POÉTICAS PERSONALES: PAULA RIVERA DONOSO

 


Paula Rivera Donoso (Arboloria) es otra autora que descubrí en mi inmersión a las redes sociales. 

Ostenta un largo recorrido en las letras en español, en especial de aquellas emanadas desde Chile, país de por sí genialmente literario, pero es también investigadora de la literatura de Fantasía y una de sus más movidas divulgadoras. Posee el grado de Magíster en Literatura y también es Diplomada en Literatura Infantil y Juvenil.

Me he cuidado, en los dos párrafos que preceden, de no situarla de inmediato en la Literatura de Fantasía, como seguramente muchos la ubican, porque ahora que he explorado su obra, en particular ensayística, me he dado cuenta de que uno de sus puntos de contención es la definición de la Fantasía contra lo que conocemos como lo Fantástico. 

Por un lado, el primer término se aproximaría más a la clasificación anglosajona, siempre ligada a las etiquetas comerciales, del Fantasy, mientras que el segundo vendría del mundo francófono, Fantastique, que nos habla más bien de algo que no cuadra con la realidad convencional. En el primero, se daría la creación de un mundo alterno donde los elementos fantásticos (el fenómeno sobrenatural o mágico) serían elementos propios y "normales" del mismo, mientras que en el segundo haría referencia a este mundo nuestro, esta realidad, donde ciertos fenómenos no convencionales no pueden ser explicados de manera contundente por las reglas que rigen la realidad. 

Lo que es en hecho, en ambos casos, y aquí creo que Paula coincidiría, es que ambos evocan un tipo de literatura no mimética. No hay una representación fiel de la realidad ni de sus problemas, sino que hay la creación de una nueva realidad que despierta la imaginación del lector, un universo en el que uno no se evade, sino que habita con todo su ser (quizá de ahí también la obsesión de los amantes de esta literatura, tan dados al roleplay, al cosplay, al geekiness nivel otaku, a esa apropiación lingüística). También es un hecho que, le llamaré, esta "evasión inmersiva" provoca una reflexión de las posibilidades de nuestros actos y nos permite, para el mundo con sus catástrofes dolorosamente reales y ciertas, generarnos una esperanza en los porvenires mejores, en el andar de la vida heroica hecha de todos los pequeños momentos, incluso los más insignificantes, que hacemos diariamente. Levantarse con agrado al nuevo día aunque nos llueva encima, degustar de una comida copiosa, una taza de café recién molido, un vinito tinto bien redondo, una sonrisa al vecino, la caricia a la pareja, los logros laborales minutos. 

Me gustaría recomendar también el cuento Caja de Música, antologado en el libro Cuentos Chilenos de Steampunk. Sin decir mucho de su trama, me parece que el universo creado por Paula es cautivante y podría perfectamente aparentarse al cuento famoso de Ted Chiang, Exhalation. El final de Knöpte me resultó sobrecogedor y desearía que ustedes tuvieran la oportunidad de leerlo sin preconcepciones. Vale mucho la pena. 

Paula ha tenido también el cuidado de agregar algunos links en las respuestas de su entrevista, por lo que confío en que se animarán a descubrirla y a darle difusión a su obra. Por mi parte señalo la página web de la autora aquí.

Que sus lecturas sean felices.


¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

Mi familia de origen no era particularmente amiga del arte y la cultura, a excepción de mi abuelo. Él tenía una biblioteca en el living, de modo que no puedo recordar exactamente cómo fue que descubrí la existencia de los libros: ellos siempre estuvieron allí, frente a mí.

En principio, claro, solo formaban parte del paisaje del departamento (piso) donde vivía. Eran libros grandes, cetrinos y viejos, la mayoría enciclopedias y volúmenes de no ficción en general. Debido a que aprendí a leer muy tempranamente (un poco antes de los cuatro años), sentí una inclinación natural hacia la idea de tener mis propios libros o materiales de lectura. Un poco como la Alicia de Lewis Carroll, eso sí, me costaba leer textos muy extensos que no tuvieran ilustraciones. De ahí mi afición inicial a los cómics de Disneylandia, que leí y releí muchísimas veces, y en particular las historias de los Rescue Rangers (Comando de Rescate), que amaba profundamente tanto en cómic como en serie animada.

