POÉTICAS PERSONALES: RAKEL HOYOS

 

A Rakel la descubrí cuando resultó ganadora del Premio de Publicación de Obra convocado por Odo Ediciones

Así, constituyó la tercera temporada —como la editorial nombra a sus publicaciones, la temporada de Crisálidas, tras la de Ópalo, de Gabriela Damián Miravete (libro todavía sin publicar) y de Daniela L. Guzmán, que con su temporada del Tlacuache nos entregó Un tlacuache salvó este libro del fuego, su opera prima que se inscribe dentro de la nueva ciencia ficción mexicana. 

Rakel se inscribe también dentro de esta movida de autoras, muchas impulsadas por el deseo de crear literatura de género desde otros senderos no explorados por los autores de ciencia ficción, impulsadas también por las redes sociales y los grupos de afinidad que han creado como Especulativas.

Sin embargo, por la narrativa que he podido leerle, Rakel no se ciñe a los linderos confinados de la ciencia ficción, sino que su exploración avanza por los derroteros del horror, el weird, a veces lo fantástico, y sus temáticas intentan recrear, reescribir incluso, los tropos de la cifi clásica.

Recientemente, tuve la oportunidad de participar, dentro de las temporadas de Odo, en el Laboratorio de Coautoría, donde Rakel lanzó un texto cifi/fantástico para que nosotros pudieramos proponer también derroteros de escritura. Lo interesante fue que no era un simple taller, comentarios y cambios o negaciones por el autor, sino que Rakel, cosa rarísima entre los escritores, permitió que los participantes pudieramos realmente afectar al texto, incluso cambiarlo de dirección, reescribir personajes, inventar nuevas premisas. El resultado, todavía en proceso, hizo cambios serios y hay gran expectativa de lo que resultará. 

Esto, seamos honestos, es sólo posible cuando el autor de origen no nada más tiene un espíritu generoso, sino que tiene la confianza en su poética para saber también que a veces, o siempre, la creación verdadera sucede en esa chispa que se da entre dos, o tres, o la comunidad entera. Personalmente este laboratorio cambió mi perspectiva del acto creativo y no tengo más que agradecerle, junto a Odo (Alejandra y Libia), por haberme dado esa oportunidad. 

Rakel también es ganadora del Concurso de Cuento Breve de Rock “Parménides García Saldaña” y es autora de Maldita, una compilación de diescisiete cuentos que denuncian el acoso, abuso sexual y los feminicidios mediante una prosa que conjuga el realismo, el terror y la fantasía.

La temporada de Crisálidas, que está en proceso, pero con un cierre venidero, surge de su manuscrito Imago que le valió el Primer Premio de Libro de Cuentos Imaginación y Futuro convocado por la  convención de La MexiCona y por Odo. Hasta donde alcanzo a conocer, el libro tendrá siete cuentos, quizá más, que pudieran soprendernos y ahondar en esos territorios de la ciencia ficción, el horror y lo fantástico, el universo femenino de las brujas y las sabidurías de antaño, con un toque de feminismo que ha ido cobrando mayor importancia en su obra. 

Yo no dudo que el futuro será rico de creación para Rakel. Su escritura es una expresión profunda de su ser, la cultiva con seriedad y con trabajo y va dando pasos firmes dentro de la literatura de género de México. 

Por lo tanto, amigos, descúbranla también y que sus lecturas sean felices.

 

¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

Aunque en mi casa no había muchos libros, mis padres me compraban todos los que les pedía. Recuerdo que solo quería ir al centro comercial con ellos para obtener un libro. Aprendí a leer desde muy pequeña. Mi mamá tenía mucho trabajo, pero se daba el tiempo de enseñarme con un libro que se llamaba Mis primeras letras; repasaba conmigo casi todos los días y a mí me encantaba, por eso aprendí muy rápido.

