POÉTICAS PERSONALES: DANIELA L. GUZMÁN

 


Poco después de ingresar a Twitter, encontré una convocatoria para publicación de cuento en una revista de Cifi y Fantasía estadounidense. Publicar un cuento en una de estas revistas anglosajonas ha sido uno de mis primeros sueños escriturales. En este caso, además, sería un número especial dedicado a la nueva cifi y fantasía mexicana. Era imprescindible mandar algo.

Al término de dos semanas, tras desempolvar un viejo disco duro donde se conservan como bits mis palabras cifi de juventud, y darle una revisión a uno de esos textos que me pareció el más maduro de mi producción inicial, lo mandé, iluso, y pleno de la certeza de que tenía mucho oportunidad de salir seleccionado. 

La respuesta tardó más de lo que imaginaba, pero al fin recibí un correo del dictamen: "Gracias, pero no". Acumulaba así otro rechazo en mi nutrida lista de rechazos, que comparto, no lo dudo, con muchos escritores del pasado y del presente, y del futuro, donde se compilan nuestros descalabros del arduo camino para sacar nuestra obra al mundo. 

"A seguir escribiendo", diría Bradbury, porque cuando finalmente las aceptaciones lleguen, al menos tendremos ya textos para mostrar y quizá algo importante que decir.

Pero mientras que para mí esto constituyó un tropiezo, me permitió descubrir a una colega que está escribiendo una literatura que se perfila como renovadora: Daniela L. Guzmán.

Daniela, con quien me unen los lazos tapatíos, es una autora que a pesar de su corta carrera construye su camino con paso firme. 

Para muestra basta mencionar alguno de sus logros: becaria Pecda Jalisco y Fonca Nacional, ganadora del Premio Nacional de Cuento Jesús Amaro Gamboa en 2019, graduada de Clarion West Writers Workshop 2021, publicada en Tierra Adentro, Strange Horizons, especial México, y otras revistas tanto físicas como digitales. Es también la tercera parte (ahora ya sólo la mitad) de la revista digital mexicana de especulación Primero sueño. También, uno de sus cuentos recientemente fue adaptado al teatro para niños.

Sin embargo, a pesar de esta cadena de éxitos, si uno sigue a Dani en sus redes sociales, encuentra a una escritora que manifiesta una constante inquietud de su propio trabajo, una reflexión de sus alcances cortos o largos, una introspección sobre su estética, una duda, quizá, de lo que hace ella como escritora joven en un país donde las literaturas marginales no son leídas y donde los feudos siguen vigentes con todo su poder de vida y de muerte. Le he leído, y a muchos otros también, aquello del "síndrome del impostor", pero me gustaría que este texto sirva para dejar patente que esto no es algo que deba aplicársele a ella, ni por nadie ni por ella misma. 

Leí Prometeo con carita feliz ツ en ese número de Strange Horizons con avidez y sorpresa. 

Si les digo que nunca había leído un texto similar quizá muchos me tacharían de hiperbólico. Pero quisiera señalar que el texto es raro dentro de un universo escritural mexicano que se esfuerza por mostrar su pertenencia cultural. Yo mismo he pecado de escribir personajes bajo esos marcadores identitarios (qué es la identidad): los tacos, el mariachi, el tequila o los mexicas, incluso los mexicas en Marte o en la luna (Metztli).

Pero en este cuento, Dani hace una fábula donde sin duda se pueden apreciar los rasgos de este territorio: el jaguar, el tlacuache, pero estos marcadores son universalizados por medio de una trama de los fines del mundo. Qué se hace cuando ese momento llega, se pregunta Tsu, se guarda la memoria para los que vendrán. Así, el tiempo no es la flecha temporal occidental que avanza en un sólo sentido, sino es el tiempo que se revuelve en sí mismo, el tiempo circular de las culturas prehispánicas, del paganismo europeo pre-cristiano. Es el eterno retorno, eterno devenir del que habló Nietzsche, donde todo fin es reinicio y donde las bestias son los precursores de lo humano, y de lo que nos sigue. 

En los días subsecuentes, busqué más obra de Dani y encontré su libro Noche de pizza con mi villano que devoré en una sentada. 

Este libro tiene, me parece, una actitud lúdica como simiente y una escritura desfachatada. Pero al mismo tiempo es una escritura que se asume seria en sus herramientas narrativas, exacta con sus adjetivos y es una prosa que nos lleva de la mano. Es también una relectura de algunos personajes de la historia de México, los que la historia oficial ha catalogado como villanos, los malos del cuento, los que jodieron al país y le dieron ese destino trágico, pero vistos desde otra luz, un ángulo casi sesgado, que los hace cobrar una potencia cómica que les devuelve su humanidad. Dani alza un espejo hacia nosotros mismos, los mexicanos, donde nos reconocemos en estos personajes que nos precedieron y sobre todo, nos da oportunidad de ver, desgraciadamente, como ciertas actitudes prevalecen al día de hoy: el clasismo, la corrupción, el problema del machismo y la violencia contra las mujeres. 

