sobre el género. Quería leer a Poe, a Hammett, a Chandler, a Simenon, etcétera. Creo que desde esa corta edad (a los 16 o 17), me convertí en una especie de investigador, un detective de libros. Eso eventualmente me llevó a estudiar una licenciatura en Letras y a diversificar aún más mi interés por la literatura. Leer es, en conclusión, mi forma de saciar esa curiosidad que empezó con mi primer libro.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

La idea de que la razón puede servir para entender los misterios de la vida. Es decir, las historias de detectives tratan sobre la resolución de misterios criminales por medio de la racionalidad, pero la idea se extrapola intuitivamente a otros aspectos de la vida. Al menos en mi caso, es algo que se arraigó fuertemente en mí desde niño. Me temo que era un racionalista desde la cuna, por decirlo así. Aunque los años y las lecturas me hicieron darme cuenta que por muy maravillosa e infalible que pueda parecer, incluso la razón tiene sus limitaciones. No obstante, mi primer instinto ante cualquier adversidad sigue siendo abordarla de manera racional. Soy un racionalista... y también un romántico. Y eso encontré también en Holmes. La aventura, el misterio e, incluso, el romance. Lean Un escándalo en Bohemia y sabrán a qué me refiero con esto último. Sherlock Holmes es también un héroe romántico, alguien que lucha contra el mal. ¿Qué hay más romántico que eso? Volviendo a la pregunta original, fue esa dualidad razón-romanticismo lo que me atrajo de mi primer libro.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

¿Acaso quieres que te dé mi receta para leer 100 libros al año? Es muy fácil, simplemente miente, los demás no tienen modo de comprobar que no es verdad. Y si te lo preguntas, no, no leo 100 libros al año. Tal vez 30 o 40, cuando mucho. Pero dejando de lado los chistes malos, no tengo un ritual o rutina elaborada. Me gusta leer acostado porque soy un maldito holgazán. El horario en que suelo leer es muy temprano en la mañana, prácticamente de madrugada, o por las noches, que es cuando hay menos ruido. Si se me antoja leer en el transcurso del día, generalmente tengo que poner música para no escuchar el ruido exterior y así poder concentrarme. No tengo una preferencia musical muy marcada, igual pongo Heavy Metal, Blues, Jazz, Synthwave y hasta he llegado a poner Country. Nunca pongo música con letra en español porque me distrae.

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

En estos momentos me encuentro leyendo cuento de terror gótico del siglo XIX y principios del XX. Ya leí a Joseph Sheridan Le Fanu, ahorita le ando entrando a William Hope Hodgson y en la lista también están Arthur Machen y Algernon Blackwood. Comencé a leerlos porque en la novela en la que trabajo actualmente estoy escribiendo un capítulo que requiere una atmósfera terrorífica y quería aprender a construirla, por ello acudí a los maestros. Sin embargo, he continuado por puro placer porque sus relatos son maravillosos. Por lo que he podido comprobar no solían apostar a las tramas en sus textos, que para un lector actual pueden resultar incluso predecibles, sino a la atmósfera. Ésta llega a ser tan potente que resulta de verdad opresiva y sobrecogedora. Por ello, pese a ser textos de hace más de cien años, se mantienen bastante bien hoy en día, al menos en mi opinión. 

 

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

Compa, eso es como preguntarle a un padre a cuál de sus hijos quiere más. Me resulta muy difícil señalar a un autor u obra como la de mayor influencia. No hay ninguno que me definiera completamente, sino que he tomado aspectos concretos de muchos escritores. Por ejemplo, de Dashiell Hammett tomé su precisión a la hora de armar tramas policíacas y su forma de describir ambientes; de Raymond Chandler el estilo de sus diálogos, que están escritos como si fueran un duelo de esgrima verbal, aunque evidentemente no soy tan bueno como él, y parte de su sentido del humor. De José Revueltas me gustaría decir que su prosa híper pulida, pero en realidad fue su estilo de reflexión, aunque sin alcanzar jamás su profundidad. Y así podría continuar enumerando ejemplos. En definitiva, mi estilo es una especie de monstruo de Frankenstein literario. Aunque supongo que todos pueden hacer la misma afimación.

