POÉTICAS PERSONALES: ADRIANA AZUCENA RODRÍGUEZ
Adriana Azucena Rodríguez, en los últimos años, es omnipresente en la minificción latinoamericana.
Yo mismo la descubrí cuando comencé a mandar mis minis al mundo, a revistas físicas y digitales, a antologías editadas por las universidades del país. Ahí, en cualquier ejemplar o libro donde lograba colocar una, aparecía ella como una constante, y era una sensación muy buena de pronto hallarse entre muchos de los mejores minificcionistas de la lengua. Era, felizmente, iniciarse en una cofradía secreta donde ellos, las eminencias que movían al género, lo revolucionan con sus estéticas, nos tendían la mano con benevolencia.
Esta misma benevolencia la comprobé cuando la contacté para realizar esta entrevista. Generosamente, Adriana respondió que sí y contestó en un tiempo brevísimo, marca obvia del minificcionista de corazón.
Sospecho que este mismo afán de compartir y de tejer redes viene de su enseñanza, pues Adriana, Doctora en Literatura Hispánica por el Colegio de México, también se desempeña como profesora en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, dentro de la Licenciatura en Creación Literaria, e imparte varias asignaturas de teoría literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Lo que más me emociona de su obra es el rango tan amplio de temáticas que toca. Incorpora los mitos de la antigua Grecia o Roma, hace una lectura crítica de las narrativas judeocristianas, ahonda en la exploración de literaturas orientales, vuela en la fantasía, es seria e irónica a la vez, trabaja la feminidad y juega con los géneros, los desdobla y los multiplica. Muchas de sus mejores minis tienen esa visión ácida que regocija el ingenio y en todas hay una búsqueda consciente y lúdica de decir la experiencia humana, de decir una verdad que ilumine nuestro andar por el mundo.
Ha publicado los libros de cuentos La verdad sobre mis amigos imaginarios, De transgresiones y otros viajes, Postales (Mini-hiper-ficciones), La sal de los días y El infierno de los amantes. como ensayista ha publicado Coincidencia para una historia de la narrativa mexicana escrita por mujeres y Las teorías literarias y análisis de textos, así como artículos sobre literatura del Siglo de Oro, narrativa mexicana del siglo XX y otros temas.
En la siguiente mini, me parece podemos ver cómo se conjugan las diferentes inquietudes de Adriana, cómo su obra está atravesada por referencias literarias que conforman un diálogo con la tradición, con la poesía y el cuento, con el arte en su totalidad. Quizá, y esto es algo que me encantaría, es también un atisbo a su propia poética, materia principal de este blog. Disfruten:
Cuentos mínimos a grandes rasgos (Nodecálogo)
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¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y
de los libros?
Definitivamente,
en la infancia. Los cómics —“cuentos”, en aquella época— y las enciclopedias
caseras me hipnotizaban; aunque mis primeros libros fueron Mujercitas, El principito,
Staurofila, Canek, aunque mis libros
de la escuela me entusiasmaban sinceramente. Cuando terminé la preparatoria y
era momento de elegir una carrera, tuve que ser sincera y reconocer que yo sólo
servía para leer —y, en secreto, quería escribir—, así que elegí la
licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas. El descubrimiento se volvió
cotidiano, adictivo y obsesivo, aunque siempre sorprendente.
¿Cuál dirías que fue la razón principal que
te convirtió en lectora?
El placer de
leer, un placer cuya causa he tratado de dilucidar desde mi lugar de teórica y
académica. Conectar con las experiencias recreadas en la obra (la famosa
“identificación”), el goce de la musicalidad de las palabras (sobre todo en la
poesía), la curiosidad por la resolución de una trama (¿cómo va a terminar esta
historia?) y las ideas dispuestas en la obra y desarrolladas a través de los
personaje y las situaciones (no el “mensaje”, o la ideología declarada).
Entonces, ya que vislumbré esas causas, me enganché a la comprensión de cómo se
logra construir un texto para provocar tales efectos: cómo se conjugan las
palabras y el sentido, la emoción y el ritmo de lectura; la manera en la que el
autor caracterizó a un personaje, ocultó secretos “a la vista” del lector y los
reveló en determinado momento; me fascina descubrir influencias del escritor y
cómo reconstruyó aquello que ya había sido escrito.
Por supuesto, el
hábito también es una razón para seguir en la lectura: ciertas actividades como
ir a la librería, distraerse del aburrimiento o la soledad con un libro, viajar
y leer, comentar libros con los amigos, no sólo te convierten en lector,
también te mantienen relacionado con la lectura.
¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído
por elección propia?
No tengo muy
claro cuál fue el primer libro que elegí: recuerdo que los dibujos raros de El principito fueron los que me llevaron
a leerlo. Un fragmento de Canek que
venía en un libro de texto me hizo
comprarlo en la feria del libro del pasaje del metro Zócalo-Pino Suárez. La
anécdota de que mi papá le regaló a mi mamá Staurofila
cuando él empezaba a pretenderla me puso a leer el libro. También hubo una
moda de libros “prohibidos” sobre jóvenes adictas o asesinadas o violentadas y
no paré hasta leer uno o dos. En fin, supongo que tuve acceso a algunos libros
y libertad para elegir leerlos —o, por lo menos, no me hacían mucho caso, lo
que también tiene su lado positivo.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para leer?
