POÉTICAS PERSONALES: ESTELA P. MOLATORE
Comencé a seguir a Estela Peña Molatore por mediación de Otto Cázares, artista multifacético a quien conocí, algunos años atrás, en el Centro Refugio Citlaltépetl, donde ambos, muy jovencitos todavía, estábamos becados para cursar el Diplomado Anatomía de una Era: 500 años de Cultura en Occidente.
Me gustaban sus tuits: sobre libros, guiños culturales, traducción, referencias a escritores, todo eso que es de mi agrado.
Después supe que Estela se dedica profesionalmente a la traducción, en particular entre el italiano y el español, aunque también del inglés al español y del francés al español.
Como traductora tiene más de veinticinco años de experiencia, casi siempre como traductora independiente de varias casas editoriales. Lo que más disfruta traducir es literatura infantil y juvenil, pero traduce también narrativa para adultos, poesía (Javier Sicilia al italiano o Walt Whitman al español) y libros de no-ficción, de los que el catálogo es variadísimo: ensayo, espiritualidad, política, divulgación científica y cultural. Ha sido también miembro de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios donde se ha desempeñado como Secretaria General.
Me gustaría resaltar que entre la literatura ha traducido del italiano al español a Igor Sibaldi o a Marco Franzoso.
Es también dictaminadora de manuscritos para varias editoriales, labor que desempeña con pasión.
En últimas fechas, he visto que Estela ha estado muy activa en el medio para revalorizar el rol de los traductores en la industria editorial. Coincido con ella de que los traductores no sólo trasladan de un vocabulario a otro, sino que son creadores a su vez al encarnar el pensamiento, la voz original, el ritmo incluso, la intención, al insuflarle parte de su propio espíritu.
Dice Estela, en una entrevista hallada en el ciberespacio, que "los traductores son como Virgilio, como Beatriz: tomamos de la mano a los lectores y los acompañamos, de una suave manera, en mundos desconocidos. Les abrimos las puertas, les explicamos esos códigos secretos que hay en otros mundos, esos códigos que, de alguna manera, no podrían comprender y creo que, en ese sentido, el trabajo del traductor tiene un valor en sí mismo: acompañar a ver otros mundos y abrirnos el horizonte."
Por eso mismo, estimados lectores, deseo que desde ahora, siguiendo la moción de Estela, cada que lean alguna traducción, fíjense quién traduce, porque esa persona será quien les abra puertas de mundos increíbles.
Que sus lecturas sean felices.
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¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y
de los libros?
Tuve la fortuna
de nacer rodeada de historias y libros. Escuchaba a mi mamá contar las novelas e
historias que leía. Era muy buena narrando, a cada personaje le daba su propia
voz, recreaba ambientes, y sabía dónde hacer pausas, detenerse o dejar la
historia para dejarnos en suspenso. Cuando era muy pequeña mi papá me leía
cuentos antes de dormir. El tiempo de lectura era parte de la rutina diaria y
era algo emocionante. En casa el mejor regalo era un libro: lo mismo en Navidad
que en los cumpleaños, pero también llegaban muchos libros sin motivo. Tengo
una biblioteca de cuentos de mi infancia y muchas veces vuelvo a ellos.
¿Cuál dirías que fue la razón principal que
te convirtió en lector?
Descubrir
historias e imaginar mundos. Siempre me ha resultado fácil "meterme"
en las historias, veo a los personajes, oigo sus voces, siento el aire o el
frío, me río, me enojo, lloro, se me acelera el corazón. Leer para mí es una
experiencia en 4D, así que la disfruto enormemente: cada libro es como un
viaje.
¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído
por elección propia?
Una tarde de
domingo pasaron en la tele la película de Mujercitas, la versión de
1949 con June Allyson y Elizabeth Taylor. El personaje de Jo March me encantó,
porque era valiente, leía muchos libros y también escribía. Quise leer la
historia completa, porque sabía que en el libro había mucho más que en la peli.
Fue el primer libro que leí sin ilustraciones. Tenía ocho o nueve años. Lo
terminé y lo empecé de nuevo enseguida.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para leer?
Por mi trabajo
leo todo el día, pero sobre todo me gusta leer antes de que amanezca cuando
todo está en silencio y de a poquitos se empieza a colar la luz del amanecer y
escucho de fondo a los pajaritos; a esa hora disfruto más la lectura y la
dedico a los libros que elijo por placer.
¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir
dicho texto?
