POÉTICAS PERSONALES: SANTIAGO EXÍMENO
A Santiago Exímeno Hernampérez lo conocí en una librería de viejo pequeñita, pero con una selección de cifi, horror y weird gustosa, con un librito suyo publicado por el Grupo AJEC: Asura.
La novela, de pastas negras con un frontispicio dorado representando un pergamino sánscrito, algunos edificios con cúpulas de Bunelleschi y un ser con aspecto de licántropo, es una extraña confección dentro de la ciencia ficción en castellano. A mi parecer, la novela es parte del cyberpunk, situada en particular en un Madrid que se transforma lentamente en una ciudad hindú, el río Manzanares un nuevo Ganges sagrado donde los cuerpos purifican sus espíritus y se transforman, una sumisión tecnológica para escapar del mundo, llegar, quizá, a un nirvana virtual.
Esta novela, que fue mi iniciación hacia Exímeno, ya traía una prosa cargada de ciertos dotes oscuros, de pinceladas de la carne, de cierto desasosiego.
Posteriormente pude leer su libro de cuentos: Umbría.
En estos cuentos podemos apreciar la potencia de su visión (un tanto pesadillesca), sus temas fetiches (el dolor, la soledad, el body-horror) y esa excelente prosa que introduce sin escapatoria al lector, lo atrapa para no soltarlo. De los nueve relatos, todos más aterradores y perturbadores que los anteriores, el que más recuerdo se titula Lo más dulce, donde un viudo y su hija, para deshacerse de su dolor y su tristeza, visitan una dulcería que prontamente se torna en una experiencia infernal.
Otra cosa que es fascinante de este libro es la creación de un escenario común, Umbría, donde suceden los relatos, hermanándolos por esa geografía atroz coronada por la gran noria de giro eterno, quizá un ojo que todo ve, un símbolo del samsara, la rueda de vida y muerte, el sufrimiento del que hay que escapar.
Recientemente, Santiago se hizo acreedor, con su novela Carne y hueso, del primer premio El Proceso. La novela, bajo el manto de un escenario tumefacto y sanguinolento, es una feroz crítica de la sociedad estratificada que debe experimentarse de forma virginal.
También, para él mismo curioso y sorprendente, uno de sus cuentos de horror acaba de alzarse con un premio de cuento generalista auspiciado por la marca de autos Renault.
No puedo dejar de mencionar otra faceta suya que me atrae, su contribución como creador de juegos de mesa. De esta faceta creo que podría sorprenderles lo prolífico de su obra, basta visitar su página web al respecto.
Tiene algunos juegos de libre descarga. Yo he descargado uno sobre ninjas y samuráis que de seguro jugaré pronto con una amigo que disfruta también esta afición.
Me resta decir por hoy que se animen a entrar en sus letras, sobre todo porque como yo es un lector entusiasta de Machen, y que sus lecturas sean felices.
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¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y
de los libros?
De niño siempre estuve rodeado de libros. Mis abuelos paternos tenían una biblioteca enorme, repleta de libros de todo tipo, desde grandes clásicos hasta novelas «de a duro», como se conocían los libros baratos de distintos géneros, en su mayoría del Oeste, publicados en un formato pequeño y muchas veces sin apenas revisión. Mi padre también es un gran lector y en casa siempre tuvimos esa cantidad desproporcionada de libros que te ayuda a comprender que, aunque quieras, nunca podrás leerlo todo. Además, mis padres adoraban el género del terror, por lo que en las estanterías no era difícil encontrar libros de Poe, Lovecraft o King. Desde pequeño sentí predilección por el género fantástico en todas sus acepciones, principalmente por la ciencia ficción y el terror. Lo que a veces no lograba sentir con las películas me lo transmitían los libros, y sobre todo los relatos. Adoraba leer antologías de relatos que reunían a autores que desconocía, y después buscar más y más sobre ellos. Recuerdo que de niño veraneábamos en Málaga, en concreto en Benalmádena, y nos íbamos a diario a Torremolinos a una tienda de libros de segunda mano que para mí era un pequeño paraíso.
¿Cuál dirías que fue la razón principal que
te convirtió en lector?
Desaparecer. Cuando me sumerjo en un libro, desaparezco en su interior. La lectura me absorbe por completo. He experimentado ocasionalmente el mismo efecto jugando a videojuegos, o con juegos de rol o de mesa, pero la lectura es un proceso introvertido, personal, tan satisfactorio que resulta difícil compartirlo. Creo que todos los que leemos buscamos ese momento mágico en el que solo estás tú y la historia narrada, cuando todo lo demás carece de importancia. Cuando cierras el libro y miras la hora te asombra el tiempo que ha transcurrido. Es una sensación que se amplifica cuando soy yo el que escribe, el que crea.
¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído
por elección propia?
No creo que recuerde realmente cuál fue el primer libro que escogí. Podría fantasear con muchos, pero probablemente uno de los que más me marcó fue una edición española de la obra de Arthur Machen, titulada Dossier del Terror, que incluía varios de sus relatos y novelas cortas. Ese libro tenía una portada horrenda, un muerto viviente despertando de la tumba en un cementerio, que nada tenía que ver con lo que contenía. En casa éramos muy aficionados a ver películas de horror grotescas —hablamos de principios de los años ochenta, con los videoclubes apostando por obras de Lucio Fulci, Roger Corman o Darío Argento—, ya que mis padres siempre le restaron importancia a que mi hermana y yo viéramos escenas tan violentas con diez o doce años. Las películas de zombis me fascinaban, así que ese libro me llamó más por su portada que por otra cosa. Yo no sabía quién era Arthur Machen, pero durante años recordé todos y cada uno de sus textos. Lo leí por primera vez probablemente con doce años, y volví a él muchas veces más.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para leer?
No. Disfruto leyendo sentado en casa con mis hijas o en el tren o incluso en un parque. Cualquier momento es bueno para leer.
¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir
dicho texto?
Siempre estoy leyendo dos o tres libros simultáneamente.
En este momento estoy leyendo un ensayo titulado Cómo componer una canción, de Jeff Tweedy, el líder de Wilco. Me gusta leer libros que traten sobre la creatividad, sobre cómo forma parte intrínseca de todos nosotros y solo tenemos que dejar que se abra paso. Este es uno de esos libros, y me gustó mucho encontrar la misma referencia a «desaparecer» que mencionaba anteriormente, eso que en otras ocasiones he visto mencionado como flow, tal y como lo referenciaba Csikszentmihalyi en su psicología de la felicidad.
También estoy leyendo los relatos de Lucia Berlin, recogidos en el libro Manual para mujeres de la limpieza. Qué maravilla de textos. Contenidos, sencillos, pero llenos de fuerza. Los estoy disfrutando muchísimo.
Y llevo unos meses perdido entre los libros de filosofía de Eugene Thacker y Nick Land.
En tu formación como escritor, ¿qué
libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?
No sabía precisarlo. Creo que más que un libro concreto hay autores que siempre tengo en mente cuando escribo. J. G. Ballard, Ramsey Campbell, Clive Barker y Raymond Carver son nombres que siempre me vienen a la mente cuando me hacen esta pregunta, aunque podría mencionar libros concretos de otros autores que me han marcado profundamente, como la trilogía involuntaria de Mario Levrero u 88 sueños de Juan Eduardo Cirlot. O los microrrelatos poéticos de Rafael Pérez Estrada. O toda la poesía relacionada con lo gótico y lo oscuro. Soy un lector voraz, leo habitualmente más de un centenar de libros al año, así que al final todas esas lecturas, de alguna u otra forma, aparecen en mis propios escritos.
¿Cómo te decantaste por el género
favorecido por ti a la hora de escribir?
Siempre he sentido una atracción especial por lo oscuro, por lo retorcido, por lo oculto. Como lector y en general en todas las disciplinas artísticas. Desde la música gótica o siniestra, como se la conocía en España, hasta el cine de horror o los videojuegos con temáticas escabrosas. No sé por qué, pero es así, me atrae ese lado más transgresor, más grotesco, de la vida humana.
¿Qué personaje literario ha marcado tu
construcción de personajes y cómo ha sido eso?
No sabría decir un personaje concreto. Quizá me influye la manera que tenía Raymond Carver de esbozar a sus personajes en sus textos breves. Y al mismo tiempo el detalle excesivo y desproporcionado de Stephen King al tratar los suyos. Soy de proporcionar pocos detalles concretos, de dejar que el lector juegue con ellos y los recree en su propio imaginario. Sí me gusta jugar con los nombres, que signifiquen algo, tanto para mí como para el lector.
¿Cómo sucedió la escritura de tu primer
texto?
