Los libros de Sophie Goldberg los descubrí en el librero de mi tío Jaime Oxenhaut z''l. Él gustaba comprarlos por montón de la mesa de novedades del Sanborns frente a la embajada rusa, en particular aquellos que narraran historias ashkenazi o sefardí (aunque también muchos relativos a los mizrahim). Supongo que el exilio y la diaspora propician la busqueda de una patria hecha de la lengua, de los cuentos comunes, de las tradiciones que trascienden las barreras del tiempo y de la historia política.
Le leí Lunas de Estambul en varias visitas de café. La historia de Ventura, una joven turca que por matrimonio se exilia en México y la aventura de su vida donde cada día es un descubrimiento y una añoranza. La prosa, con pinceladas de poesía, para describir aromas y colores, gustos y comidas, paisajes que la protagonista recorre con la mirada. Lo que más recuerdo es cómo la novela cuenta la historia de muchos migrantes y cómo las comunidades se van forjando entre la mirada al pasado, el paraíso perdido, y la mirada hacia el futuro, quizá el paraíso venidero.
Previo a la pandemia covid19, Sophie publicó su segunda novela de largo aliento: El jardín del mar. En esta novela, la historia del siglo XX, en particular el horrible episodio de la 2da Guerra Mundial y la Shoah, tiene un protagonismo a través del personaje principal. Alberto, niño, ve a su familia perecer bajo la crueldad del exterminio nazi y su posterior renacimiento en el exilio mexicano.
Es una novela que como las buenas novelas apuntan al lector hacia los claroscuros de la historia, ilumina lo que ha sido ocultado, reescribe lo que quedó silenciado y da vida, nuevamente, a historias de familia que se transmiten de generación en generación.
Por lo tanto, queridos amigos, los invito a descubrir a Sophie Goldberg y que sus lecturas, a pesar de los temas tristes, sean felices.
〰
¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?
La verdad es que me inicié en la lectura gracias a esas revistas semanales
de Readers Digest que creo siguen existiendo. Mi papá tenía una suscripción
y comentaba algunos de los artículos que le parecían interesantes. Esto
provocaba charlas, intercambio de opinión, y eso me gustaba. Comencé a
leer cada fascículo en cuanto llegaba y poco a poco me di cuenta de que mi
mundo se hacía más amplio al leer.
¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?
La misma por la que sigo siendo lectora hasta hoy: SABER. Descubrir cosas
que no conocía me parece fascinante. No hay tema fuera de lugar, no hay
contenido sin valía ni asunto que no merezca ser indagado. Aprender algo
nuevo es de las cosas que más disfruto; esto no quiere decir que estoy de
acuerdo con todo lo que leo o que coincido con lo que entra por mis ojos en
forma de letras, sin embargo, justamente leer, me ha dado la capacidad de
discernir, de descubrir y formar mi propia opinión. Creo que la humildad
tiene mucho que ver en el proceso de aprender. Reconocer que ignoramos algo y aceptarlo, es la llave que abre la puerta del saber. La soberbia no tiene
cabida.
¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?
El primer libro que saqué de la biblioteca de la escuela porque me interesó, fue Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach; el cual, debo añadir, corrí a comprar
después de leer el primer capítulo porque quería subrayar muchas ideas que
tocaron todas mis fibras preadolescentes. Me atrajo desde que leí la contraportada
que decía algo como: “Hay quien adivina algo más que lo que sus ojos ven; quien
prefiere Volar (con mayúscula) que comer.” Yo quería Volar. Siempre fui muy
sensible y no sólo veía más allá de lo común, sentía más; así que este libro era
para mí. Releído varías veces, con hojas separadas, con dobleces en las esquinas
y con muchos cometarios en sus márgenes, me encantó ver que no era importante
esforzarse más que la mayoría, que mi exacerbada emotividad era quizá lo que
me defifinía pero que no era malo, por el contrario, era lo que me hacía disfrutar de
lo pequeño, de lo que para otros era insignificante. Encontré libertad en el vuelo.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específifica para leer?
Me gusta leer a solas y en silencio. Leo muy lentamente porque de verdad
LEO cada palabra. Para mí, y lo he dicho mil veces, la palabra es sagrada y la
palabra escrita lo es aún más. Al leer despacio, me doy la oportunidad de
disfrutar la cadencia de las palabras, la construcción de las oraciones y,
sobre todo, hacer conciencia del efecto que tienen en mí. Me encanta leer
los diccionarios de sinónimos y antónimos y descubrir nuevos significados
y formas distintas de decir lo mismo.
¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?
En estos momentos estoy con dos lecturas a la vez. Un hijo, de Alejandro
Palomas porque me lo habían recomendado mucho y lo he disfrutado
enormemente. A la par, estoy siempre leyendo desde hace un año, libros
acerca de La Merced y la historia de los mercados en México para un nuevo
proyecto en el que estoy trabajando.
En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor inflfluencia
en tu obra y por qué?
Sin duda el desaparecido Carlos Ruiz Zafón con La sombra del viento. Su
manejo del lenguaje y la forma en que construye imágenes me parece
magistral. Aprendí mucho de él y de su sutileza con la palabra. Nos vamos a
perder de todo lo que pudo haber escrito.
Me encanta también una autora a la que admiro profundamente, Reyes
Monforte. No hay historia de ella que no me invite a seguir leyendo y eso es
algo que como escritores tenemos que lograr desde las primeras páginas.
En Una pasión rusa, hace que quieras saber más, en La infiel lo logra desde
el título. Acierta siempre en la forma en que construye la tensión.
¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?