Varios rituales
y técnicas. Como soy profesora, tengo que consultar varios libros para preparar
clases: frente a la computadora, con el tiempo medido, sobre todo como
relecturas. Cuando investigo para redactar un ensayo, subrayo, uso banderitas
de papel, hago anotaciones, reviso paralelamente dos o tres libros. Cuando
escribo, tengo el ritual de decirle al autor: “dime cómo escribo, qué te robo,
cómo resolviste la situación que planteaste”. Aún leo por exclusivo placer en
un sillón, incluso mi gata parece reconocer esos momentos y se acomoda junto a
mí a jugar, dormir y ronronear. Y, claro, a donde vaya, llevo un libro, para
los ratos de espera o el café.
¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir
dicho texto?
La tienda de antigüedades, de Dickens:
estaré fuera de circulación las próximas dos semanas, así que es un buen
momento para leer una novela muy larga. Hay un canal de Youtube, #YoLeo, en el
que Leonel Alí Zanotelli Correa conversa con críticos y escritores —me ha
invitado un par de veces a participar, por cierto— y hace poco Abraham Miguel
Domínguez, especialista en el escritor inglés, comentó con mucho entusiasmo
este libro.
En tu formación como escritor, ¿qué
libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?
Muchísimos, pero
esta es una buena oportunidad para mencionar a Rubén Bonifaz Nuño, autor del
libro sobre el que escribí la tesis de licenciatura: Albur de amor. Tuve oportunidad de conversar con el poeta y, además
de admirarlo por su obra, por su escritura profunda, también descubrí en él al
académico que combinaba la crítica y la investigación con la creación. Es un
autor que se caracteriza por su diversidad de intereses: la literatura clásica
y la prehispánica o la música popular; yo también me inclino por diversos
temas, como la teoría literaria, la mexicana y la minificción; incluso disfruté
dedicarme a la novela pastoril del siglo XVI, con la tesis de doctorado.
También me sorprendía que escribiera tanto, y él me contó que se dedicaba cada
día a la escritura y a la investigación: algo que trato de hacer también yo,
con una disciplina y un programa organizado.
¿Cómo te decantaste por el género
favorecido por ti a la hora de escribir?
Me dedico al
cuento y la minificción. En general, prefiero la narrativa, aunque el teatro me
resulta fascinante y la poesía me parece la esencia de la literatura. Me gusta
leer cuentos más que cualquier otro género: la diversidad de propuestas que
ofrece —cuento climático, anticlimático, con énfasis en el desarrollo
psicológico, anti-cuento…— y sus múltiples géneros —cuento de terror,
fantástico, de hadas, rural, indigenista, urbano…—. El logro del efecto ante el
reto de la brevedad me llevó a la minificción, por lograr intensidad de efecto
con el mínimo de elementos. Estoy convencida, también, de que la extensión que
un autor alcanza es una condición casi natural: como el tiempo que las personas
pueden resistir bajo el agua. Entonces, mi propia condición me orienta hacia
esos géneros, hacia la brevedad, como lectora y escritora.
¿Qué personaje literario ha marcado tu
construcción de personajes y cómo ha sido eso?
En primer lugar,
Juan Rulfo: no dejo de maravillarme ante los personajes de Pedro Páramo y El llano en
llamas. Es exacto en la elección de los nombres, en la creación de su
apariencia y su carga psicológica que los lleva a actuar como lo hacen, a hablar
como hablan. Rulfo declaraba que comenzaba a escribir a partir del personaje,
no al revés. Sus personajes, son, además, excelentes narradores, y sus
narradores llegan a percibirse como personajes. Sin embargo, es uno de esos
autores que llegan a inhibir la escritura: ¿para qué escribir, si ya logró una
perfección que prácticamente nadie podrá alcanzar? Lo mismo me ocurre con
Miguel de Cervantes, Jane Austen o García Márquez.
Yo tiendo, con
mayor consciencia, a los personajes que me recuerdan a personas que puedo
observar con cierta distancia; también a los personajes arquetípicos, como los
mitológicos o los del cuento tradicional. A veces tomo personajes literarios y
los modifico al situarlos en otra época o circunstancia. Creo que eso lo tomé
de Julio Torri, otro autor fundamental en mi formación.
¿Cómo sucedió la escritura de tu primer
texto?
Ya he mencionado
que me gustan las historias, así que de niña dibujaba personajes y situaciones,
escribía diarios aunque no me pasaban muchas cosas. Por supuesto, me dio por la
poesía y escribí algunos poemas. Pero mi primer cuento es una experiencia
memorable: una ráfaga que me ocupó toda la mente. Es una historia de una joven
que parece liberarse de una relación muy destructiva cuando su amante muere,
pero un día reaparece, con intención de hacerla aún más miserable. Me sorprendí
de poder plantear esas situaciones extremas y terminar la historia. Resulta que
es un cuento malísimo, por supuesto, pero creo que aún lo conservo como
testimonio de esa experiencia determinante y placentera.