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Bueno, eso es fácil de responder. Mi formación lectora fue casi completamente leyendo literatura policíaca, que hasta la fecha sigue siendo mi género favorito. En consecuencia, a la hora de dar el salto de lector a escritor fue el paso lógico. La licenciatura en Letras que estudié me hizo conocer diferentes literaturas de distintas épocas, pero en ningún otro género me identifico tanto como con el policíaco. Si hay algo que no soporto de este país es su tendencia a vivir de simulaciones. Se simula la democracia, se simula la educación y se simula la justicia. Vamos, con las redes sociales y las apps de citas que existen actualmente, se simulan hasta las relaciones humanas. Y ya de la posverdad mejor ni hablamos. La novela policíaca, por su parte, se trata de encontrar la verdad. “El detective en busca de la verdad” es una idea muy romántica, lo sé, pero en un mundo en donde la justicia parece una imposibilidad, al menos deberíamos aspirar a alcanzar la verdad, aunque sea parcial. Y esa idea es lo que el género policíaco significa para mí.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

Es algo que no me había cuestionado antes. Y aunque Philip Marlowe de Raymond Chandler o Filiberto García de Rafael Bernal han sido personajes de los cuales he tomado elementos para construir a los míos, creo que el que ha servido más de modelo es El agente de la Continental, de Dashiell Hammett. Me agrada porque fuera de ser un tipo astuto y buen investigador, no destaca en nada más. Es viejo, bajo de estatura y con sobrepeso. Sólo es fiel a su ética laboral, lo cual quiere decir que es, ante todo, un profesional. Además, su ambigüedad moral lo hace muy interesante como personaje. A veces es difícil decidir si es un héroe o un cabrón, o quizá es ambas cosas. No es un genio como Sherlock Holmes ni un caballero andante como Philip Marlowe. En pocas palabras, es muy humano. Como consecuencia, trato de que mis personajes sean precisamente eso, humanos.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

Pues fue la conjunción de varios elementos. Las habilidades, digamos técnicas, para escribir fueron las primeras que adquirí y a mediados de mis veintes ya era capaz de realizar un texto bastante bien escrito. Sin embargo, creo que uno no se convierte en escritor hasta que tiene algo que decir. Y eso sólo te lo otorga la vida. En mi caso, fue una relación bastante conflictiva que tuve con una chava de la universidad. Hoy en día le llaman a eso “relación tóxica”. El caso es que el proceso de ruptura fue muy doloroso y de alguna forma tenía que sacarme el enojo y la frustración que dicha relación me dejó. ¿Y qué hice? ¿Escribir una novela de autoficción para lloriquear por aquella relación tortuosa? Claro que no. Escribí una novela de detectives hard-boiled para lloriquear por aquella relación tortuosa. Pero dejando de lado las bromas, aquel texto me sirvió para lidiar con dicho rompimiento. 

Sin embargo, ocurrió algo curioso. No logré terminar la novela. Tuve un ataque de neurosis de escritor o algo así porque me pareció que el texto era una porquería y lo abandoné cuando tenía escrito como el 70% del libro. Duró como 5 o 6 años olvidada en el fondo del disco duro de mi PC y en ínterin publiqué mi primer libro. Poco después, reencontré el archivo y por curiosidad me puse a releerlo. Descubrí que no era tan malo como recordaba, así que decidí terminar dicha novela y mientras lo hacía comprendí que no abandoné su escritura porque me pareciera malo sino porque en ese entonces no estaba listo para dejar ir los sentimientos que me impulsaron a escribirla en primer lugar. Cuando la retomé, aquella historia ya estaba superada en la vida real y finalmente podía terminarla también en la ficción. Quité las partes lloronas, eliminé la paja, rescribí las partes que no envejecieron bien y, de esta forma, aquel texto se convirtió eventualmente en Dalila, mi segunda novela publicada. Aunque para mí, siempre será mi primer libro.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

