POÉTICAS PERSONALES: ANTONIO MALPICA


En el mundo de la literatura infantil y juvenil es poco probable hallar, a estas alturas del siglo XXI, a alguien que no haya escuchado, leído o enterádose de Antonio Malpica, mejor conocido como Toño Malpica. 

Yo lo descubrí, sin embargo, en el mundo del teatro, a través de su hermano Xavier que fue mi maestro de dramaturgia en varios talleres y con quien escribió varias obras de teatro que se presentaron en diveros foros del país, y en especial de la CDMX.  

También, algo más curioso, por un amigo que se dedica a la música, tanto con proyectos de progresivo y rock, como en la sonorización y grabación en estudio y en concierto. En alguna ocasión, invité a François a una lectura de poesía, pero me negó la invitación porque tenía que ir a musicalizar un grupo a un festival literario infantil. Resultó ser el grupo de los hermanos Malpica que musicalizaban uno de sus propios libros (¿obra de teatro?), que, con temor a equivocarme, se titulaba Monstros. Creo haber escuchado el disco en casa de François, días después, y divertirme con la música, algo jazzística, que narraba una historia fantástica.

Lo que sí es un hecho, leyendo a Toño y encontrándolo en Filij, Fenal y otras ferias de LIJ donde tuve la fortuna de coincidir con él, yo casi siempre de espectador y él presentando algo; es que Toño es un creador en toda la extensión de la palabra. Sin duda se acomoda más en la literatura infantil y juvenil, donde ha sido galardonado con innumerables premios, incluyendo el Premio Iberoamericano SM de LIJ; pero también en la ciencia ficción, ganador del Sizigias en el 2002; la novela noir (premio Una vuelta de tuerca) y en la novela para adultos. 

Algo que me intriga de él, como bien menciona su biografía, es que sus inicios no fueron en las letras, sino en la ingeniería, y tampoco fue un lector voraz en sus pininos, sino que fue descubriendo, como un gozo y un juego, el mundo de las letras. 

Suele suceder que muchos de los mejores escritores son así, abordan las letras como la exploración de la fantasía que habita en sus mentes, la creación constante que les da vuelta con el afán de un mundo mejor. En cierto sentido esto es la esencia de la poiesis, el hacer estético, que parte de la nada para parir al mundo un algo inefable y que es reconocido por espíritus afines. Es en el arte, en este caso la literatura, donde esta creación halla su cauce para comunicar a los otros una visión particular, esos universos que surgen desde la profundidad del alma y de la psique. 

Obvio podría contarles más de Toño, pues me confirmo su lector incondicional, pero mejor invitarlos a descubrirlo en su obra por ustedes mismos.

Queridos amigos, que sus lecturas sean muy felices.

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¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

En mi casa había muy pocos libros y ninguno para niños cuando yo era chico. En realidad mi educación lectora empezó con las historietas de la Editorial Novaro (La pequeñe Lulú, Archie, etc), pero no me enganché verdaderamente con las letras hasta que no descubrí los libros de piratas de Emilio Salgari. Fue cuando estaba en segundo de secundaria que un bibliotecario me acercó a tales libros; recuerdo muy bien la sensación de estar leyendo, sin apoyos visuales, por primera vez, y disfrutando la historia enormemente, lo cual considero que fue mi verdader rito de iniciación a los libros por placer.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

Justo el descubrimiento de que sí era posible leer a mi ritmo y a mi gusto libros que yo podía elegir libremente, sin sentirme obligado a quedar bien con nadie o por cumplir una encomienda.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia? 

El primer libro que leí por elección propia fue El fantasma de Canterville y otros cuentos de Oscar Wilde. Lo elegí por la palabra “fantasma”, claro. Tenía yo menos de diez años. Y he de decir, no sin cierta pena que no fue Wilde quien me convirtió en lector (ya lo dije, fue Salgari), porque me decepcionó bastante que el fantasma del cuento no espantara y que el resto de las obras fueran tan melancólicas. (De hecho estoy seguro de que no lo leí completo). Hoy en día, claro, ya puedo valorar la importancia de Wilde; pero en ese entonces, para qué negarlo, no me atrapó como chiquillo.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

No es por elección, pero hoy en día, como soy bastante insomne, leo mejor de noche, cuando algún espíritu chocarrero interrumpe mi sueño. De cualquier modo, me gusta mucho leer en cualquier momento en el que la vida parece detenerse: en el autobús, en algún café a solas, en la sala de espera del dentista. Ya por elección, me gusta leer sentado cómodamente en la sala de mi casa, al lado del piano; le pido a Alexa que ponga algún jazzecito y me dejo llevar…

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

En este momento estoy leyendo Fantasmas de Peter Straub. Curiosa coincidencia, también lo elegí por la palabra “fantasma”, aunque ahora en plural. Me gusta mucho el terror en la literatura, y éste es uno que tenía pendiente desde hacía mucho.