Escribía relatos cuando era un niño, claro, y la falta de crítica cuando tienes esa edad me permitía enamorarme de ellos. El primero que recuerdo que mereciera denominarse relato se titulaba Aquella extraña luz, apenas dos cuartillas, que le entregué a mi profesora de lengua cuando yo tenía catorce años. Fue importante para mí este hecho. Era una profesora sustituta, porque la nuestra había enfermado. Como no tenía muy claro al principio cómo evaluarnos, nos pidió a todos los alumnos que escribiéramos un relato y se lo entregáramos, ella lo corregiría y formaría parte de nuestra nota final. Yo escribí un pastiche lovecraftiano a mano y lo entregué. Recuerdo perfectamente cuando, varios días después, me llamó a su mesa y me lo entregó corregido. Había más correcciones en rojo que texto. Muchísimas. Pensé que era un desastre, pero ella me dijo: «Eh, gran relato, me ha encantado. Revisa todo lo que te digo, porque estoy segura de que terminarás escribiendo relatos mucho mejores». Algo así. Una palmada enorme en la espalda. Quiero creer que le debo a esa profesora haber llegado hasta aquí.
Los primeros
textos que publiqué aparecieron en fanzines y ezines. Horribles todos, sin
duda, aunque mantengo mi cariño por ellos.
Mi primer texto
valioso, «Origami», apareció en 2003 en la revista Gigamesh. Ahí ya estaban
todas mis intenciones: costumbrismo con lo grotesco de fondo, relaciones
personales, crítica social.
Si pudieras reescribir tu primer texto,
¿qué harías diferente/igual y por qué?
Cuando mandé Origami a Gigamesh su editor, Julián Díez, me dijo que el relato le parecía publicable en la revista pero que el final perdía fuerza. Que no estaba a la altura de lo que proponía el texto. Me invitó a cambiarlo sugiriéndome otro final. No soy una persona con demasiado ego, así que me senté tranquilamente delante del texto, lo releí, valoré lo que Julián Díez me decía y comprendí perfectamente qué es lo que mi relato pretendía y por qué no lo lograba. Esas palabras de Julián las he tenido presentes desde entonces. Un relato debe tener fuerza siempre, pero sobre todo debe hacerlo en su inicio y en su desenlace. Debe significar algo.
¿Qué cambiaría
ahora? Muchas cosas, claro. Ya no me reconozco en ese texto. Han pasado veinte
años. Sin embargo, creo que tal y como está escrito es un relato valioso, y no
tendría reparos en volver a publicarlo sin tocar ni una coma. Bueno, quizá
alguna coma sí cambiaría.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para escribir?
No. He intentado tenerlas, porque al final todos los escritores te hablan de su ordenador, de su máquina de escribir, de su libreta de notas, de su silla favorita, de su estudio. Yo tengo dos hijas y un espacio reducido en casa, así que escribo donde puedo y como puedo. Y a cualquier hora. Cuando me dejan. Y soy feliz así.
¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?
Llega un momento en el que crees que es necesario compartir lo que escribes con alguien más que con tu familia y tus amigos. Yo empecé en grupos de correo y en redes hablando con otros aficionados, publicando en fanzines de amigos, apuntándome a eventos de lo que denominamos fandom. Los pasos normales para un recién llegado. En un determinado momento tuve la suerte de recibir algunos premios y se me abrieron más puertas. Todo ha sido paso a paso, sin grandes aspavientos, como algo más integrado en mi día a día. Y solo puedo agradecer a todos los editores que han confiado en mis textos.
¿Cómo imaginas el mundo de la edición en
los siguientes años?
No creo que para mí cambien mucho las cosas. Quizá en vez de relatos publique suplementos para juegos de rol, pero donde yo me muevo, en editoriales pequeñas y coquetas, no creo que haya grandes cambios.
Dadas las posibilidades editoriales
futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus
perspectivas/alcances?
Soy un escritor underground, que lo pasa bien en los márgenes, que es feliz con pequeñas cosas. Nunca me ha preocupado el alcance de mi obra, más allá de que mis editores recuperen su inversión y ganen dinero para continuar con su trabajo editorial. En ese sentido, podrás ver textos míos en revistas gratuitas en internet o en antologías que recojan lo mejor del año en otros idiomas. Yo soy feliz con ambas situaciones y no tengo en mente que eso deba cambiar, ni a corto ni a largo plazo.
¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la
literatura?
¡Ninguno! Yo disfruto el día a día. Cuando yo no esté, nada de lo que he hecho será relevante. Al menos para mí.
¿Qué le recomendarías a un autor que apenas
comienza y que te ve como inspiración?
Que disfrute. Yo hago esto porque disfruto más creando que contemplando. Todo lo demás vendrá después, si tiene que venir. Si no se disfruta, no merece la pena.
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