Una parte de mí opina que le haría muchos cambios. En primer lugar, la escribiría en tercera persona y no en primera, para así no estar limitado a un solo punto de vista. Al poder escribir desde la perspectiva de los personajes secundarios podría desarrollarlos más. Además, corregiría algunas imprecisiones en datos reales que usé en la novela. Probablemente le agregaría un par de sub tramas. Pero otra parte de mí la dejaría igual. Y, de hecho, eso fue lo que ocurrió. Pude hacer muchos cambios luego de retomarla después de tanto tiempo, porque todavía tardé 3 años en conseguir una editorial que la publicara luego de acabarla. Pero decidí que los cambios fueran los mínimos porque es un testimonio del Héctor de hace más de una década, quien es muy distinto al que soy ahora. Puede decirse que forma parte de mi historia como autor, pero sobre todo, como persona. Y por ello quise preservarla.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

Esta pregunta me hace recordar a Ariadne Oliver, un personaje de Agatha Christie que a todas luces era su alter ego. Se trata de una escritora de novelas policíacas que tiene que dar una conferencia sobre su proceso de escritura y se siente abrumada por esto. Confiesa que lo único que hace es sentarse y escribir. Algo así me pasa a mí. No sé de dónde viene esa idea de que el momento de la escritura deber ser una especie de ritual o acto místico. Yo lo único que requiero es tiempo y un poco de silencio, y si no hay esto último entonces pongo música instrumental para que funcione como ruido blanco. A veces, cuando requiero construir una atmósfera específica o transmitir una emoción concreta, leo algún libro o veo una película que me ponga en el mood adecuado y de esta manera conseguir que la escritura resulte más auténtica. No bebo vino, ni pongo velas aromáticas o incienso, ni sacrifico cabras a dioses paganos para que me otorguen inspiración. Como ves, no hay mucho qué contar al respecto.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Por un golpe de suerte. La verdad es que como auto promotor soy un desastre. A pesar de que tuve contacto con el ambiente literario local al estudiar Letras, nunca intenté vincularme con él, por lo cual, hasta la fecha carezco de contactos dentro del mismo. Dicha situación se tradujo en que casi nadie me ubique en mi propia ciudad. Y de la posibilidad de publicar en sellos editoriales estatales mejor ni hablamos. Esto puede sonar mal, pero creo que a la larga me benefició. En vez de ser una “joven promesa”, tuve tiempo de pulir mi escritura e inicié mi carrera literaria con cierto grado de madurez como escritor, a diferencia de otros autores que publicaron a los 20 años y ahora siente vergüenza de ese primer texto. 

¿Pero cómo ocurrió mi entrada al mundo editorial? En 2015 me encontraba pasando por un mal momento personal y me había enfocado en escribir, pero mis intentos de publicar habían sido más bien tibios. Había mandado un texto a un concurso y poco más, (como dije, la auto promoción no se me da). Fue entonces que me contactó Iván Farías, un escritor de la Ciudad de México, a través de Facebook. Me había visto comentar las publicaciones de Hilario Peña, un escritor sinaloense radicado en Tijuana al que sigo desde hace muchos años, y captó que le sabía a eso de la novela negra. Me preguntó si escribía policíaco y cuando respondí afirmativamente, me dijo que estaba armando una antología de dicho género. No quería que fuera el clásico libro donde el compilador publica nada más a sus compas, sino pretendía ser una muestra de la literatura negra nacional lo más representativa posible. Buscaba autores de todos los estados del país, conocidos o no. Le mandé un cuento que al final seleccionaron. 