Fuera de este tipo de historias, expresamente infantiles, de niña no sentía mucho interés hacia la ficción. Aunque parezca una parodia borgeana, mis principales lecturas de esa época eran entradas de enciclopedias para niños. Como tantos otros chicos de mi generación, me apasionaban los dinosaurios y leía mucho sobre ellos. También me gustaba conocer sobre el mundo Grecorromano, la Edad Media y los animalitos.

La conexión formal con la lectura de ficción, más allá de pequeñas adaptaciones, fue con dos libros específicos: las viejas ediciones de Porrúa (a doble columna) de los cuentos de Hans Christian Andersen y los compilados por los hermanos Grimm. Siempre amé los cuentos de hadas, incluso en sus versiones más domesticadas, y conocer las historias “íntegras” supuso un punto de inflexión para mí.

Desde luego, eran lecturas desafiantes para mí, sobre todo las de Andersen. Sus cuentos eran extensos y terriblemente tristes, lo que me hacía preferir las historias más breves y menos dolorosas de los hermanos Grimm. Pero, al cabo de unos pocos años, la preferencia se invirtió.

Creo que comencé a entender mejor la tristeza de Andersen, porque yo misma me estaba convirtiendo en una persona triste.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

Haber aprendido a leer tan pronto, como señalo en la pregunta anterior, me abrió todo un mundo de posibilidades y defensas de manera muy temprana en mi vida, gracias a Dios.

Pero, al margen de eso, creo que me aficioné a la lectura por mi personalidad. Era una niña solitaria e introvertida, que disfrutaba más de actividades que no requirieran interacción con otros seres humanos. No lograba entonces crear mayores vínculos con otros niños, a quienes no entendía muy bien, y los adultos tradicionales me parecían temibles e igualmente inefables.

La lectura es un buen refugio para una niña solitaria, y puede volverse un hogar si además eres una niña que, por razones diversas que no vienen al caso, no termina de calzar en ninguna parte. En ese sentido, las historias altamente imaginativas, sobre todo las de fantasía, me reconectaban de una forma muy particular con el mundo.

En realidad, el mundo y su gente en sí siempre me han parecido extraños y hostiles. Pero la fantasía me los reencantaba en sus historias. Sus mundos imaginarios estaban poblados de magia, que abría nuevos caminos de existencia y crecimiento. Y sus personajes, cuando asumían la forma de ayudantes mágicos u otros compañeros de viaje, eran los amigos que hubiera deseado tener.

Gracias a esas historias, creo ahora, abrigué la esperanza de que el mundo real y su gente escondieran una semilla de sentido que al fin pudiera conectar conmigo.

Es una esperanza que sigo teniendo.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

No recuerdo cuál fue exactamente el primer libro que leí por elección propia, por lo que he comentado en las preguntas anteriores.

Una de mis primeras lecturas ficcionales en mi memoria, eso sí, fue una adaptación de Alicia en el País de las Maravillas a marionetas, aunque no fue una elección: mi madre lo ganó en un concurso radial en el que había participado.

Era aquella una edición con muy poco texto, y las fotografías de las marionetas captaban toda mi atención infantil. Creo que lo que más me gustaba de ella eran los detalles de las imágenes. Aún recuerdo muy vívidamente algunas páginas, sobre todo la de la puertecita que Alicia cruzaba cuando se hacía pequeña.

Me fascinaba esa idea: transformarse para acceder a un entorno mágico, o al menos más mágico que el anterior.

Sin saberlo entonces, estaba haciendo lo mismo en esas primeras lecturas de fantasía.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

En cuanto a costumbres, suelo leer acompañada por un lápiz de cera (crayón). Mi acompañante actual es un lápiz grueso, de color celeste, y con pequeños hoyitos de agarre en su cuerpo. Pero no lo uso para subrayar. Solo me gusta sentir su tacto mientras leo.

En cuanto a técnicas, no me gusta el intento de desentrañar los componentes de una obra para, por ejemplo, estudiar cómo funciona o determinar qué la hace especial. Me parece que, si aprendemos de nuestras lecturas, lo hacemos a través de vías más orgánicas y misteriosas. Y me alivia que así sea, al menos en mi caso.

Mi aproximación más sistematizada a la lectura viene como deformación académica, pues estudié Letras Hispánicas. Pero ni aun en esa línea tengo un método, quizá porque tampoco calzo en el mundo académico formal y mis textos del área suelen ser menos enrevesados que los artículos académicos habituales de mi disciplina.

Lo que más hago, en general, es registrar aspectos destacados de las obras, según lo que esté trabajando o que me interese en particular, para conectarlos con otros o con ideas personales.

