POÉTICAS PERSONALES: MARTHA RIVA PALACIO OBÓN
Bajo un sombrero
disfruto de la sombra,
aún estoy vivo.
Que sus lecturas sean felices.
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¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y
de los libros?
Crecí rodeada de libros, siempre apilándose en los libreros que nunca eran suficientes para contenerlos. Estaban los libros que leyeron mi mamá y mi papá de niños y jóvenes pero también libros de mi abuelo materno que olían a papel viejo y con cubiertas desgastadas. Podíamos tomar los libros que teníamos a la mano y hojearlos sin problema. El criterio de mis padres era poner los libros para adultos en los estantes más altos. Fui trepadora de árboles y de libreros.
Me leían cuentos en la noche y por lo general, la lectura para mí estuvo siempre vinculada al juego. En ese sentido, tuve mucha suerte.
¿Cuál dirías que fue la razón principal que
te convirtió en lector?
Mi abuelo materno escribía para el radio y el cine, mi mamá también es escritora. Mi abuela materna, por otro lado, siempre fue una gran narradora oral. Ella me inculcó el gusto por las buenas historias, sin importar de dónde vinieran. El gusto de narrar, de tener a los demás en vilo... Eso me viene de ella.
¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído
por elección propia?
Tengo varios libros mezclados en mi cabeza. Primero fui lectora de imágenes, me encantaba tomar distintos volúmenes de una enciclopedia y ver las fotografías y dibujos. Además de los libros álbum que había en mi época. La primera novela que recuerdo haber leído por mí misma fue una antología con mitos y leyendas de distintas partes del mundo. Creo que se llamaba: Flor de leyendas... Siempre he sentido fascinación por los mitos y los cuentos de hadas. Nos hacen resonar, son atemporales porque enuncian verdades profundamente humanas.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para leer?
Buscar un lugar cómodo, varía según el momento del día y de la luz. En el sillón entre las plantas, en la cama, en otra silla... voy rotando. Me gusta leer también en cafeterías, pero como ahí me distraigo fácilmente y prefiero leer a la gente que me rodea.
¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir
dicho texto?
Ahorita estoy leyendo M Train de Patti Smith. De hecho, es uno de esos libros que leo una vez al año. Voy por la quinta vuelta. El libro, en realidad me eligió a mí en un aeropuerto. En lo que esperaba mi vuelo, me di una vuelta por las tiendas de la terminal y en una de ellas vi la portada con la foto de Patti Smith sentada en una mesa. Me gusta mucho la escritura de Patti Smith, muy cercana también a su música.
En tu formación como escritor, ¿qué
libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?
Han sido muchos libros los que me han influenciado. Tanto los que me gustan como los que no. Entre más lees, más se expande tu horizonte y encuentras otras voces y otras formas de construir el mundo a partir del lenguaje. Puedo mencionar tal vez autoras que son en cierta forma un referente para mí como Anne Carson, Ursula K Le Guin, Verónica Murguía, Elena Garro, María Baranda, Marjane Satrapi o Patti Smith. Si tuviera que mencionar un libro que representa mejor que otros cómo me siento al escribir, escogería Donde viven los monstruos de Sendak.
¿Cómo te decantaste por el género
favorecido por ti a la hora de escribir?
Me gusta escribir desde un sitio en el que se traslapan distintos lenguajes y géneros. Las etiquetas me generan un poco de claustrofobia. Cada proyecto en el que trabajo me va indicando las edades a las que va dirigido y cómo construir su propio universo. Lo que sí, es que puedo decir que mi tendencia es hacia la literatura de la imaginación, ya que ésta tiene un componente subversivo que nos permite cuestionar aquello que, desde una postura vertical, se nos impone como “la realidad”.
¿Qué personaje literario ha marcado tu
construcción de personajes y cómo ha sido eso?
Jo March de Mujercitas marcó gran parte de mi infancia y adolescencia. De algún modo, me llevó a intuir que, al escribir, depositamos mucho de nosotras en los personajes que creamos. Después han venido otros, Orlando de Virginia Woolf, Estraven de Ursula K. Le Guin, Auliya de Verónica Murguía: personajes complejos, con luces y sombras.
¿Cómo sucedió la escritura de tu primer
texto?
Escribir para mí fue también una prolongación del juego. Jugaba a escribir programas de radio como mi mamá. Después, empecé a crear mis versiones personales de caricaturas, películas y libros. Si no me gustaba cómo reaccionaba un personaje, yo hacía mi propia versión. Fan fiction, dirían ahora.
Mi primer texto publicado fue Haikú. Siempre me gustó esta forma de poesía. Me acuerdo que el primer haikú que leí fue en cuarto de primaria. No recuerdo el texto ni autor, pero describía una parvada de gansos posándose sobre la nieve. Fue un poco de aire fresco en medio del aburrimiento de la escuela. En mi libro, quise repetir esa sensación.
Si pudieras reescribir tu primer texto,
¿qué harías diferente/igual y por qué?
Escribir Haikú como lo hice me permitió expandir mi exploración poética. Si lo escribiera ahora, sería un libro completamente diferente, tal vez más enfocado en profundizar en el vínculo entre voz poética, sonido y cuerpo.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para escribir?
Tomar muchas notas, investigar todo lo relacionado con mi proyecto. Me encanta la fase de investigación, tanto que a veces tengo que obligarme a pasar a lo siguiente: escribir. Mi ritual es encontrar el cuaderno adecuado para lo que deseo escribir. A veces lo encuentro a la primera, a veces me tardo. Me he dado cuenta de que entre más me cuesta hallar el cuaderno perfecto para mi proyecto menos claro tengo qué es lo que quiero decir. A veces resulta que el cuaderno ideal es una libreta vieja en la que tengo notas de otros libros, a veces es un cuaderno como el que usaba en la primaria.
¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?
Durante la universidad, empecé a trabajar como autora independiente en varias revistas juveniles y después, cuando hice haikú, tuve la suerte de que Mónica Brozon me orientara un poco sobre cómo estaba el panorama de la literatura infantil y juvenil en México. Ella fue la que me explicó qué editoriales aceptaban proyectos de poesía de autoras nuevas. Así llegué al Naranjo.
¿Cómo imaginas el mundo de la edición en
los siguientes años?
Creo que estamos en un momento crítico. La pandemia nos está llevando a replantear muchas cosas y ha puesto a editoriales pequeñas e independientes en una situación complicada. Siento que van a ser tiempos de seguir encontrando distintas formas de articular los libros de papel con las distintas tecnologías y plataformas. También creo que está pendiente el tema de las bibliotecas públicas y el papel fundamental que juegan en la formación de comunidades lectoras así como de asegurar la accesibilidad a una gran diversidad de libros.
Dadas las posibilidades editoriales futuras,
¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus
perspectivas/alcances?
Sí, de hecho mi escritura va evolucionando porque yo también voy cambiando. Cada experiencia nueva me lleva a descubrir nuevos aspectos sobre mí misma y replantearme una y otra vez desde dónde y cómo deseo seguir escribiendo. ¿Qué voces estoy silenciando y cuáles no?
¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la
literatura?
Que mis libros sean plataforma para que otras autoras que apenas inician sean también leídas y escuchadas.
¿Qué le recomendarías a un autor que apenas
comienza y que te ve como inspiración?
Les diría que la escritura no es una carrera de velocidad sino de resistencia, que es importante encontrar un equilibrio entre aprender de otras personas y seguir también tu intuición, que habrá ocasiones en las que te tocará decir “ésta es mi voz, esto es lo que quiero decir” y que aunque requiere que pases momentos a solas, escribir es también algo colectivo.
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