POÉTICAS PERSONALES: EDUARDO VARDHEREN


 

Debo decirlo sin tapujos y antes que todo: entré a Twitter con la esperanza de encontrar a gente exactamente como Eduardo Vardheren. 

Y quizá esté mal que inicie un texto para presentar a un autor hablando de algo personal, pero creo que es de esas cosas que preceden al encanto del mundo y a su magia, misma que es necesaria para hablar de los dos grandes temas de Eduardo: la Ciencia Ficción y la Fantasía. 

Pero partamos otra vez desde el inicio, como quizá debí haber comenzado. 

Eduardo Vardheren, pseudónimo de J. Eduardo R. Gutiérrez, miembro del Seminario de Estéticas de Ciencia Ficción del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de las Artes Plásticas perteneciente al Centro Nacional de las Artes de México, es un autor joven de una obra que comienza a multiplicarse, no solamente porque encontrar sus textos en el ciberespacio sucede tras ramificaciones que parecen bifurcarse sin fin, tomar vericuetos insospechados, sino porque también la forma de esta obra es múltiple. Eduardo ensaya, poetiza, narra en extensiones brevísimas o larguísimas y usa el Twitter como un foro donde reflexiona, a la vista de todos, sobre poética y literatura. 

Desde que lo "descubrí", estas afinidades electivas, he podido charlar con él por mensaje de texto y nos hemos dado cuenta de la cercanía de nuestros ámbitos estéticos. También, y he aquí la magia, sin conocernos en realidad, hemos podido, aunque sea poquito, charlar con un grado de intimidad generoso sobre éxitos y fracasos en el mundo de la escritura, pláticas que son necesarias entre creadores y que pudieran rescatar a más de uno para no sucumbir ante la frustración ocasionada por los constantes rechazos editoriales, los premios que no resuenan o que pasan de largo, o el no hallar en el vasto mundo un lectorado inteligente que "entienda" nuestros textos, que los haga suyos y los celebre y quiera gritar a todo pulmón: "aquí hay un autor". 

Yo no dudo que Eduardo tenga más inéditos en el cajón que obra pública. Sospecho sobre esto dos cosas: la primera es que él mismo tiene un criterio estético que le impide sacar material si no alcanza la calidad que desea, un ideal casi platónico y de alturas no convencionales; y la segunda es que precisamente porque su obra es una mezcla de lenguaje preciso, temáticas muy particulares (casi de nicho) y una cierta periferia geográfica y hasta social, es soslayado por el miedo de aquellos que detentan las llaves del reino de la literatura de masa. Es un mundo lleno de envidias, diría Salieri, y por lo tanto se le niega el reconocimiento que sin duda merece. 

Otros dirían, y quizá él mismo lo piense, que está mejor de esa manera. Ser un autor extraño alejado de las modas y de aquello que se vende por el simple afán comercial. 

Podría coincidir también, pensar en la obra de Eduardo como de esos tesoros que se dan sólo a aquellos que son dignos de encontrarlos, pero también me gustaría que autores como él fueran los que estuvieran al frente de la escena literaria del mundo hispanohablante. 

Desde que le propuse esta entrevista, me di a la tarea de leerlo más a fondo. Me gustaría hacer aquí un escuetísimo análisis de uno de sus poemas que pueden encontrar aquí.

El poema alude en primera instancia a varios personajes de la mitología griega, una de las fuentes de la fantasía occidental. La voz poética encarna a Teseo, el héroe que vence al minotauro. Pero aquí Teseo no es más el héroe trágico ateniense dotado de las virtudes propias de los varones griegos, sino es un Teseo que deja ver una cierta duda en su encomienda, equiparada a una condena y no a una faena herculina que le dotaría de gloria. La duda se manifiesta como una premonición: no regresaría como Perseo exhibiendo la cabeza de su víctima (la Medusa). En cambio, el Teseo de Eduardo recorre el laberinto minoico para entender el secreto, para empatizar -reconocer el pathos del minotauro-, su soledad en el centro de ese mundo hecho de pasillos y paredes. Ese reconocimiento viene de que ambos, Teseo y Minotauro, son las dos caras acuosas de la misma ola, una raíz patriarcal fluida, encarnada de la sangre trémula y de la semilla tormentosa del mar Egeo; Poseidón, en toda su potencia líquida de energía imparable, dando vida y dando muerte, movido por los celos y por el desafío. La voz poética penetra el laberinto con su arma erguida cortando la oscuridad, una imagen eminentemente erótica, pero es penetrada a su vez, contrapunto que otorga al poema una simetría y el inicio de resolución, por la flecha de Eros. Teseo no odia a Minotauro ni le debe mal, al contrario, se rinde ante su belleza y su portentosa fuerza, y otorga su carne pulsante y se deja poseer en un arrebato colérico que recuerda el oleaje constante contra las playas, o la montadura frenética del Toro de Creta a Pasífae. Aquí el culmen del poema, acentuado por los sustantivos hechos verbos, dotados en sí mismos de esa energía que los transforma, los recrea, les da una nueva vida. Y esa vida es la nueva vida del Teseo de Eduardo, no el destino que los dioses le deparaban, sino la nueva ruta hacia su nuevo reino, uno forjado por su propio mérito, por sus propias aspiraciones.

Quisiera también recomendar la lectura de Bosque oscuro, una minificción hermosa y fantástica. Junto con Minotauromaquia, dos textos que ya son de mis favoritos de su autoría.