  

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

Al momento de comenzar a responder este cuestionario, estaba terminando mi lectura de El libro de los niños, de A. S. Byatt.

A la autora la había conocido por un cuento que me había gustado mucho, sobre dos amigas huérfanas y un monstruo en el bosque, y me interesó continuar explorando su obra. Esta novela en cuestión resultó ser un novelón (casi mil páginas) centrado en narrar la enrevesada historia de vida de múltiples familias inglesas entrelazadas entre el periodo victoriano y la Primera Guerra Mundial.

Siempre me ha atraído el período victoriano, y esta novela es como un mazazo en esa línea, pues los elementos históricos contextuales están escritos con lujo de detalle. Tengo entendido que Byatt es una especialista en esta época, además.

Pero, más allá de lo anterior, me encontré con una tremenda novela irregular, llena de recovecos donde perderse. Sus personajes son angustiosos y fascinantes, y hay mucho drama. También se elaboran con mucha agudeza reflexiones en torno al proceso artístico, a las políticas de la época, al rol social de las mujeres, a la tensión entre mundo interior y mundo exterior.

Lo que más me gustó, eso sí, fue su tratamiento de la fantasía bajo una forma explícitamente realista, principalmente a través de insertos de cuentos de hadas que escribe una de la protagonista e intertextos de todo tipo.

En suma, ha sido una lectura muy intensa e interesante, aunque su desmesura abruma bastante en ciertos tramos.

 

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

Las obras y perfiles autoriales de J.R.R. Tolkien y Ursula K. Le Guin. Ambos escribieron obras de fantasía bellísimas y dialogantes, con un poder de evocación que potencia toda dicha y tristeza.

A Tolkien lo conocí en mi adolescencia y me deslumbró, por supuesto. Lo que él narró en El Señor de los Anillos no lo había visto jamás en una novela (y, en cierto sentido, no lo he vuelto a ver).

A Le Guin la leí en mi veintena, en mi regreso formal a la fantasía tras el desierto de mi pregrado. Siento que también fue el momento exacto, porque su serie de Terramar es tremendamente introspectiva y, a su modo, aún subversiva en relación con muchos tópicos asociados a la fantasía. Fue el correlato perfecto a la obra de Tolkien, un estímulo que necesitaba para continuar explorando la fantasía desde mis propios caminos intimistas.

Por otro lado, estos dos escritores también me formaron desde su rol de pensadores de la fantasía. Las nociones de pensamiento, o derechamente de poéticas, no parecen muy vinculadas a este tipo de literatura, acaso por la difusión de su arista más comercial y banal. En Tolkien y Le Guin, sin embargo, encontré a escritores que pensaban críticamente su arte y el de sus antecesores y que expresaban esas reflexiones en sus ensayos. En el caso concreto de Le Guin, me sorprendió también la dimensión política de sus artículos, algo que también parece escasear en torno a la fantasía, y que me abrió múltiples caminos de reflexión.

Con el tiempo, comprendí que ese era el modelo de autoría que quería cincelar en mí, y el que más me interesaba leer.

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Todo se dio de una manera que considero muy orgánica, casi destinada.

He dicho ya que mi acercamiento inicial a la ficción fue a través de los cuentos de hadas. Estos contaban historias que, si bien no narraban exactamente lo que yo vivía como niña, sí expresaban con mucho acierto esa sensación de maravilla, desconcierto y tristeza que me permeaban entonces y que no encontraba reflejada en ningún otro tipo de narraciones.

Sin embargo, con los años, me fui encontrando con menos lecturas de este tipo. Al parecer, la sociedad no se esperaba que una siguiera leyendo cuentos de hadas fuera de la niñez más tierna. Mi filiación a historias imaginativas se mantuvo en esos años intermedios principalmente a partir de los videojuegos, y en especial a partir de los RPGs.

Las cosas cambiaron cuando llegué a la adolescencia. Entonces descubrí intuitivamente la tradición literaria de la fantasía a través de Tolkien y J.K. Rowling. Ambos autores estaban muy en boga hacia esa época (inicios de los 2000) y, gracias a esa popularidad, pude conseguirme copias de sus novelas.

Sus lecturas, sobre todo la de la obra Tolkien, me acompañaron en un periodo muy difícil de mi vida. Lo único que me hacía feliz entonces era la fantasía en todas las formas de las que disponía: videojuegos, música (power metal, bandas sonoras de RPGs), libros. Había también empezado a escribir una extensa historia personal, inspirada en todas estas expresiones, aunque en principio no parecía ser más que uno de esos típicos proyectos juveniles que se terminan descartando con el tiempo.