Cuando estaba en el kínder, mi hermano llevaba a sus compañeros de la secundaria a escucharme leer en voz alta; y en primaria los maestros hacían lo mismo con los alumnos de sexto. Ahora que lo pienso, era humillante, pero yo me sentía orgullosa de que me reconocieran esa habilidad; que me lo celebraran, sumó bastante a mi amor por la lectura.

Los primeros libros que leí eran los que a mi hermano le pedían en la escuela. Recuerdo una antología de cuentos y la Iliada. Cuando leí la Iliada, me fascinó. Después encontré en la casa El anhelo de vivir de Irving Stone, que cuenta la vida de Van Gogh, y me clavé con él muchos años. Antes de que se pusiera de moda (hace dos décadas), me hice casi una experta en la vida y obra de este pintor.

Entonces, se podría decir que descubrí sola los libros y descubrí que amaba leer; aunque eso no hubiera sido posible sin el apoyo de mi familia, que nunca me negó nada.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lectora?

Yo creo que fue el maravillarme con los mundos que ofrecían los libros, muy diferente al mío. Por ejemplo, de la Iliada no entendía todo, pero los pasajes que iba descubriendo, despertaban mi imaginación y me hacían querer leer más y más. Recuerdo que de niña, en el centro comercial, vi un libro que decía en la portada “Cuentos de terror", era de Arthur Conan Doyle. Estaba muy pequeña y no le entendí a varios de los cuentos, pero me apasionaba el terror por la influencia del cine. Ambos, la literatura y el cine, me inspiraron desde muy temprana edad.

Me gusta pensar que hay algo mágico en la vida de cada persona y creo que muchas tenemos desde siempre una pasión innata por la literatura.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

El primero, primero, fue un libro infantil; tenía poco texto y varias ilustraciones, pero en la portada estaban los típicos monstruos: la momia, el hombre lobo, un vampiro, etcétera. Acompañaba a mi papá de compras, se lo pedí y me lo compró. No sé qué fue de ese libro, pero estaba fascinada. Tenía como cuatro o cinco años. Fue el primero que elegí porque me sentía muy atraída por los personajes de terror y fantásticos.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

No. Soy muy desordenada para leer, pero leo en todas partes y en cualquier momento. Lo que sí he detectado es que ahora leo con ojos de escritora. A la par que disfruto la lectura, voy analizando la forma en que las autoras y autores contruyeron su narrativa.

De adolescente, un exjefe me apodaba “Devoradora de libros”. Leía muchísimo, más que ahora; y como no había esto de los libros digitales o los PDF, siempre traía uno físico en mi mochila. Ahorita leo sobre todo antologías de cuentos, pero leo varios a la vez; pruebo un poco de un libro y luego de otro. Puedo leer donde sea: en el transporte público, en un café, en el sillón de mi casa, en la cama. No tengo horarios específicos. Me gusta aprovechar los tiempos; por ejemplo, si tengo que esperar en una fila, saco mi celular y leo algo, porque tengo muchos libros en formato digital.

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

Como te decía, leo varios libros a la vez. Los más recientes son Microcosmos de Lynn Margulis y Dorion Sagan; lo estoy leyendo porque lo recomendaron en un podcast de Hablemos Escritoras. Me interesó porque plantea la relación de la especie humana con el resto de las formas de vida, pero pone en entredicho la supuesta superioridad del ser humano. Leo también El peligro de estar cuerda de Rosa Montero. Me identifico mucho con la relación que hace la autora de los desequilibrios mentales y la creatividad de las y los artistas. A la par, he estado leyendo la antología Siniestras, editada por Especulativas. Son cuentos de terror de temas que como mujer me interesan, como la menstruación. Por cierto, está en preventa, así que les recomiendo pidan la suya en la página del colectivo Especulativas.

