POÉTICAS PERSONALES: LUCÍA MARÍA

 



Conocí a Lucía María con Delta de sol, poema espejo, o contra-poema en sus palabras, a Piedra de sol de Octavio Paz. 

En lo particular, desde que empecé a escoger mis lecturas, los libros de Paz han sido parte de mi formación poética. De ahí, sobre todo ahora que se exploran nuevas lecturas críticas de la obra de Paz, sobre todo desde el feminismo, incluida su relación con Elena Garro, saber que una autora proponía una re-creación/contra-lectura del poema original me provocaba una curiosidad tremenda. 

Estábamos, sin embargo, en el año pandémico y asumía que sería difícil hallar el libro publicado por Dharma Books. Para fortuna mía mi hermano me visitaba desde Guadalajara con un desvío previo a Impronta Casa Editora y traía consigo ése y otros librillos que aproveché para encargarle.

Lo leí de un trazo, sentado frente a la ventana por donde se colaba un rayo de sol que reverberaba sobre la página. Lo releí nuevamente en distintas ocasiones a lo largo de la semana, subrayando versos que me llamaban la atención: 

somos instante, pedazo de lluvia
las palabras son la voz que se busca
en tu frente ciega se desmorona
y nos lanza a la tempestad presente


sucede cuando nos matan
el cementerio de noticias vibra,
la memoria son células ardiendo
colgada bajo el sol para secarse
son aullidos de arena
en el desierto

y

ya deja de preguntarte, Octavio
todo lo encarcelas en tus palabras
y nos confinas en la retórica
nos encierras en la mortalidad
de tu osada construcción del lenguaje

Si en el poema de Paz los versos anuncian una confrontación entre el hombre y el cuerpo femenino, un amar combativo, en el poema de Lucía el cuerpo femenino expresa las respuestas que Paz indagaba en sus versos: la soledad, el amor, el deseo, el cuerpo de la mujer como piedra de toque de la misma vida. 

En el poema de Paz el cuerpo femenino es agua y árbol, es naturaleza que fluye, pero en el de Lucía, la mujer es un cuerpo de sinuosidad que muestra sin ataduras ni barreras su voluptuosidad, una forma acuosa de una transparencia límpida capaz de pulir y curar el mundo, la seducción que transmuta la piedra, un cuerpo alquimia que da vida y transformación:

es el mundo de luz filtrado por el cuerpo
una eminencia como un corte rápido
paro en silencio cavando en el cerebro
una cascada que bañando de tajo,
gozosa con sus dares y su vierto,
surte de sol, reflejo en una gota
hambre de sol, tótem de sol, ¿sufriendo?
¡loca de amar! donde sólo surge el
calor del alma cogiéndose al ser:
el ahora tintinea y gana riesgo
un anhelo ya es visible por tu pena,
es materializado a la sustancia

Paz apuntaba hacia la soledad del hombre, Lucía apunta hacia una conexión donde el agua-mujer moldea la piedra-hombre, la templa, la hace vivir dentro del mundo.

El poema está acompañado de un epílogo donde Lucía explica el génesis de su texto. Los cuestionamientos que hace sobre cómo se puede escribir un texto que dialogue con otro, más aún uno considerado por muchos, junto al Primero Sueño de Sor Juana o Muerte sin fin de Gorostiza, como una cumbre de la poesía en castellano, y cómo puede una autora, con su primer texto publicado, desde su juventud, incluso desde su precariedad y su marginalidad (desde los márgenes, desde el norte del país) confrontarse al poeta-efigie, cumbre infranqueable, poeta-pilar que dice y escribe su verso desde la posición abigarrada de un Bellas Artes, es probablemente uno de los mejores ensayos sobre poética que he leído en los últimos tiempos y que no dudaré en usar en mis próximos talleres. Este texto, pensamiento hecho agua, pensamiento petrificado modelado por el flujo, es poesía.  

Me parece además que este ensayo dialoga con el poema y lo engrandece, es simiente que florece en el verso, que ilumina la creación misma desde su concepción, útero y delta de venus que se abre a las posibilidades infinitas del ser. 

De igual manera, poema-contrapoema-ensayo, trilogía escrita de tiempo, son luz blanca dentro de un prisma que bifurca su espectro, un arco iris que nos destella en el alma, nos abre, nos expande, nos transfigura.

Quisiera decir mucho más, pero asumo que lo correcto será también escribir un texto crítico de mayor envergadura, hombre al fin de cuentas que busca penetrar en las letras, y por mientras diré que sus lecturas sean felices y luminosas.


¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

Fue cuando estaba en la secundaria, de todas las materias que había, me di cuenta que en el caso de Español sentía mucha naturalidad al relacionarme con las lecturas, con los libros que leíamos y con las palabras, hasta me gustaba hacer las tareas que nos dejaban. Porque también no me sentía tonta, como me pasaba con matemáticas. Podía escribir correctamente sin ponerle tanta atención a las reglas ortográficas, sin memorizar nada, no había ese esfuerzo del deber, todo era disfrutable. Aunque eso lo sé hasta ahora, en ese momento sólo era una clase que me gustaba y ya. He intentado recordar uno de los primeros libros que me fascinó siendo una niña, se trataba de algo que pasaba en Estocolmo, era una traducción y tal vez no era un libro tan bueno, pero me tenía picada, era la primera vez que sentía que mi presente se llenaba de otra historia y que era algo que estaba viviendo como en secreto mientras el mundo entero seguía en lo suyo, era un libro con una imagen de un callejón de noche, y creo que con algo en amarillo o rojo.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lectora?