Pero, un par de años después, llegó un momento en que me vi en la necesidad de elegir si debía o no continuar viviendo, y elegí quedarme por la esperanza y la calidez que siempre me entregó la fantasía.

A cambio, me comprometí a convertirme en escritora de fantasía, con el anhelo de poder entregarle a alguien, desde mis propias historias, todo lo que ella me había entregado a través de ficciones como las de Tolkien. Sabía que no podría evitar que alguien más como yo estuviera ante aquella encrucijada, pero al menos quería intentar conjurar una mano amiga en mi propia fantasía, porque sabía también que esa persona no tendría nada ni nadie más que fuese a apoyarla.

Esto ocurrió cuando yo tenía cerca de 16 años.

En ese peregrinaje me he mantenido desde entonces.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

Creo que Ged y Tenar, de Ursula K. Le Guin.

Esta dupla me enseñó mucho sobre la formación de personajes en una obra de fantasía desde una óptica más intimista que épica, algo que es de mi pleno interés como lectora y autora.

Aunque tal vez no lo parezca por la filiación estilista de mis obras publicadas, me encanta escribir novelas centradas en el crecimiento de sus personajes. En ese sentido, siempre he disfrutado la forma de novela de formación realista, y en particular la de formación del artista.

Creo que la formación y transformación de Ged y de Tenar a lo largo de los años, ambos como personajes en directo diálogo con las tradiciones mágicas de su mundo, se parece mucho a esas modalidades.

Me parece que esto es algo muy bello de explorar en fantasía, como un correlato más explícito y significativo de la experiencia de crecer y cambiar, que a veces no parece demasiado clara en el mundo real.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

Escribí mis primeros cuentos desde niña, pero no guardo recuerdo de ninguno. Voy a considerar, por consiguiente, el concepto de “primer texto” a mi primera obra literaria relevante para mí. Esta es la que yo llamo mi Obra Mayor: la típica trilogía de fantasía épica que muchos adolescentes de mi generación comenzaron a escribir. Solo que, en mi caso, se vio marcada por lo que comenté en una pregunta anterior.

Logré escribir dos libros, con sus reescrituras. En principio, era una historia con muchos códigos típicos del género, obviamente, pues mis grandes referentes literarios eran El Señor de los Anillos y Harry Potter. Sin embargo, con la distancia de los años, he descubierto en los manuscritos influencias mucho más evidentes desde los videojuegos y el animé, y un proyecto bastante ambicioso a pesar de todo, que naturalmente se le hizo muy grande a mi yo juvenil… y que espero que pueda ser cada vez más abordable por mi yo adulto, que no tiene ya la energía de antaño, pero sí mucha más experiencia, más palabras y una mayor tristeza, elementos ciertamente necesarios para escribir fantasía.

Obra Mayor es mi ofrenda personal a Dios y a la fantasía, de modo que no pretendo entregarla al mundo exterior.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

He reescrito muchas veces los primeros libros de Obra Mayor. En cada iteración, he puesto a prueba mis pequeños avances prosísticos y narrativos, muchas veces en una modalidad muy experimental.

La primera versión era muy, muy tosca. El tipo de texto que podrías leerle a una chica de catorce años con mucha pasión y poco más. Por contraste, las versiones siguientes fueron desmesuradamente líricas. Para entonces, ya estaba leyendo más y tendía a asociar el lirismo con una mejor prosa. No es así, desde luego, pero esa creencia errónea me permitió explorar otras texturas. Iteraciones más recientes equilibraban ambos extremos, pero exhibían otros problemas narrativos.

Ahora mismo, diría que lo que haría diferente de esas otras incursiones sería pulir aún más ese equilibrio. Pero, en realidad, creo que siempre atenderé a lo que me está pidiendo la historia en este momento, aunque no sepa muy bien por qué.

La historia habla; yo la transcribo.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

No realmente. Suelo escribir en Word, pero también lo he hecho en Scrivener, en proyectos más largos, y en Google Docs cuando he escrito mis cosas en oficinas.

Casi ninguna de mis historias ha sido muy planificada, así que me basta con apuntar algunas ideas generales de lo que va a pasar y las exploro en la escritura. En el caso de las más complejas, he llevado registros sobre distintos aspectos, tanto de manera virtual como en libretas o cuadernos, pero el texto final siempre ha tendido a escaparse de cualquier ruta más delimitada.

