POÉTICAS PERSONALES: PEDRO J. FERNÁNDEZ

 


Pedro J. Fernández es uno de los escritores de novela histórica más jóvenes y exitosos del momento. 

Su obra, salvo por la trilogía: Había una vez mexicanas que hicieron historia (de la cual el tercer volumen está próximo a publicarse y que son pequeñas biografías de mexicanas que han marcado su época) trata de recrear de forma novelada ciertos momentos de la historia de México. 

Ha escrito novela sobre el 1er Imperio Mexicano (Iturbide), 2do Imperio Mexicano (La última sombra del Imperio), la restauración republicana de Juárez y la reforma (Querido Don Benito), del Porfiriato (Los pecados de la familia Montejo y Yo, Díaz) y, más recientemente, de la Revolución Mexicana con la novela consagrada al revolucionario Emiliano Zapata (Morir de pie). Dicho libro es, según gran parte de la crítica y de sus propios lectores, considerado su opera magna hasta el momento, con una narrativa en primera persona donde Zapata hace el recuento de su vida y de su legado, narración contada en reversa desde el presente en que es acribillado en la encerrona de Chinameca, comienzo que, con las distancias guardadas,  evoca aquella primera escena de Cien años de soledad, el coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento recordando cuando su padre lo llevo a conocer por primera vez el hielo.

Por mi parte, no tan asiduo a la novela histórica en general, confieso que disfrute mucho tanto del libro Iturbide, el otro olvidado padre de la patria, y Yo, Díaz, con el que tengo lazos oaxaqueños y hasta de afinidad política. 

Lo que me parece más interesante de ambos libros es que Pedro J. Fernández retoma dos figuras señeras de la historia de México que han quedado relegadas por la Historia Oficial y les da nueva vida. Hay una exploración de la persona más allá del mito, una indagación a la psicología del personaje y las circunstancias que rodearon su vida. Esta desmitificación es parte crucial de toda exploración histórica, literaria o académica, y es el gran acierto de estos libros. 

Un dato curioso y que me parece imposible pasar por alto es que Pedro J. Fernández tuvo un inicio en las letras muy inhabitual. Si bien ya desde su juventud tenía el gusto de la narración y se daba tiempo de escribir cuentos variopintos de detectives o superhéroes, su entrada a la edición se debió a una cuenta satírica en Twitter donde se hacía pasar por el mismismo Porfirio Díaz. Así, por medio de tweets, Díaz, resucitado en el ciberespacio, comentaba la actualidad política y social de su país y daba sus opiniones sobre el devenir del mismo. Esa cuenta creció como la espuma, le trajo fama y detractores virulentos, pero inauguro todo un género de la narrativa histórica en las redes sociales que hoy cuenta con representantes de toda índole. Esta divulgación de la historia es de celebrarse así como la publicación de cada nuevo libro que genere nuevos públicos y lectores y que pongan el dedo en la llaga del oficialismo de cualquier área del conocimiento humano.  

El resto es historia que se escribe libro tras libro.

Que sus lecturas sean felices


¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

En casa, mis papás eran grandes lectores y siempre me llamó la atención todo lo que leían. Entonces me dieron permiso de acercarme a los libreros y tomar la historia que más me gustara.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

Que descubrí a Arthur Conan Doyle, y siempre quería conocer más de las aventuras de Sherlock Holmes. De ahí salté a otros libros, y descubrí diferentes personas e historias. Siempre leía algún cuento antes de dormir, y eso me gustaba mucho.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

Claro, se llamaba: El oso que no lo era, y me gustaba porque era un oso al que todos le decían que no era un oso, sino un hombre tonto en un abrigo de pieles. Yo leía esa historia porque me gustaba la fábula y el mensaje: “tú eres lo que eres, no lo que los demás dicen de ti”.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

No, leo en todos lados. A veces caminando, a veces en la sala con un café, otras tantas antes de dormir.

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

Estoy releyendo Crónicas Marcianas. Es un libro que me gusta mucho, que me hace imaginar marte de forma diferente cada vez que lo leo, y por eso siempre vuelvo a él. Me gustan los libros que tienen muchas lecturas, porque me permite seguirlos descubriendo en relecturas.

 

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

Yo, Claudio fue la primera gran novela histórica que leí. Me acerqué a ella porque vi la miniserie de la BBC. Lo que me gustó del libro era la posibilidad de la primera persona, de descubrir la intimidad de un personaje histórico y de hablar de sus aciertos y errores. He intentado hacer lo mismo en mis libros.

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Bueno, me gusta mucho la novela histórica y la historia de México. Supongo que estaba destinado a trabajar en ese género. Simplemente llegó a mí.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

Definitivamente Porfirio Díaz, fue el primer personaje histórico real que escribí sin miedo, durante sus ochenta y cuatro años de vida, y me enseñó muchos trucos que me permitieron escribir otras novelas biográficas.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

Bueno, supongo que como a todos los escritores. Nos gusta que nos cuenten historias, pero luego llegamos a la decisión de contar nuestras historias. No recuerdo mi primer texto, pero cuando era niño escribía cuentos donde los protagonistas eran superhéroes o detectives. Mi mamá guarda algunos de ellos con cariño. Mi primer libro sucedió por tomar la historia de mi abuela paterna, convertirla en una villana de telenovela, al estilo de Cuna de Lobos, y situarla en tiempos del gobierno de Porfirio Díaz.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

Si pudiera reescribir mi primer libro trabajaría un poco mejor el realismo mágico, o planearía un poco más la estructura de la novela. Aunque de momento creo que es mejor no tocarla, a mis lectores les gusta cómo está.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

Me siento en mi escritorio, enciendo alguna vela y, a veces, me sirvo un poco de vino rosado o mezcal. Entonces escribo en un cuaderno la historia, mientras escucho música instrumental.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Tocando puertas en las editoriales y llevando manuscritos, hasta que finalmente Penguin Random House se interesó por Los Pecados de la Familia Montejo.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Oscilando entre lo real y lo digital. Hemos aprendido mucho de la pandemia, pero no dejamos de ser tradicionales.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

Sospecho que sí, todos los escritores crecemos y evolucionamos, juntos con nuestros lectores. Ya veremos hacia dónde nos lleva esto.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

Quisiera que me vieran como un autor que logró humanizar la historia de México y que le devolvió la dignidad a los personajes de la historia, arrebatada por aquellos creados de los héroes y villanos de bronce que nos enseñaron personajes acartonados en la escuela.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Que escriba sin miedo, que crean en su historia y las escriban con pasión tal como les gustaría leerle si ellos fueran sólo los lectores, y que no pierdan la fe ni la esperanza, que se puede publicar y se puede vivir de escribir. 


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