Estoy en un
círculo de lectura, buscamos títulos esenciales e imprescindibles, y ahora estamos
leyendo El cuento de la criada de Margaret Atwood. Lo había leído hace
mucho tiempo, pero en esta relectura estoy encontrando claves distintas y
nuevas que no vi hace años. Supongo que la madurez sirve para ver con ojos
nuevos.
En tu formación como traductor, ¿qué
libro/escritor ha tenido mayor influencia en ti?
Todavía no sabía
que quería dedicarme a la traducción cuando leí por primera vez El Perfume
de Patrick Süskind. Estaba muy metida en la historia y de pronto caí en cuenta de
que se trataba de una traducción del alemán, que es un idioma que desconozco
por completo. Me acuerdo que pensé que parecía una historia escrita en español.
No notaba en ninguna parte "baches" o frases que sonaran raras. Fluía
de maravilla. A partir de entonces, empecé a poner atención en las traducciones:
sin duda, unas eran mejores que otras. Quisiera que a quienes leen mis
traducciones les pase lo mismo que a mí con la maravillosa traducción de Pilar
Giralt Gorina de El Perfume.
¿Consideras (y por qué) que la traducción
es un acto creativo?
Desde luego que sí.
Los traductores tenemos que ser muy, muy creativos. No se trata de pasar las
palabras de un idioma al otro, eso lo hace Google y la prima que estudió inglés
un verano en Palo Alto, California. Se trata de trasladar las ideas, las
sensaciones, la cultura, la voz de un autor a sus lectores de habla hispana.
Como traductores muchas veces pasamos horas pensando en cómo traducir una sola
palabra. Lo que hace la diferencia entre una traducción buena y una mala es
precisamente la creatividad. No se trata sólo de exactitud, sino también de
belleza, y esa no la consigue una máquina, esa es fruto de la creatividad y el
dominio del lenguaje del traductor.
¿Cómo sucedió la traducción de tu primer
libro?
Estudié la
licenciatura en Derecho. En el primer semestre, mi maestro de Derecho Romano me
pidió que le ayudara a traducir un texto jurídico del italiano al español. Yo
no tenía idea de traducción, ni de términos jurídicos y tampoco hablaba el
suficiente italiano, pero dije que sí. Buscaba cualquier rato libre para
ponerme a traducir. Se volvió una prioridad y casi una obsesión: disfrutaba
muchísimo investigando, y regresaba al texto una y otra vez para pulirlo. En
ese momento no fui consciente de cuánto me gustaba traducir, el tiempo se me
iba volando.
En mi primer
trabajo también me pedían que hiciera traducciones de leyes y artículos. Apenas
terminé la carrera, me titulé y no volví a interesarme en el Derecho.
Si pudieras traducir nuevamente ese primer libro,
¿qué harías diferente/igual y por qué?
Ese texto quedó
horrible. No lo tengo para revisarlo, pero tampoco tengo dudas. Como te dije,
ni sabía traducir, ni derecho romano, ni leyes, tampoco sabía el suficiente
italiano y sólo tenía a mano un diccionario de bolsillo.
Aunque no me
arrepiento de haber aceptado el encargo, porque disfruté mucho del proceso y
descubrí sin querer mi vocación, hoy rechazaría el trabajo. Aprendí a decir
"no" cuando sé que no tengo las aptitudes y conocimientos suficientes
para traducir algo. Por ejemplo, no me meto a traducir poesía con métrica y
rima. Muchas personas se lanzan a traducir cualquier cosa porque hablan o medio
hablan un idioma y los resultados son desastrosos. Hay que aprender a reconocer
nuestros límites. La ignorancia es temeraria. Mientras más pasa el tiempo, más
cuenta me doy de lo complejo que es el arte de la traducción. Para mí la honestidad
es elemental. Es respetar al autor, al texto y al lector.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para traducir?
Lo ideal es
tener primero la oportunidad de leer todo el texto. Así puedo tomar notas: busco
palabras especiales, posibles dificultades, datos que debo investigar, y voy
armando mi glosario. También me gusta saber quién es el autor, su tiempo y sus
circunstancias. Después empiezo a traducir. Casi siempre, a mitad del trabajo
regreso al inicio y pulo el texto. Al terminar toda la traducción la dejo
reposar unos días y hago una lectura final en la que siempre corrijo un montón
de cosas. No uso ningún programa de traducción.
Por los
apretados ritmos editoriales no siempre tengo la posibilidad de familiarizarme
con el texto y debo empezar casi en blanco sin conocer la obra. Pero en la
traducción siempre hay algo mágico y entro en un estado de tal concentración
que el tiempo se dilata para mí. Mihály Csíkszentmihályi lo llama Flow,
es como un estado de gracia que me permite adentrarme en el texto y escuchar la
voz del autor. Lo que nunca dejo de hacer es dejarla reposar y volver a ella
para una lectura final.
¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?
Llevaba ya casi
veinte años traduciendo, lo mismo para empresas que proyectos individuales.
Había traducido varios libros que me encargaban para disfrute o uso personal.
Un día me encomendaron la traducción de una obra esotérica que, en su momento,
me gustó mucho y pensé que era un proyecto que podía interesarle a alguna editorial,
pero no tenía idea de cómo hacerlo. Como dije, el mundo de la traducción y la
literatura tiene mucho de mágico. Por mera casualidad conocí a una editora.
Ella, generosa, me indicó el camino. A partir de ese encuentro se abrieron las
puertas del mundo editorial, y desde entonces me dedico casi de forma exclusiva
a la traducción de libros.
¿Cómo imaginas el mundo de la edición en
los siguientes años?
Aunque no nos
guste hablar de ello, el mundo editorial es un mundo de negocios, y dineros, y
los libros son productos comerciales. Las grandes editoriales para subsistir
tienen que estar en el mercado y vender, vender mucho y no son propensas a apostar
por nuevos talentos, por autores desconocidos o por géneros poco comerciales,
como la poesía. Por fortuna, las "pequeñas" editoriales, las
independientes, están llenando esos vacíos y creo que se está gestando un
equilibro donde hay espacio para todos: editoriales muy comerciales, con
producciones masivas y también editoriales de nicho, tanto en la calidad
literaria de sus autores, como en el cuidado de sus ediciones. Además, las
alternativas digitales, como el ebook y el audiolibro están acercando a nuevos
lectores a los libros.
Dadas las posibilidades editoriales
futuras, ¿crees que tu editorial tendrá un cambio sustancial en sus
perspectivas/alcances?
Creo que todas
las grandes editoriales están ya con un pie en el futuro y saben leer los
signos de los tiempos: ofrecen contenidos en distintos formatos para llegar a
un mayor público.
Pero hay un tema
crucial, que no solo afecta a los traductores sino a toda la cadena de
producción del libro. En general, el mundo editorial está muy precarizado. La
labor de traducción es una de las más golpeadas. Las tarifas que ofrecen las
editoriales muchas veces son ridículas, los contratos, cuando los hay, establecen
condiciones poco favorables, por no hablar de los tiempos reducidísimos para
sacar un libro, además de una sistemática invisibilidad de la figura del
traductor, por más que las leyes lo reconozcan como autor de su traducción. Es
fundamental hacer una revisión de estas condiciones y replantear el tema. Se
están haciendo esfuerzos, no solo en nuestro país sino en todo el mundo,
impulsados por gremios de traductores y también por los propios autores
traducidos. Ese es uno de los grandes retos del futuro editorial.
¿Cuál quisieras que fuera tu legado?
Más que un
legado personal me gustaría que los esfuerzos de nosotros los traductores por
conseguir visibilidad y el debido reconocimiento a nuestra labor den frutos:
que nuestros nombres acompañen a los de los autores que hemos traducido. Es
justo que los lectores conozcan el nombre de quien tradujo a su autor favorito.
Con suerte, en el futuro también podremos tener a nuestros traductores
favoritos.
¿Qué le recomendarías a un joven traductor para que tenga una buena carrera en la traducción?
Que lea mucho, que lea por placer y lea con
atención. Que sea atento a las palabras, que se enamore de ellas. Que sepa
reconocer la importancia de la precisión, pero también de la belleza de su
trabajo. Que recuerde esta cita de Javier Marías: El traductor es un
escritor privilegiado que tiene la oportunidad de reescribir obras maestras en
su propia lengua y honre ese privilegio.
Podrías compartirnos la línea o el párrafo
más bello que has traducido
Tú, lector, te estremeces de vida, de orgullo
y de amor lo mismo que yo,
son para ti estos cantos.
—Tú lector, Walt Whitman
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Querido Daniel: no te había dejado aquí un comentario para agradecerte el espacio. Poiesis es un gran proyecto. Espero que pronto podamos conversar en persona de tantas cosas interesantes que nos unen. Van abrazos llenos de gratitud.
ResponderEliminarMuchas gracias, Estela, a mi me da mucho gusto este proyecto, me educa, me divierte, me enriquece y expande mis horizontes. Espero que a los demás les pase igual y que siempre haya a quienes entrevistar. Un saludo, feliz 2022.
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