Suelo escribir con música, principalmente con bandas sonoras de videojuegos o canciones de metal. Me acostumbré a esto debido a que, cuando escribía de adolescente, no tenía un cuarto propio (nunca lo he tenido). La música era la única barrera más o menos efectiva entre el hostil mundo exterior y mis frágiles mundos interiores. Eso explica también por qué, quizá, no tengo un horario concreto para escribir: escribía cuando se podía.

La música adecuada, además, me ayuda a visionar mejor ciertos pasajes o emociones que necesito o deseo escribir. Por ello, tal vez, ha sido mi único elemento recurrente. Es muy bonito retomar historias pasadas con los mismos temas que escuchabas hace diez o quince años, y que además sigues amando como en el primer día.

  

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

De una manera ingenua, que derivó en trauma. Tenía muchas ganas de publicar alguna de mis obras, como toda persona inexperimentada que se ilusiona estúpidamente con la posibilidad de compartir sus historias desde libros tan bellos como los que había leído al inicio de todo.

Justo esos días se me dio la oportunidad de enviar un manuscrito infantil a la editorial de una universidad. Esta estaba interesada en presentar obras a los Fondos de Cultura de Chile, que financiarían la edición, pero creo que no tenían un interés intrínseco en las propuestas que recibían. Al parecer, postulaban todo lo que les llegaba, y dejaban que el jurado de los Fondos de Cultura hiciera el corte. Por supuesto, entonces yo no sabía nada de eso.

En realidad, podríamos decir, no funcionaban como una editorial como las que yo conocía. No tenían figura de editor, y exhibían un compromiso limitado hacia estos trabajos menores financiados por el gobierno, fuera de imprimir los ejemplares, enviarlos a algunas bibliotecas locales y gestionar un par de presentaciones. Es decir, no tenían un proyecto cultural concreto. Por ende, su distribución fue pésima, pues no les interesaba mover la publicación. También hubo problemas de otras índoles, pero no tiene caso detenerse en ellos aquí.

Hice lo que pude para ganar algunos espacios de presentación y charlas, pero al tener que pedirlos yo sola, sin apoyo institucional, no obtuve mucha recepción (creo no tener muchas habilidades comunicativas efectivas). Eso contribuyó a desilusionarme además del mundo cultural de la literatura infantil y juvenil, al que intenté pedir orientación y del que no obtuve casi respuesta.

En fin: si el libro se movió, a través de reseñas, adquisiciones en bibliotecas específicas o eventos, fue principalmente gracias a mis esfuerzos y a los de la gente que llegó a valorar la obra y que trató de moverla también, desde sus propios frentes.

Recuperé los derechos de la obra hace un tiempo, pero no sabía qué hacer con ella. La verdad es que, salvo los comentarios muy positivos de varios lectores y de charlas interesantes que pude dar, solo tengo malos recuerdos de esta experiencia de publicación. Hubiera deseado que jamás existiera como tal, pero bueno: las heridas dejan cicatrices y no deberíamos detenernos demasiado en pensar qué hubiera pasado si no nos hubiéramos lastimado en primer lugar.

Finalmente, este año me decidí a reeditar la obra en ebook, que se puede comprar aquí.

Desde aquella primera incursión, he publicado otras cosas. Comparto de manera gratuita una antología personal en ebook aquí

Fuera de ello, lo que más he publicado han sido cuentos en diversas antologías colectivas. Pero la experiencia en casi todas ellas ha sido un tanto… extraña. Cada vez me siento más ajena a los proyectos colectivos si no conozco ni me conecto personal y estéticamente con al menos la mayoría de sus integrantes.

La publicación en general se me ha vuelto un acto muy estresante y miserable. Incluso cuando ha sido una experiencia más cercana a lo positivo, ahora siempre estoy a la espera de un revés de tragedia.

Durante los últimos años, he pensado seriamente si lo mejor sería renunciar a la publicación, pero me detienen la tristeza humana de no poder compartir mis historias y mi compromiso de entrega a la fantasía. Me pregunto si podría igualmente cumplir mi propósito sin tener que pasar por el tormento de la publicación.

En fin: es un problema complicado que aún no puedo resolver. Una historia de fantasía en sí misma, podríamos decir.

Y, como tal, seguiré esperando pacientemente mi eucatástrofe.