 

En tu formación como escritora, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

Son varias y varios, dependiendo de la etapa de mi vida en la que esté. En mi adolescencia fui “darki” y leía sobre todo a los poetas malditos y cuentistas de terror. Allan Poe y Lovecraft fueron por mucho tiempo mi gran influencia, también Anne Rice. En la universidad, por mi cuenta, empecé a leer a mujeres. Alfonsina Storni, Almudena Grandes, Amy Tan, Simone de Beauvoir y Natalie Goldberg me acompañaron por varios años. Depués, cuando fui más allá del realismo, empecé a leer a las brujas litearias: a Amparo Dávila, Inés Arredondo y Guadalupe Dueñas. De un tiempo para acá, mi gran influencia son mis contemporáneas. Algunas son escritoras más conocidas, como Mariana Enríquez y María Fernanda Ampuero; pero también, mi principal influencia son escritoras con las que he tenido la fortuna de tener un contacto más directo, con las que he compartido espacios, como Gabriela Damián, Iliana Vargas, Lola Ancira, Xóchitl Lagunes, Olivia Guarneros, Enid Carrillo, Carmen Macedo, Lucia Patiño (Colombia); y escritoras de colectivos como Especulativas e Ingrávida.

Otra influencia actual y que ha sumado a mi escritura ha sido a través de mi pareja, Ricardo Quit. Él se ha dedicado muchos años a la divulgación de la ciencia. Su forma de transmitir temas científicos pero relacionándolos con temas cotidianos, me parece fascinante e inspirador.

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Actualmente, escribo cuentos de terror, fantásticos y de ciencia ficción. Me encanta experimentar con híbridos, por ejemplo, el weird. Antes escribía sobre todo realismo, aunque también terror y fantástico, pero no me atrevía a incursionar en la ciencia ficción. Un parteaguas en mi desarrollo como escritora fue el cuento Soñarán en el jardín, de Gabriela Damián. Gracias a esta historia supe que los temas que a mí me interesan los puedo llevar a la ciencia ficción. En estos últimos años, leyendo cada vez a más escritoras, me di cuenta que la literatura especulativa es mi lugar feliz.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

Supongo que han sido varios. Uno que me vienen a la memoria ahorita es un cuento de ciencia ficción de Blanca Mart, llamado La crisálida, que siempre uso como ejemplo para la construcción de personajes; es sorprendente que solo con diálogos, la autora construya un personaje sumamente odioso.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

No recuerdo el primer texto. De niña escribía canciones sobre estrellas, arcoíris y cosas así. Digamos que el cuento más formal, que trabajé con más cuidado, con consciencia de la estructura y que significó un antes y un después, fue Las groupies. Fue el primer cuento que mandé a una convocatoria y ganó el primer lugar en el concurso de cuento de rock Parménides García Saldaña. Eso me dio la seguridad en mi habilidad como escritora y seguí participando en más convocatorias.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

Con la mayoría de mis textos ya publicados me pasa que los releo y pienso “esto pude haberlo escrito diferente”; a veces soy muy obsesiva. Pero también creo que un texto refleja el momento en el que lo escribiste, la etapa en la que estabas de tu desarrollo como escritora. Me gusta ver cómo escribía en ese momento y como lo hago ahora. Así que, a final de cuentas, no le cambiaría nada a ningún texto anterior.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

No tengo ningún ritual, pero sí sigo ciertas técnicas. Tengo una libreta que uso para escribir ideas que se me pueden ocurrir en cualquier momento para posteriormente convertirse en cuentos; ahí escribo también la estructura en una tipo escaleta. Ya después lo desarrollo en la computadora. No tengo un horario en específico, aunque las noches siempre me dan más tranquilidad. Mi primer libro, Maldita, lo trabajé por varias semanas, más o menos, de once de la noche a las tres de la mañana. Por cuestiones de trabajo era el horario en el que podía escribir. Escribo depende de la etapa o las condiciones en las que me encuentre; hay ocasiones en las que paso varios días sin hacerlo, pero eso no me hace menos escritora.