Ahora acaba de publicar su siguiente obra de cuento en la nueva editorial de ficción especulativa dirigida por la infatigable Libia Brenda y algunas de sus secuaces de la Mexicona, en particular Alejandra Eme Vázquez: Odo Ediciones

Un tlacuache salvó este libro del fuego (que se puede descargar libremente en el vínculo) es un libro metaficcional. En el cuento previamente mencionado (Prometeo con carita feliz ツ), decía yo que Tsu, el tlacuache, quiere salvar la historia y el conocimiento humano de la extinción. Los cuentos del libro constituyen ese libro que Tsu salva, historias de finales que al perpetuarse en la memoria trascenderán su finitud, historias donde la inteligencia nos conduce a la melancolía de lo que debimos haber hecho para no perecer, de los caminos correctos no tomados, de cada uno de los puntos de inflexión que nuestra impotencia no logró acertar. 

A pesar de sus pocas páginas, el libro genera una lectura que se sigue a lo largo de los días. 

En cierto sentido, diría yo que Dani apenas está en los albores de su carrera escritural y los textos que nos ha brindado son apenas un atisbo de su maravillosa imaginación y de la potencia de su visión. Yo quisiera creer que como en el final de Fahrenheit 451, donde Montag llega al mundo de los hombres libres que memorizaron para la eternidad la literatura universal, la memoria como una Wikipedia de carne y hueso, el acto sacrificial de Tsu y Armando, el jaguar, nos salvará para el futuro también. 

Con esto emparento a Dani con la escritura de Bradbury, que no se ciñe simplemente a la cifi, la fantasía o al horror, y mucho menos al weird donde ya algunos la colocan, sino simplemente es una narradora que fabuliza futuros mirando nuestro pasado con los ojos claros del presente. 

Que sus lecturas sean felices.

¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

Mi historia es la más cliché del mundo, pero empecé con Harry Potter. Yo pasaba mucho tiempo en mi Game Boy Color y supongo que a mi mamá le preocupaba que perdiera el cerebro, así que me dijo que debía leer un tiempo equivalente al que pasaba jugando. Mi madrina nos habló de Harry Potter, mi mamá y yo fuimos a la librería, encontré La Cámara Secreta y la vida cambió. Los videojuegos pasaron a segundo plano.

Ahora bien, esto es verdad y es mentira, porque claro que hubo otros materiales de lectura disponibles para mí antes de esto. Tuve muchos cuentos de hadas ilustrados, mi papá me leía antes de dormir y tuve mis temporadas de pedirle todas las noches El soldadito de plomo o todas las noches El gato con botas. Yo también leía los libros por mi cuenta, pero, por lo menos hasta los nueve años, mis emociones no estaban en la lectura. Estaban mucho más en Scooby Doo y en todas las series de niños detectives que vi hasta la saciedad. Si alguien me hubiera dado libros de niños detectives, de seguro me habría vuelto adicta a la lectura mucho antes.


¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

De fondo, creo que la lectura me atrapó por la misma razón que los videojuegos: por un deseo de evadirme, de hacer más grande una realidad que me parecía insatisfactoria. Descubrir que las letras tenían ese poder de llevarte a los lugares más mágicos, presentarte a la gente más interesante y hacerte vivir cosas más increíbles que la vida fue un game changer total.

Ahora podía dar una vuelta por la playa, pero imaginarme que iba con la Comunidad del Anillo de camino a Mordor: mi vida se expandió: se hizo más interesante y menos solitaria. Digo, no es que me hicieran falta excusas para vivir en mi mundo interior, pero igual no sobraban, ¿o sí?


¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

Quizás Harry Potter y la Cámara Secreta me atrapó tanto en parte porque apelaba a ese deseo de aventuras y misterio que me inclinaba a las series de detectives. Pero aparte, ofrecía algo extra que las series de televisión no. Tengo claro que no me gustaba mucho ser yo misma y que la televisión me ofrecía personajes como los que quería ser, pero la lectura fue una experiencia más íntima. Leer es ser esos personajes. Convences a tu mente de que lo que les pasa te está pasando a ti. Es alucinante. Y yo nunca había vivido aventuras como las de Harry Potter, nunca había tenido esa experiencia de la amistad, ni había sentido que el mundo fuera sencillo de comprender. En cuanto lo acabé, volví a leerlo. He de haberlo leído como siete veces entre todas las veces que volví a él.


¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

Tengo rituales para casi todo en esta vida, pero para la lectura no. De niña, leía hasta en las reuniones familiares y en la carretera y esas son habilidades que perdí: ahora me mareo y me desconcentro con el ruido. Pero poder seguir leyendo sin necesidad de un ritual específico sigue siendo una victoria.