  

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

No lo sé. Me temo que no soy buena prediciendo este tipo de cosas. El mundo editorial me parece, en general, un entorno muy angustiante y dependiente de intrincados vínculos sociales.

Ahora bien, destaco la labor imperecedera de algunas editoriales independientes (por independiente, aclaro que me refiero a editoriales con un proyecto poético y cultural claro y que, obviamente, no cobran a los autores por publicar sus obras), que han logrado conjugar una visión comercial con el valor de las obras, creando así catálogos sólidos e interesantes que logran venderse a su ritmo. Creo que parte del futuro editorial, en cuanto a su diversidad y riqueza, depende ante todo de ellas, lo que es complejo de dimensionar debido a que también tienen sus limitaciones.

A las editoriales transnacionales, por su parte, las veo en una situación complicada. Me parecen cada vez más dependientes de éxitos banales, como los libros de ciertas figuras populares, que son ante todo un merchandising de su marca como influencers. Por supuesto, creo que las grandes editoriales seguirán también publicando obras relevantes, pero sospecho que será cada vez más difícil que apuesten por voces valiosas si no alcanzan cierto piso comercial, cada vez más alto.

Pero bueno: siento que no estoy diciendo nada nuevo.

Supongo que podría sintetizar mis intuiciones diciendo la situación será parecida a como es hoy, solo que peor.

Ojalá me equivoque.

  

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

Honestamente no, al menos de momento y considerando la ruta que están siguiendo las posibilidades presentes.

Han surgido muchas alternativas a la opción normativa de enviar un manuscrito a una editorial transnacional, pero creo que ninguna de las que conozco me acomoda del todo, por razones diversas. No tengo dinero para invertir, no escribo historias ágiles ni populares, soy poco carismática como autora y como persona, y me siento distante de las pretensiones colectivistas y/o comunitarias asociadas a ciertas modalidades virtuales de escritura y publicación. En todas estas iniciativas, parecen importar más los factores extraliterarios, y yo solo puedo ofrecer mis palabras.

Por lo demás, no hay muchas editoriales independientes de género que trabajen derechamente con literatura de fantasía, que en principio consideraría una opción óptima para mí, y la mayoría de las que conozco tienen una visión de la fantasía que no parece muy compatible con la mía (o que es derechamente antagónica). Habrá que seguir buscando o esperando; no sé.

Últimamente he explorado la auto publicación digital, que es algo más acorde a mis posibilidades financieras, y creo que ha sido la que más me ha permitido difundir mi trabajo dentro de mis propias condiciones. Pero, por desgracia, me gustan mucho los ejemplares físicos. Siento que le dan una materialidad que necesito darle a mis historias.

De modo que, a menos que se abaratara aún más la impresión de ejemplares, me temo que no veo mucho futuro para mí en este terreno, salvo que surgieran en el tiempo otras posibilidades aún no imaginadas.

Pero, al margen de todo, lo único que puedo ofrecerles a los lectores, como ya he dicho, son mis palabras. Si eso no es suficiente para algunos, ya es otro tema.

  

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

“Legado” me parece una palabra muy pesada para cargar. No me gustan las cosas mundanas en las que me hace pensar.

Prefiero quedarme con lo que comenté antes: quisiera que alguna de mis historias de fantasía ayudara a alguien a optar por la vida y, quién sabe, a emprender también este viaje por el Reino Peligroso.

En un plano algo más accesible, me gustaría que ciertas personas que me hayan conocido me recordaran como alguien que amó la fantasía.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

¡Compleja pregunta! No creo ser muy inspiradora en general, pero, asumiendo que quien se sienta verdaderamente inspirado por mí viene de los mismos lares que yo, le diría lo siguiente.

Recomendaría entrar a esto, a la escritura literaria, a la escritura literaria de fantasía, como una consagración. Por qué: porque este es un camino horroroso si no tienes llamas espirituales ardiendo. Ya es muy difícil teniéndolas. Fallarán en algún momento el mercado al que te aferras como esperanza torcida, la popularidad que tanto anhelas o que tanto te costó cultivar, la comunidad que supuestamente te apoya de manera incondicional, el mundo entero. Todo fallará, porque es humano y caído. Solo te quedarán las palabras con las que entibiarte, porque ellas no vienen de acá. Y esas palabras deben seguir ardiendo en las noches más frías y oscuras, para ti y para aquel que espera tu historia.

Si vienes de mi patria espiritual, entenderás exactamente lo que estoy tratando de decirte, o llegarás a hacerlo cuando sea el momento correcto.


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