Realmente se ha convertido en uno de mis referentes para navegar ciertas literaturas fantásticas y seguramente en el futuro, no lo dudo, pudiera serlo de muchos más. Tampoco exageré cuando un día, sorprendido por unos tuits suyos que parecían traducir a cabalidad mis pensamientos, lo llamé mi gemelo literario. Y seguro acierto en su letras y reconozco una inteligencia callada que no busca el aplauso fácil. Por eso los invito yo a descubrirlo por su propia cuenta. Andan, vayan y disfruten.

Que sus lecturas sean felices.

 

¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

Los libros los descubrí gracias a dos en específico que había en la casa, estos se veían antiguos, pero no porque lo fueran, más bien por el color sepia que tenían, eran cuentos de hadas, uno era el de La Cenicienta y el otro no logro recordar cuál era; esos dos no los podía leer del todo; pero veía sus ilustraciones, tan melancólicas. La lectura la descubrí en dos etapas. La primera gracias a que mi papá me compraba una colección de libros sobre los grandes inventores de la Historia. La segunda por los libros de Harry Potter, porque fueron los primeros que decidí leer por voluntad propia.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

Tal vez suene trillado, pero fue para conocer otros mundos, ya que en éste me sentía solo, que nadie me comprendía; no digo que fuera para evadir esta realidad, más bien, para hallar otra forma de encajar en ella.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

Bueno, el primero fue Harry Potter y el prisionero de Azkaban, así que la intención era volver a visitar Hogwarts, saber qué pasaba con Harry y sus amigos antes de que saliera la película.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

Uhm… Cuando leo en digital subrayo, no importa si es novela, cuento, ensayo o poesía. Cuando leo ensayos en físico uso un lápiz para marcar las partes que me gustan, pongo comentarios sobre cosas que me recuerden.  Ahora, si es poesía lo que hago es leer dos veces el mismo poema: la primera en silencio y la segunda en voz alta.

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

Estoy leyendo Los días del venado, el primer libro de La saga de los Confines de Liliana Bodoc. Lo elegí porque es una novela de fantasía épica, en específico una reimaginación de la conquista, puesto que me parece interesante la propuesta de hablar sobre ese hecho desde la imaginación, para, tal vez, entender, o quizá sanar, eso que pasó hace 500 años.

 

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

El libro, sin duda, ha sido Hongos de Yuggoth, un poemario del escritor H. P. Lovecraft,  porque me mostró que en la poesía también caben los horrores y cosas más allá de la razón humana. La escritora Cristina Rascón ha sido una gran influencia, fue quien me aproximó al mundo del haiku, le debo mucho.

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Es complicado responder esto, ahora ya no lo pienso tanto como género, vamos, algo que la mayoría entiende como una simple etiqueta comercial. Elegí principalmente la ciencia ficción, porque es lo que me atraía más para imaginar otros futuros o realidades; sin embargo, últimamente me he sentido más atraído por la Fantasía, porque siento que ahí soy un poco más honesto conmigo mismo, no necesariamente significa que lo logre.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

No tengo un personaje en mente, quizá son la suma de Reed Richards, el de Ultimate Fantastic Four, Harry Potter, Ged de Terramar, Spoke, Odo (de Star Trek Deep Space Nine) o The Doctor; personajes que están quebrados y tratan de encajar en el mundo.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

El primero ya pensado de forma seria, fue un poema de ciencia ficción que surgió para homenajear a un personaje que me gusta mucho: el Doctor de la serie Doctor Who. Traté de reflejar la soledad que debe sentir ese ser casi divino por vivir en un interminable viaje a través del espacio y el tiempo.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

Ya lo he modificado, pero no lo reescribiría, creo que lo escribiría igual a como salió esa primera vez.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

Si es poema, escribo a mano. Los relatos me siento frente a la computadora, pero necesito que no haya ruidos, ni música.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Fue por las editoriales independientes y en ambos casos por invitación de los editores. Para la primera edición de Lágrimas en la lluvia, el editor me invitó una presentación de un libro, para que yo fuera un tipo de telonero. Al final me dijo que si quería publicar poemas con ellos con gusto lo harían, no lo pensé dos veces y tomé todos los haiku que había escrito y se los mandé. Para Necronomicon de bolsillo para leer en Marte, fue porque el editor leía todas mis minificciones, me dijo que en su colección editorial hacían falta ese tipo de textos, así que me sugirió elegir algunas, así que escogí todas las que hicieran mención sobre el Necronomicón y Marte.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Lo imagino más horizontal, donde por fin lo importante sea el trabajo del autor y no solamente la ganancia por el libro objeto, que también sea más accesible,  o sea, aproximar los libros a la gente.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

No lo sé, la verdad no me aproximé a esto pensando en publicar y obtener la fama inmediata, no niego que quiero ser leído y saber que a alguien allá afuera le gustó lo que hice; pero sí trataría de no caer en el juego de venderme para cumplir un contrato mortal o las tremendas exigencias de lectores, no por ser un malagradecido, sino porque a fin de cuentas, soy una persona que puede fallar y tiene un ritmo de escritura propio.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

No lo había pensado, podría ser sólo invitar a la gente a soñar, a creer de nuevo en cosas que pensaron que ya no creían, dejar una pequeña huella está bien, digo todo está destinado a desaparecer. Eso sí, espero no ser un referente que sea usado como falacia ad verecundiam, qué horror.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Primero, que no me vea como inspiración. Segundo, le recomendaría que lea mucho, pero mucho, de lo que le gusta y otras cosas que la atraigan, que no tenga miedo de sentarse a escribir, tal vez habrá muchos rechazos, quizá ni su familia  lo lea,  pero debe escribir para hallar una forma más, de sobrevivir y ya que sólo él o ella puede decir usando las palabras.


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