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

Estoy leyendo el último número de la revista Lightspeed, donde me hallé cuentos de Andrea Chapela y Nelly Geraldine García-Rosas. Lo elegí porque me acabo de proponer leer más números completos de revistas: exponerme a más novedades y a más voces de todos los tipos. Creo que eso ayuda a que la imaginación se mantenga ventilada: nunca sabes dónde te vas a encontrar un elemento random que te ayudará a resolver un texto que traes en la cabeza.

 

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

Esa pregunta es difícil porque creo que más bien el impacto de mis lecturas se ha traducido en tomar inspiraciones de aquí y de allá: de Borges, el escribir para el asombro y la transgresión intelectual; de Lovecraft, el buscar lo ominoso y lo indecible; de Murakami, la primera persona introspectiva y ese buscar que los personajes y las situaciones sean siempre extrañas, siempre particulares; de Atwood, esa forma rara de hacerte llorar y reír al mismo tiempo; de Ken Liu, la mezcla entre las ideas novedosas y el impacto emocional. No digo que yo logre nada de esto, solo digo que es lo que he tratado de emular consciente o inconscientemente en mi trabajo.

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Es chistoso porque yo no crecí como lectora de ciencia ficción. De hecho, creía (culpemos a Hollywood) que la ciencia ficción era demasiada acción y demasiada testosterona. No había leído casi nada de sci-fi, pero, cuando dije: “Voy a escribir en serio”, empecé a escribir de dobles en el mundo virtual y de inteligencias artificiales que recreaban la personalidad de dictadores famosos.

Lo hice porque, a esas alturas, quizás mi gusto por la aventura y el misterio se había convertido en una búsqueda de la verdad, en un deseo de hacer preguntas y entender las cosas. Pensaba que la curiosidad, el asombro y el experimento racional eran el default de la literatura. Estaba aproximándome al core de la ciencia ficción intuitiva y naturalmente.

Recuerdo que mi esposo, entonces novio me dijo: “Es que escribes mucho sobre temas con implicaciones políticas y la ciencia ficción se presta a esos temas”, y pues es verdad. Me llamaban la atención las distopías, me llamaba la atención reflexionar sobre dinámicas sociales o conceptos filosóficos que me pedían plantear experimentos y el experimento me llevaba a la especulación.

Después, cuando estuve en el grupo de escritores El Jardín Blanco, leí con ellos a Asimov, a Dick, a Bradbury y empecé a confirmar que en definitiva quería escribir ese género. Consolidé mis intenciones cuando leí a Ken Liu y dije wow, este tipo te hace mindfuck especulativo y te rompe el corazón al mismo tiempo. ¡Yo quiero hacer eso también!

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

Probablemente fue el Enoch Soames de Max Beerbohm. Recuerdo que el narrador del cuento homónimo dice que le mot juste (la palabra precisa) para describir a Soames es “impreciso”, pero es todo menos impreciso: Beerbohm lo pinta como un tipo rarísimo que viste un impermeable y bebe ajenjo y es pedante y tiene un poemario que se llama Fungoides. Nunca se me olvida eso de Fungoides. El dude es risible y termina siendo trágico, pero, sobre todo, es muy particular. Aunque me esforzara, no podría olvidarme de Enoch Soames.

Busco eso o algo parecido a eso. Admito que me gusta exagerar y caricaturizar, quizás porque estudié animación y el anime sigue siendo de mis mayores inspiraciones. También porque la caricatura permite que existan personajes más explícitos. Como lectora, detesto que no me digan las cosas claras, porque soy malísima para andar interpretando lo que está entre líneas, así que busco ser clara como escritora.

Claro, Enoch Soames es literal una caricaturización de la vanidad y el fracaso literario. A mis personajes, lo admito, a veces los creo para que me ayuden a darle vida a un concepto. Pero a veces no y, otras veces, aunque partan de un concepto, se salen de las manos y hacen lo que quieren.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

El primero-primero fue un ensayo sobre por qué los detectives son geniales. Lo escribí en un cuaderno de la primaria. No volvamos a hablar de ello, por favor.

Después, en otra libretita, con plumas de gel, escribí algo muy extraño que combinaba elementos de Digimon, Harry Potter y Misión Imposible, pero con personajes propios. Tampoco hablemos de eso.

Más “en serio”, intenté una saga que mezclaba la conquista española con viajes dimensionales y un grupo de adolescentes espías. De eso sí podemos hablar, a lo mejor.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

Omitamos el ensayo de los detectives y el mash-up de mis fandoms a los nueve años. La última vez que pensé en esta saga que intenté escribir entre los 10 y los 15, me di cuenta de que sigo escribiendo reinvenciones extravagantes de la conquista española, así que a lo mejor hay algo en esa idea infantil que puedo redescubrir como adulta. A lo mejor un día, fuera de broma, lo reescribo.

