POÉTICAS PERSONALES: ANDRÉS ACOSTA
Como debe darse el descubrimiento de un escritor, a Andrés Acosta lo descubrí primero en su obra y después por vía de X.
Radicado ya desde hace una década en Toluca, me mantengo al tanto de la producción del CEAPE (Consejo Editorial de la Administración Pública del Estado de México, conocida entre el medio local como la Editorial Peña Nieto pues él inauguró esta dependencia, aunque previamente ya había una Subdirección de Publicaciones del órgano estatal cultural IMC) y fue ahí donde encontré #YoSoyBosco.
Esta novela (que por cierto pueden leer o descargar aquí #YoSoyBosco), que al parecer tiene un amplio lectorado entre los jóvenes estudiantes, me llevó a buscar más de su obra.
Encontré entonces Clandestino, que le valió el premio El barco de vapor de la Fundación SM (uno de los más valorados de la LIJ en México).
Fui encontrando más novelas suyas, muchas premiadas, muchísimas, tanto en prosa como en poesía, y entonces Andrés se convirtió, así como antes Mónica Brozón o Javier Malpica, en uno de mis referentes de LIJ a los que debía ponerles atención, aprender de ellos, estudiarlos a fondo y con consciencia para mejorar yo también mi propia obra.
Ahora quisiera creer que sin conocerlo en persona y agradeciendo algunas interacciones con él en X se ha convertido en mi maestro, y respeto sus letras porque verdaderemante sus historias cautivan. Tienen un tono que me parece gusta a los lectores jóvenes y les provoca ganas de leer. Andrés, quizá sin quererlo, aunque seguro lo sabe, abre así camino para los que venimos siguiendo sus pasos.
Además, lo mejor de Andrés es que sus historias tocan temas importantes que le permiten a los niños y jóvenes expandir sus horizontes y descubrir el mundo, con lo bueno y lo malo, y les hace reflexionar.
Así que los invito también a todos a hacerle como yo, a que lo descubrán por su obra y también por medio de estas respuestas donde se devele un poco.
Feliz lectura.
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¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?
Tenía ansias de entender los letreros que veía. Mis hermanas, mayores que yo, y mis padres, han de haber sufrido respondiéndome cada vez que yo preguntaba: ¿qué dice ahí? Necesitaba aprender a leer, pero todavía no iba a la escuela, así que me imaginaba que leía. Entre que adivinaba y suponía, me hacía ideas de lo que las palabras decían. Luego que ya fui aprendiendo en la escuela me di cuenta de que yo inventaba, y hasta la fecha no he podido dejar de hacerlo.
¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?
El instinto o el vicio de estar persiguiendo temas que me interesaban y que los demás no podían enseñarme. Nada de lo que se aprende en la escuela, por supuesto. Me interesaban los temas esotéricos, los ovnis, el magnetismo y un sinfín de cosas que quería averiguar. Hasta la fecha, me gusta leer de todo, no sólo literatura.
¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?
Las portadas, el papel, la materialidad del libro en cuestión. Mis papás me llevaban a una librería y era libre de escoger al menos un libro. No me llamaban la atención los infantiles, aunque no existía la riqueza editorial de ahora o no estaba a mi alcance. En aquel entonces percibía a los libros como objetos concebidos y producidos por una sola mano: la del escritor. Ahora que veo de cerca cómo intervienen varios profesionales en la edición de un libro, me parece menos mágico y misterioso el proceso de su elaboración, pero a la vez esencial: un texto sin editar está incompleto.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?
Leo tanto por trabajo, que necesito tiempo para leer-leer, y sigue siendo un placer sentarse cómodamente con un café en el parque o cualquier sillón para perderse en un libro. El ritual consiste en hacerme un paréntesis de tiempo para leer a mis anchas.
¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?
Después de mucho tiempo decidí leer haciendo caso a mi propia naturaleza y curiosidad. Leo muchos libros a la vez: novela, poesía y ensayo, principalmente, pero termino pocos. Abandono varios en el camino y de otros leo sólo los capítulos que me atraen. Al final me doy cuenta de que, como decía Paul Valery: no es el escritor el que debe tener inspiración, sino el lector. Me volví un lector inspirado y entonces sólo leo lo que me prende.
En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?