Durante muchos años escribí poesía, sin embargo, mi necesidad de contar
historias y mi interés y curiosidad por el pasado, me llevaron a inclinarme
por la novela histórica. Me encanta hurgar y leer entre líneas. Saber qué pasó
y cómo, pero sobre todo, me agobia pensar que todos podemos caer en la
tentación del olvido y mis novelas pretenden no permitirlo. Así, los temas de Lunas de Estambul y El jardín Del Mar, son un vistazo a otro tiempo, a
épocas que en mi historia personal fueron definitivas. En mi narrativa se
aprecia de inmediato mi formación poética y eso me ha ayudado a tener mi
propia voz.
¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo
ha sido eso?
Yo creo que uno de los mejores ejemplos de cómo construir un personaje es
Don Quijote. Cervantes traza al Quijote con toda su complejidad emocional,
con su lucidez y su locura, con todos sus rasgos físicos. Se siente y se ve su
corporeidad, su dolor, las risas y las batallas y su amor por Dulcinea. ¿Y qué,
no somos todos de alguna manera, Quijotes? Cervantes abarca todas las
aristas del hombre en un sólo personaje.
¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?
Resulta que en primero de preparatoria, la maestra de literatura nos invitó a
participar en un certamen de cuento y quien se inscribiera recibiría dos
puntos más. De inmediato levanté la mano aunque la materia me encantaba y
no necesitaba los puntos extras para tener una buena califificación. Escribí un
cuento que hasta hoy no sé quién me dictó, no entiendo aún de qué parte de
mí salió. Ahí descubrí que podía escribir, que tenía historias que contar y
que me salían muy fácilmente. Gané el certamen a nivel de todo el Valle de
México y desde entonces no he dado descanso a la pluma. Tras el
descubrimiento, escribir se convirtió en una deliciosa adicción.
Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?
Lo he releído en muchas ocasiones y estoy tentada a cambiar palabras, a
reconstruir las frases y a meterle mano porque hoy sé y entiendo mucho
más de literatura. Ese texto tiene fallas porque lo escribí hace muchos años,
porque fue el primero, pero también precisamente por las mismas razones y
porque es genuino y me representa, lo vuelvo a dejar intacto.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específifica para escribir?
Primero que nada, me gusta estar rodeada del ambiente del tema sobre el
que estoy trabajando. Por ejemplo mientras escribía Lunas de Estambul, me
tomaba un café turco con una rosquita de anís, me hacía acompañar de
objetos de mi abuela de quien trata la historia y escuchaba música turca.
Cuando escribí El jardín Del Mar, hice lo mismo, llenar mis sentidos de los
aromas, los sabores y el ambiente de la historia. En este caso, los aromas a
rosas fueron definitivos, y si quieren saber porqué, tendrán que leerlo, jajaja.
En cuanto a técnica, me pasa que escribo los capítulos en desorden. De lo
que me apetece, del humor que estoy o de una idea que relampaguea de
repente, nace un capítulo. Al final, como en un rompecabezas, construyo la
historia acomodando los capítulos y encontrando en dónde caben, después
de cuál viene el siguiente. Quizá no es la manera formal de hacerlo, pero me
funciona y me hace no estar preocupada por escribir lo que sigue de la
novela desde donde me quedé, si no capturar la esencia de lo que quiero
decir.
¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?
Desde muy jovencita empecé escribiendo artículos para revistas
comunitarias, periódicos de centros deportivos y cubriendo eventos para
después hacer un reportaje. La primera vez que una editorial me publicó fue
en el año 2002. Nunca olvidaré mi nerviosismo. Llevaba a la cita un folder
con mis poemas impresos en hojas blancas y no dejaba de abrazarlo contra
el pecho. El director de EDAMEX, el señor Octavio Colmenares a quien
recuerdo con mucho cariño, leyó un par de textos y me dijo: “Me interesa.
Además de que me gusta lo que escribes, en el mundo de la poesía hay más
hombres que mujeres, y yo quiero que eso cambie, así que bienvenida”. Y
así se publicó mi poemario Vida y pasiones, testimonios de una vida plena.
Además, el señor Colmenares me prologó el libro con generosas y bellas
palabras.
¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?
Quiero pensar que los libros impresos seguirán vigentes para ser
acariciados, olidos y atesorados; sin embargo, estoy consciente de que el
ebook y el audiolibro en particular, están tomando un papel muy importante
en la vida de los lectores, sobre todo de los jóvenes que buscan
conveniencia y comodidad almacenando cientos de libros en un método
electrónico y haciendo uso doble de su tiempo escuchando un libro mientras
manejan, se visten o cocinan.
Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá
un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?
Yo creo que sí, sobre todo también porque el mundo se hace cada vez más
pequeño y accesible con la tecnología con la que estamos viviendo. Lo
comprobamos durante la pandemia: yo estuve en clubes de lectura que leyeron mi obra en Europa, en Sudamérica y en Estados Unidos y todo a
través de la pantalla. Ya nada está fuera de nuestro alcance y eso nos da una
gran oportunidad de proyección.
¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?
Bueno, sin duda sueño con ser recordada como una buena escritora, pero
creo que la satisfacción es, y seguirá siendo, contar historias que de alguna
manera ayuden a otros y traigan un aprendizaje. Que mis libros dejen huella
en las emociones de la gente y que puedan ser leídos porque sean
atemporales, porque su vigencia esté íntimamente ligada con la naturaleza
humana. Espero inspirar para que otros se atrevan a escribir un mundo
propio pleno de significados y abierto a interpretaciones.
¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como
inspiración?
Que escriba desde las entrañas, desde la tripa, con honestidad, porque la
literatura es una forma de auto conciencia. Que no tenga miedo a ser leído.
Todo se puede, y el mayor enemigo de un texto, es el temor.
〰
Comentarios
Publicar un comentario