¿Qué haría diferente? Pues, para empezar, que la escribiría. Nunca pude terminarla porque no tenía herramientas, ni constancia, ni tenía idea de lo que estaba haciendo. Ahorita ya me he aproximado a proyectos de novela, así que creo que podría escribir ese texto, si de verdad le hallara un propósito dentro de mí.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

Escribo en las mañanas, cuando estoy fresca y no hay otros sentimientos o ideas que me estén perturbando, así que puedo convocar los sentimientos y las ideas del texto. Todavía en la cama, leo en mi celular lo último que escribí para entrar en mood, me levanto y voy directo a la pantalla.

Escribo diario, porque la clave de que esto me funcione es la rutina y la constancia.

Planeo mucho —a ser posible lo planeo todo antes de escribir. La hoja en blanco me genera mucha ansiedad, así que combato la incertidumbre sabiendo cosas: averiguo todo lo que puedo averiguar sobre mi texto, sobre mis personajes, sobre la premisa y la voz y hago miles de notas antes de sentarme a escribir. Así, ya no llego “en blanco”.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Escribí mi libro Noche de pizza con mi villano con una beca PECDA y lo tenía terminado desde el 2017. Lo envié a un par de concursos y a muchas editoriales, pero obviamente nadie lo peló. No los culpo. Diría que ese libro es una extravagancia juvenil de no ser porque, cuando tenga cuarenta, de seguro le llamaré “extravagancia juvenil” a lo que hago ahora.

Ya no sabía ni qué hacerle al manuscrito, la verdad, pero un día de junio del 2019, el buen Luis Ernesto Molina Carrillo (Los últimos contribuyentes, Editorial Dreamers, 2019) me lo pidió para pasárselo a José Luis Vázquez, el editor de Dreamers. En la tarde ya tenía propuesta de publicación.

Fue una publicación gratuita y en ebook. Muy modesto y nada tradicional, pero creo que así fue mejor: siempre he estado contenta con que el libro ha circulado y le han salido lectores no sé ni de dónde.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

No tengo ni idea. Vivimos en esta contradicción en la que el mundo editorial siempre está en crisis, pero, al mismo tiempo, la gente no ha dejado de leer: hay booktubers, bookstagrammers, clubs de lectura, parece que se lee mucho.

Esto no es una especulación, es más bien una esperanza: me gustaría pensar que, en el futuro, dependeremos menos de los grandes consorcios que homogenizan la literatura para crear un “mercado” y que habrá más proyectos independientes, que apuesten por la valentía creativa y por lo heterogéneo. El reto será que esos proyectos sepan hallar, crecer y conectar con su público.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

No lo sé. Una parte de mí está tentada a experimentar con la auto-publicación y las herramientas digitales: a ser mi propio proyecto independiente y hacer lo posible por hallar y conectar con un público. Si eso me va a dar más o menos alcance, no lo sé. Este oficio es azaroso.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

Legado se me hace una palabra muy fuerte. Y la verdad no creo que la literatura necesite nada de mí. Yo solo escribo porque mi mente me lleva a lugares extraños y porque hay emociones que no puedo comunicar, ni siquiera descifrar de otra manera. Escribir es mi manera de entender todo lo que no entiendo.

Con que alguien me lea y sienta cosas, descubra ideas o se entretenga en esos lugares extraños a los que le invito, me doy por bien servida. Ya si las búsquedas de mis textos acompañan al lector en sus propias búsquedas, es un plus y me hace muy feliz.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Si alguien ha elegido verme como inspiración, creo que ha elegido la muerte :p

Fuera de broma, le aconsejaría que lea y escriba mucho, que no deje de cultivar su curiosidad, que siempre esté al pendiente de qué le intriga, qué le preocupa y, sobre todo, por qué esas cosas le intrigan. Annie Dillard aconseja escribir para darle voz a nuestro asombro personal, así que siempre hay que estar en contacto con ese asombro y entender qué es lo que el asombro dice de nosotros. Lo que nos obsesiona dice bastante sobre quiénes somos e inclinarnos más y más en esas obsesiones, en lo literario, ayuda a desarrollar una voz y un corpus de búsquedas personales.

El segundo consejo es que practique la perseverancia y el autocuidado. La escritura es una carrera ingrata: uno desarrolla frustraciones y hasta respuestas muy tóxicas a la presión de publicar y a la sospecha constante de que a nadie le importa lo que haces. Pero todo está en la cabeza. No hay presión de publicar más que la que uno se pone. Está bien ir lento. Y está bien cuidarse, hacer lo que tengas que hacer para no terminar odiándolo todo o rindiéndote.

Comentarios

Entradas populares