Esa iba a ser mi primera publicación en un libro, pero antes de salir, Iván volvió a comunicarse conmigo y me contó que unos conocidos suyos, el escritor José Salvador Ruiz y el editor Rafael Rodríguez, ambos de Mexicali, estaban armando una colección de género negro y necesitaban autores. Me puso en contacto con ellos y les envié una noveleta que tenía. Eso fue por ahí de febrero de 2016 y para junio del mismo año salió mi primera publicación: Érase una vez en Chihuahua en la editorial Artificios. Unos meses después, en octubre o noviembre, salió México Noir. Antología de relato criminal, donde se incluía el cuento que le envié a Iván. Así que debuté en el mundo literario con dos publicaciones en el mismo año. Como reza el viejo lugar común, empecé con el pie derecho.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Es difícil decirlo debido a la incertidumbre actual en el medio, pero no creo que cambie demasiado de como funciona actualmente. Las grandes empresas editoriales seguirán explotando las modas, por lo cual resulta utópico pensar que de repente apuesten por escritores emergentes y sin ningún tipo de reconocimiento mediático. Las editoriales independientes seguirán intentando sobrevivir como puedan. La auto publicación seguirá ahí, para quien la prefiera. Hay experimentos interesantes aquí y allá, pero por ahora no han demostrado la suficiente rentabilidad como para volverse un modelo a seguir. Igual y sucede una revolución, pero es difícil preverlo en este momento.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

Lo mejor es ser precavido al respecto y no crear castillos en el aire. Siempre existe la posibilidad de que suceda algo que me dé más relevancia, como ganar un premio importante o publicar en el extranjero, como en España, pero no cuento con ello. Y soy demasiado viejo para volverme un influencer literario en redes sociales. En cualquier caso, no es algo en lo que tenga especial interés en este momento. Prefiero concentrarme en cosas que sí están bajo mi control, como mi escritura. Considero que aún me hace falta mejorar mucho como autor y es en lo que pienso enfocarme en este momento. Si tu obra es de calidad, será un poco menos difícil encontrar quién la publique a que si no lo es. Eso no quiere decir que no intente promocionarla, pero ambos sabemos que su alcance depende mucho de la suerte. Así que sólo me queda escribir y cruzar los dedos.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

No soy tan ingenuo como para pensar que mis libros van a cambiar el curso de la historia de la literatura mexicana, pero si nos vamos a poner en plan soñador, obviamente de sueños guajiros, me gustaría ser el responsable de impulsar la novela negra/policíaca en mi ciudad. En Chihuahua capital actualmente no hay mucha gente escribiendo este género (que yo sepa, al menos) y no sé si ha habido alguien más antes. No podría asegurar categóricamente que no, porque hay mucha literatura policíaca ochentera perdida por ahí, pero es poco probable. Entonces sería bonito que gente joven leyera mis libros y descubrieran que es posible escribir este género en nuestro rancho y se animaran a hacerlo.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Que su primer objetivo sea aprender a escribir bien y no publicar. Se siente bonito que las personas se acerquen a pedirte que les firmes un libro, a tomarse una foto contigo u otras muestras de admiración. Pero no se compara al sentimiento de triunfo que experimentas al poner el punto final a un libro. Uno punto final que te ha costado esfuerzo y muchísimas horas/nalga frente al monitor de una computadora. Para mí, escribir es la máxima satisfacción. Lo demás es sólo el postre. Dulce, sí, pero superfluo. Además, cuando hayan aprendido bien el oficio les va a resultar más fácil conseguir quien los publique. Así que sean pacientes y pónganse a hacer talacha.

Le segundo sería que leyeran mucho. Pueden asistir a todos los talleres del mundo y aprender muchas cosas (de hecho, es algo muy recomendable también), pero sigo creyendo que el mejor taller es la lectura. Lean de todo, no sólo el tipo de literatura que les interese escribir, pues así se ampliará su visión y conocimiento como autor y aprenderán toda clase de técnicas de escritura en el proceso.

Y lo tercero sería tener disciplina. Es un cliché, pero es verdad. El talento es el que te hace imaginar los libros, pero la disciplina es la que te permite terminarlos. He conocido a escritores mucho más talentosos que yo que no son capaces de terminar su novela, su libro de cuentos o su poemario. Hay muchos motivos, desde luego, pero en varios casos suele ser el mismo: la falta de disciplina para acabar cualquier proyecto de libro que inician.

Y bueno, esas fueron todas mis “perlas de sabiduría escritoril”. Sé que todos los escritores dicen más o menos lo mismo cuando les hacen esta pregunta, pero es porque es verdad. Ojalá que de verdad a alguien le sirva.


      


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