Lo que he notado que se mantiene constante es el radar como escritora. Estoy atenta a mi alrededor, a lo que veo y escucho, ya sea en la calle, con mis amistades, en una película o hasta en una canción. Igual, leer me es indispensable para la motivación. Ese sería mi ritual: tener el radar prendido en todo momento.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Se ha dado a través de convocatorias. Mi primer libro de cuentos lo publicó la Secretaría de Cultura del estado de Puebla. Lanzaron una convocatoria en el primer año de pandemia; mandé mi manuscrito y lo seleccionaron. Así salió Maldita. Después, la Mexicona convocó a un concurso de Primer premio de libro de cuentos Imaginación y Futuro, envié una compilación de siete cuentos y tuve la fortuna de que lo eligieran. Este libro se va a publicar con Odo Ediciones en unos meses.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Imagino que las editoriales independientes ganarán más terreno. Muchas lectoras y lectores buscamos algo más allá de lo comercial.

Creo que también las escritoras y escritores buscarán nuevas formas de compartir su trabajo, de mano con la tecnología. Y de hecho ya lo están haciendo, porque recurren a cuestiones interactivas y digitales, con música, videos, etcétera; en los que se tomen cada vez más en cuenta a lectoras y lectores.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

Espero que esas circunstancias permitan que la obra de las escritoras llegue a más gente. Creo que es importante que se le dé más foco a editoriales independientes para que crezcan y se mantengan, porque son las que tienen las mejores propuestas actualmente. Como lo que hace Odo Ediciones, que rompe con esa distancia entre autoras/autores y lectoras/lectores.

En el caso de mi trabajo, precisamente ha sido con Odo Ediciones que he tenido la oportunidad de un cambio en la proyección de mi obra. Como autora residente, pude compartir un taller con las personas suscriptoras y diversas actividades en las que fueron incluidas de manera activa.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

No comparto la idea de legado desde una perspectiva patriarcal, desde lo individual y lejano. Mi apiración es ser una buena influencia para otras escritoras, que lo que he aprendido en estos años lo pueda compartir con ellas y quizá les sirva poco o mucho en sus procesos.

El año pasado, como parte de una beca de escritura que me otorgó el gobierno del estado, impartí un taller para adolescentes. Se incribió una chica en la que detecté una gran habilidad para escribir cuentos de terror. Me convertí en una especie de mentora y meses después, a sus 15 años, publicó su primer cuento en una revista digital. Eso me hizo sentir muy orgullosa y con mucha esperanza en crear una comunidad de escritoras en la que nos acompañemos. Y tengo la fortuna de pertenecer a una comunidad fuerte con escritoras contemporáneas. Entre nosotras nos leemos, nos apoyamos y compartimos reflexiones sobre la escritura creativa. Ese es el tipo de legado que me interesa: un legado en comunidad. Tengo la esperanza de que eso ayude a otras mujeres a sentirse seguras y libres de expresarse a través de la escritura.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Es una pregunta interesante. Esto lo platicaba con amigas escritoras hace poco. Sería muy fácil aconsejar que le “echen ganas”, que se concentren y le dediquen mucho tiempo, pero no todas las personas tienen esa posibilidad, esos privilegios, menos las mujeres.

Aconsejaría entonces que no sientan que su trabajo importa menos o que sus ideas no son relevantes. Les diría también que aprovechen todos los espacios, convocatorias, talleres y becas. Y si no son seleccionadas, no se desanimen. Lo importante es hacer lo que te apasiona, no la cantidad de publicaciones que tengas, los reconocimientos o premios. Actualmente, existen muchos espacios digitales en los que estoy segura pueden encontrar un medio para compartir lo que escriben.

Les aconsejo también que no se dejen llevar por el canon y por las criticas. Todas y todos podemos escribir, no es un privilegio de gente “iluminada”. Además, mi recomendación es que se nutran de todo lo que puedan, de la literatura, el cine, la música, pero también de la gente que los rodea. No hay temas pequeños, de cualquier sitio puede surgir un detonante para escribir.

 

 

 

 

 

 

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