 

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

Es un misterio. Al menos de manera consciente, ninguno. En mis inicios, cuando empecé a hacer teatro, sí admiraba directamente a ciertos dramaturgos como Woody Allen o Neil Simon y quería escribir como ellos, pero luego me di cuenta de que era mejor encontrar la voz propia. Acaso podría decir que admiro más la belleza y la eficacia de ciertas obras, que a los autores que las han producido. Por ejemplo, debo confesar que lo conseguido por J.K. Rowling con la saga de Harry Potter me parece muy envidiable, no necesariamente por el éxito financiero (aunque no estaría mal emularla también en ese aspecto, claro, jeje) sino por el gusto que generó en todos sus lectores. De ese modo, trato de fijar mi atención en aquellos elementos que considero que logran cautivar de los libros que me han gustado como lector. Personajes, tramas, formas de contar… pueden ser minucias, pero es verdad que ningún libro o autor en particular me ha influido, creo yo, de forma determinante sino, como dije, textos (o incluso fragmentos) en particular.


¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Pongamos que el género del que estamos hablando es el de los libros para niños y jóvenes. Tal vez ni siquiera sea un género como tal, pero sí es la vertiente literaria en la que me hallo más cómodo. Bien… pues me decanté hacia este lado porque me di cuenta de que mi escritura podía ser más fresca, más coloquial, más divertida, más fantástica… y, por si fuera poco, con mejores resultados. Los lectores son los más entusiastas, los más honestos, los más cariñosos… y, a la larga, son ellos los que no me han dejado ir a ningún otro lado.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

Nuevamente, no existe uno solo, creo que tendría que hablar de amalgamas construidas inconscientemente en mi cabeza. A la hora de formar personajes, trato de ajustarlos a la trama que quiero conseguir; es un proceso simbiótico entre ambas partes, y al paso de los años, me he dado cuenta de que es la forma en que más libre y más contento me siento al escribir: tomando todas las decisiones yo mismo, sin dejarle una sola a los personajes (que usualmente están en estado embrionario cuando pienso la historia). De este modo, es posible hallar pedazos de Peter Pan, de Frodo, de Matilda, de Holden Caufield en mis textos sin que ninguno de ellos cobre vida realmente al interior de ningún libro de mi autoría. O al menos no en su totalidad.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

Fue un juego. He de decir que comencé mis pininos de escritor haciendo teatro en mancuerna con mi hermano Javier. Nada nos preocupaba excepto poder llevar a escena lo que escribíamos, así que puede decirse que mi letra era viva, pulsaba y adquiría personalidad prácticamente desde que la plasmaba con un bolígrafo sobre algún cuaderno escolar del que luego arrancaba las hojas para fotocopiarlas y entregarlas a los actores. Creo que a ese primer gozo creativo es al que le debo el haberme quedado, después de tantos años, permanentemente en este oficio.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

Puesto que, como dije, fue un juego, creo que no cambiaría nada. En aquel entonces mi hermano Javier y yo nos guiábamos por la imperiosa necesidad de divertirnos (al fin jóvenes y al fin inquietos). Claro que todos los textos son perfectibles, pero también creo que todos vienen al mundo cuando les toca. Y vale la pena mirarlos con esa distancia y también con esa nostalgia que, inevitablemente, se despierta al leer a esa otra persona que ya no somos en la actualidad. Esas primeras obras de teatro son una huella en el mundo dejada por aquellos que fuimos. Creo que ni teniendo una máquina del tiempo les cambiaría una coma.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

Sólo esta: escribir únicamente cuando quiero hacerlo. Nada de cuotas, nada de horarios, nada de luz precisa o música new age o m&ms en un frasquito. Sólo escribir si me siento con ganas (que, afortunadamente, es casi diario). Es verdad que lo disfruto más por las mañanas y en mi estudio, pero he aprendido también que la escritura honesta bien puede venir a media vacación o en la laptop o en el celular de pie en el metro o donde te acometa.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Casi al mismo tiempo ocurrieron dos eventos significativos: 1) gané un tercer lugar en el concurso de LIJ de Editorial Castillo en el año 2001 con mi novela infantil Las mejores alas y 2) conseguí que me publicaran mi primera novela para adultos El impostor en una editorial que recién comenzaba, “Plan C Editores”.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Cambiante, sorpresivo, con mayor tendencia hacia lo digital y con una obligada necesidad de no olvidar, al menos los que formamos parte, que no necesariamente lo que más se vende es lo que más merece permanecer en la memoria del mundo.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

Supongo que sí, pero es muy difícil preverlo. Yo mismo desearía que, dado que mis libros electrónicos ya se pueden leer tanto en Tokio como en la Patagonia sin depender de tirajes, inventarios o distribuciones, esto estuviera ocurriendo ya, en este momento, (incluso con la repercusión económica correspondiente de ser posible, claro) pero es tanta la oferta editorial y tantos los factores que mueven al mercado, que igual puede ser que mis lecturas aumenten significativamente en los próximos años como que se vengan abajo de manera inexplicable. Sólo me atrevo a asumir que el futuro no será como lo imaginamos.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

No lo sé. Supongo que ser recordado como alguien que siempre escribió de manera honesta y que siempre se esforzó por que ningún lector quedara indiferente al terminar alguno de sus libros.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Esto: No es lo mismo querer escribir que querer ser escritor. Escritor ya eres si narras con el corazón sobre cosas que te importan, aunque no hayas publicado nada. No necesitas el permiso de nadie para empezar a escribir, así que hazlo lo más pronto posible. Si no te desesperas, te aseguro que, al paso del tiempo, empezarán a pasarte cosas muy buenas. 

 

 

 

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