Creo que me convertí en lectora por lo infinito a mi alcance con sólo tomar un libro (y otro y otro y etcétera). Es lo más parecido que había conocido a la posibilidad de ser otra persona, sentir otra vida, estar en otro lugar, enamorarme, encabronarme y hasta matar… en esa historia. Antes era la única forma con la cual sentía ese infinito, ahora que soy más consciente de mis sueños, que he llegado a tener sueños lúcidos, también lo he experimentado al dormir, pero son distintos caminos, y diferentes formas de sentir con cada uno.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

En la secundaria varias veces me sacaron del salón por estar platicando, o jugando, y como no tenía algo que pudiera hacer, porque fuera de los salones no había nadie más y porque la escuela estaba en un terreno baldío en los entonces confines de la ciudad, además de que estaba totalmente cercada y custodiada por los guardias, lo que terminaba haciendo era meterme a la pequeña biblioteca que había. En esa biblioteca leí uno de los mitos que me obsesionó, Cupido y Psique, yo era una niña súper enamoradiza, estaba muy enamorada del amor, también me gustaba un niño u otro, pero en realidad, y más bien, me gustaba fantasear con historias de amor, no era que realmente me gustara alguien, entonces Cupido y Psique fue una revelación y un pequeño éxtasis para mi imaginación, y de ahí otros libros e historias. Y me avergüenza pero ni modo, porque esa era la niña que yo era, en ese tiempo también leí varios libros de la serie Chicken soup for the teenage soul, me tenían picada, no sé si desde entonces me daba pena leerlos, pero sí me acuerdo que los leía rapidísimo.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

Tuve una rutina, varias, pero también me doy cuenta de cómo es que las rutinas pueden llegar a limitar mi búsqueda, y el sentir ese algo que estaba haciendo como un tesoro. Cuando solía tener más tiempo libre, todas las mañanas, recién levantada, me preparaba un café y me sentaba a leer con esa atención de estudiar cada oración y cada palabra, cada posibilidad con cada palabra. Ahora lo hago esporádicamente. Amaba el dueto café y lectura, que normalmente me llevaba a escribir algo en algún cuaderno, donde se trataba como el final de ese pequeño ciclo. Estimulación, estimulación, puerta, creación. Eso me bastaba. Ahora tengo que leer todo el tiempo, todo mundo estamos leyendo más que nunca con la conectividad en la que estamos involucradas e involucrados, y al tener disponibles tantos textos y contenidos, entonces mis espacios y momentos para leer por gusto han cambiado. Ahora leo más por las noches, como si fuera un cuento para irme a dormir. Y, a veces, también por las mañanas, pero leo a cuenta gotas, pues sé que debo reservar mi energía y atención para las lecturas que hago en mi trabajo.

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

Estoy leyendo eternamente Panza de Burro, de Andrea Abreu, un libro que editó Elefanta en el 2021. Y digo eternamente porque sigo en los primeros capítulos, he leído como tres veces el primero, otras tres veces el segundo, y lo estoy disfrutando como siento que antes hubiese disfrutado un CD de música. Me gusta por la voz, soy una persona que me engancho con la voz de los libros, también en la narrativa y en el ensayo, no sólo en la poesía. Siempre ando rastreando esa vibración en el libro, más allá de los conceptos y de las ideas, que ahora ya me llevan a distraerme y, la verdad, me aburren… todo este registro (balbuceo) intelectualoide, me distrae y marea. A mí lo que me atrae es esa potencia de la voz, esa energía que retumba. Al mismo tiempo, estoy leyendo el segundo tomo de Los chamanes de México, de Jacobo Grinberg, Misticismo indígena, que está más en el género de lo antropológico y sociológico, y ahorita me interesa, aunque de la forma en la cual está redactado son realmente una serie de anécdotas del autor, más que un estudio, y es un libro que pudo haberse editado para leerse mejor. Pero me cautiva que existieron estas chamanas y chamanes que el autor fue conociendo y entrevistando, y son casi como personajes mitológicos, por lo que sigo curiosa leyendo, me asombra que no se trate de una fantasía, sino que estas personas hayan existido y me pregunto si todavía existen personas así como las que retrata, porque esto lo escribió en los años ochenta, y me genera un poco de enojo y nostalgia la idea de que ya no exista ninguna persona así en México, que el capitalismo, la globalización, la violencia, la domesticación haya terminado con ellas.