Si pudieras reescribir tu primer texto,
¿qué harías diferente/igual y por qué?
Recuerdo esa
experiencia tan avasalladora que no creo posible controlarla. Esa fue la única
forma de escribir que imaginaba y así escribí mis primeros libros —que son, en
realidad, mi primer libro—. Ahora soy profesora en la licenciatura en Creación
Literaria de la UACM e insisto a los estudiantes que partan de un proyecto para
armar un libro completo en un tiempo determinado, ya que el mundo editorial funciona
más en ese sentido. Yo no sabía eso —pues mi carrera, Lengua y Literaturas
Hispánicas, estaba orientada a la crítica literaria—, entonces, eso es lo que
haría diferente.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para escribir?
Mi único ritual,
más o menos establecido, es el de dedicar tiempo exclusivamente a la escritura:
lo más difícil es evitar las distracciones, así que incluso apago el celular y
evito escribir en la computadora. Ya mencioné que escribo acompañada de libros.
Me propongo un tema como punto de partida; aunque no me lo impongo como tarea.
Tomo café y, si no surge nada, leo o corrijo cuentos ya escritos.
¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?
Fue realmente
difícil: no tenía contacto alguno con ese mundo, pues me había concentrado en
mi carrera académica y docente. Tenía que empezar a investigar qué editoriales
recibían manuscritos y dónde o a quién presentarlos. Comencé con las
universitarias, pues era mi ámbito laboral. Y no tuve éxito, pero comencé a
entender los criterios con los que seleccionaban proyectos. Por fin, entré en
contacto con un grupo de profesores y académicos que también tenían
dificultades para publicar obra creativa, e impulsaron una colección de textos
de creación en la editorial Terracota; el nombre resultaba muy revelador: “La
escritura invisible”. Lo lograron y lo agradezco mucho: apareció así mi primer
libro: La verdad sobre mis amigos
imaginarios, además encontré un grupo de escritores en situaciones
similares. Siguió siendo difícil publicar los siguientes libros; aún lo es,
pero ya tengo más experiencia y, sobre todo, la conciencia de esa dificultad.
¿Cómo imaginas el mundo de la edición en
los siguientes años?
Creo que habrá
más proyectos de edición digital, de distribución en plataformas —las
transnacionales que dominan en la actualidad ponen en mayor desventaja aún a
las editoriales independientes—: me temo que el mundo editorial tendrá serias
dificultades, sobre todo en un ámbito como el nuestro, con escaso número de
lectores. En ese sentido, lo que más me preocupa es la lectura: el libro como
objeto me resulta cómodo, accesible, que favorece la concentración, pues hay
que sostenerlo con las manos y en una posición en que la vista hace un ángulo
exacto con ellas. Mientras que la edición digital entra en competencia con
miles de estímulos contenidos en un dispositivo electrónico: redes sociales,
juegos, videos, etc., mucho más inmediatos y, aparentemente, interactivos.
Dadas las posibilidades editoriales
futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus
perspectivas/alcances?
En realidad, no.
Sólo disfruto escribir; cuando es posible, acudo a actividades de difusión y
publico sin preocuparme tanto por el soporte; así que algunos de mis textos han
surgido directamente para medios digitales. Me gusta incorporar esos asuntos como
temática de alguna historia y trato de aprovechar las redes sociales para
difundir mi obra. Aunque, definitivamente, soy una escritora del siglo XIX:
escribo a mano y en libretas casi siempre, leo mis escritos a mis amigos y
prefiero publicar en papel, asistir a presentaciones y dedicar libros con una
nota manuscrita.
¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la
literatura?
Mi obra es
bastante intrascendente. Es sincera y me hizo más bien a mí que yo a mi
escritura. Con eso me conformo.
¿Qué le recomendarías a un autor que apenas
comienza y que te ve como inspiración?
Paciencia: con
tu propio proceso creativo y los resultados de tu empeño: ¿qué esperas de tu
proyecto creativo? ¿hay condiciones para alcanzar tus expectativas?.
Lectura de los
autores y autoras más importantes: Cervantes. Ursula K. Le Guin, Shakespeare,
Jane Austen, Lope de Vega y Rulfo son un buen comienzo, pero tus intereses te
llevarán a autores que los comparten y estos a otros autores.
Tal vez
recuerdas la famosa “habitación propia” de Virginia Woolf: creo que se refiere
a la búsqueda de una cierta estabilidad que te permita independencia para leer
y escribir y sí, me parece fundamental.
Asiste a
talleres que te estimulen a escribir y a ser leído por lectores cuya opinión
respetes; en algún momento tendrás que someter tu trabajo a la publicación:
mejor empieza pronto a experimentar críticas, sugerencias y, en ocasiones,
rechazos.
Te recomendaría
que escribieras sólo si hacerlo te produce una profunda emoción; aunque,
paradójicamente, también deberías hacer de la escritura parte de tu rutina.
No olvides leer
teorías acerca de las reglas de escritura, funcionamiento y géneros literarios;
pensar que escribir es pura inspiración es ingenuo y, además, también es una
teoría.
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