Podría mencionar autores tan conocidos, como Dostoyevski, Kafka, Virginia Woolf, Chejov, Faulkner y un largo etcétera. Ahora creo más bien en la forma del leer. Si uno encuentra la propia, entonces la lectura es una iluminación por sí misma. Me influye todo, porque un escritor es producto de una época y de una visión del mundo. No hay lectura despreciable.
¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?
La novela me gusta porque proporciona espacio suficiente para hacer lo que quieras. Le cabe todo mientras sepas irla desarrollando hacia una dirección, con una estructura: es un trabajo arquitectónico, habitable. En realidad, no existen géneros ni subgéneros, pero sí existen las colecciones editoriales en donde no cabe cualquier libro.
¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?
Quizá podría trazarse una línea que va desde Raskólnikov, Oblomov y Meursault hasta los protagonistas de Bernhard y Horacio Castellanos Moya; una línea un tanto oscura y pesimista, pero los complementaría con el humor de los de Ibargüengoitia, si no es mucho pedir.
¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?
No lo recuerdo, porque escribo desde niño, pero sin intención de ser escritor. No pretendía serlo. Escribir era algo natural: un instinto. Otra cosa fue entrar a un taller de creación literaria, cuando estaba en la preparatoria. Ahí sí nació la intención de convertirme en escritor, y mi primer texto en un taller fue radicalmente distinto, porque ya no escribía sólo para mí. Perdí espontaneidad, pero gané la posibilidad de ser leído por otros. La diferencia, como diría Capote, fue sutil, pero brutal.
Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?
Del primero que sí recuerdo, estaba en la primaria, lo cambiaría todo. Bueno, escribiría otra cosa, más bien. Ha pasado una vida entera desde entonces, que incluye décadas de tallereo. Sólo que, al mismo tiempo, no le cambiaría nada, porque no había intención de que lo leyera nadie más. En ese entonces no tenía la preocupación por escribir bien, que también me parece muy válida. No todo lo que escribe uno es para publicarlo.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?
Lo mismo que para leer. Consiste en darme mi tiempo y en concederme un espacio personal, incluso en una cafetería o en la banca de un parque. Puedo leer un poco de alguna autora o autor que me entusiasmen, un poco de poesía, para entrar en disposición. Caminar también me ayuda, vagar por las calles y subirme al metro. En realidad, cualquier estímulo es útil.
¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?
Cuando entré a un taller, por primera vez tuve conciencia de corregir, de reescribir. Tardé en juntar un libro de cuentos y vi una convocatoria. Ya había publicado en algunas antologías, revistas y periódicos, pero ganar una mención honorífica en el Premio Gilberto Owen significó para mí publicar un primer libro. Por eso siempre recomiendo los premios, porque es difícil que de buenas a primeras te quieran publicar en cualquier lado, a menos de que tú mismo te lo ganes.
¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?
Igual que ahora, pero más difícil. Las editoriales no son necesariamente instituciones culturales: deben vender libros. Las colecciones editoriales tienen perfiles definidos. La dificultad ahora y siempre, es que tu libro se ajuste a un perfil. Pero si no te importa ajustarte a nada, más que a la calidad, de nuevo está la vía de los premios. Muchos de mis libros, que no se hubieran publicado siendo propuestos directamente a un editor, han conseguido salir a la luz apelando a los jurados y su buen juicio, que muchas veces no se preocupa por cumplir con perfiles editoriales.
Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?
Ni idea. El panorama editorial se complica cada día. Sin embargo, mientras haya lectores, sobre todo niños y jóvenes, no todo está perdido. Por eso escribo mucho para gente joven, que a mi parecer es la que vale la pena.
¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?
Ninguno. No escribo ni para dar mensajes ni para dejar legados. Si algún día algún lector se engancha con un libro mío, tal como lo hago yo, pues qué bien. Afortunada o desafortunadamente, los libros tienen vida propia y nadie sabe qué pasará con ellos.
¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?
A pesar de los comentarios negativos sobre los talleres literarios, yo sí los recomiendo, porque así me formé. Cada persona debe tener criterio propio para distinguir si crece en determinado taller o se estanca y mejor se cambia a otro. Di talleres por treinta años ininterrumpidos profesionalmente, más catorce previos de asistir o hacer talleres colectivos. O sea, tallereé por cuarentaicuatro años.
Leer es condición indispensable, sin la cual no se escribe bien. Y la tercera: los premios. No es importante ganar, pero si así alcanzas la publicación, pues ya estás dentro.
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