 

En tu formación como escritora, ¿qué libro/escritor(a) ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

Imposible decidir por un solo libro o autora o autor, para decir que ha sido el que me ha llevado a escribir con tanto arrojo. Han sido un montón de libros, una fila de dominós que sigo acomodando, las cuales quizá arman un castillo… pero para luego tirarlo. Porque siento importante desligarme de todos los libros que he leído para encontrar lo que quiero decir, porque buscar mi voz significa, de alguna manera, renunciar a las voces que he escuchado y que he leído. En algún momento fue Bolaño, en otro fue Pessoa, también recuerdo a Lispector, Salinger, Flaubert, Plath, Symborzka, César Aira, Vicens, Rulfo. Es más, lo diría al revés, no ha habido un solo libro que yo haya leído que no haya influenciado en mi forma de escribir y de leer, incluso aquellos que los siento lejos de mi búsqueda y de mi voz.

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

No tengo un género, en Dharma Books se publicó un libro que yo armé y que se trata de un contrapoema a un poema que existe y es emblemático por es una respuesta a Octavio Paz, etc. Pero no es un poema que salió por completo de mí, no del todo, es un texto performativo, en donde todo lo que está ahí, desde la portada hasta el texto final, fue pensado para decir algo y no, necesariamente, de una cierta manera, sino así, en conjunto, como para ir armando las piezas. He escrito otras cosas, he escrito más textos que no sé ni qué son, que rayan en lo poético y en lo ensayístico, que parecen que van más en un tono de catarsis o que son terapéuticos, entonces sigo explorando mi voz y la forma en la cual puedo mostrar esa voz. Igualmente me pasa con lo que leo, no me gusta más la narrativa que la poesía o el ensayo, creo que me han gustado libros de todo tipo, y que me gusta el libro como una unidad, ese libro que ha logrado su honestidad, como ese algo único. Y lo mismo quisiera lograr con cada cosa que escribo.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

Más allá de que un personaje haya logrado influenciarme para yo construir otro, creo que ha sido distinto mi recibimiento de ciertos personajes a lo largo del tiempo, porque sigo leyendo. En algún momento me obsesioné con la Maga de Rayuela, de Cortázar, tanto así que, en ese entonces, yo trabajaba como locutora en una estación de radio en Mexicali, y en lugar de usar mi nombre usaba como pseudónimo la Maga. Luego se me quedó por un buen rato la voz de Holden Caulfield, pero ¿a quién no se le quedó esa voz, después de leer The Catcher in the Rye? Con Los detectives salvajes, de Bolaño, me sorprendió el armado de todos los personajes. En Trabajos del Reino, y realmente en toda la trilogía de Yuri Herrera, sentí una gran atracción con cada uno de los y las protagonistas de cada libro, pero era raro, porque estaban muy presentes pero al mismo tiempo no llamaban la atención como tal, te transmitían su poder de observador de la historia, y eso era lo que los hacía tan impactantes pero también invisibles. Julien Sorel de Rojo y negro, Madame Bovary como personaje y lo misma Nancy, título, personaje y narradora de la novela de Bruno Lloret, ¡Constance Chatterly! En la obra maestra de D.H. Lawrence. Son muchos, muchas, pero ya no me obsesiono con cada personaje en unas ganas de emular esa personalidad, esa búsqueda o carácter, tampoco busco esa misma construcción dentro de lo que sea que esté escribiendo, me parece incluso que puede estorbar, que termina como una barrera para alcanzar mi propio personaje. Entonces, al contrario, es deshacerme de esas voces, quedarme sólo con la sensación que me produjo y entonces intentar una voz propia, un personaje propio. No lo he logrado, por eso escribo mucho y he seguido desechando casi todo texto que he escrito hasta ahora.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

Fue cuando recién finalicé la maestría que estaba tomando, una maestría de creación literaria, tipo las maestrías que son tan populares en Estados Unidos, pero era acá en la Ciudad de México. Comencé a tener una sensación de aceleración con cada cosa que imaginaba, entonces quería intentar escribirlo todo. Realmente mi experiencia escribiendo era menos que poca, y además tampoco era una experimentada lectora. Entonces escribí un par de cuentos que hasta ganaron algún concurso (lo cual me emocionó y confundió). Uno era de un par de mexicoamericanos que se está metiendo coca en unos baños y uno le confiesa a otro que siente que su esposa está dejando sus raíces mexicanas, y la tristeza que eso le produce. Mi intención con este cuento fue, sobre todo, jugar con el lenguaje, traía muy fresco el ritmo del spanglish, por eso lo escribí así, a manera de monólogo y creando un lenguaje que combinaba el inglés y el español. Luego escribí sobre un viejo que se la pasaba acostado frente a una televisión todo el día todos los días y que estaba encerrado en su cuarto, era una imagen que yo veía desde la ventana de la cocina de aquel departamento en donde entonces vivía, hasta que un día el viejo ya no estaba, había un montón de cajas y gente recogiendo cosas en ese cuarto, por lo que asumí que el viejo había muerto. Esos dos textos fueron legítimamente un primer impulso que surgió de mí hacia escribir narrativa sin realmente saber cómo —como un animal que deseaba escribir por instinto—, no tuve ninguna duda en intentarlo. Y me encantó, porque sentí una especie de poder, de subidón, como andar puesta y ponerme a bailar con toda la libertad del mundo en medio de una gran pista sola hasta caer rendida, una libertad que no había experimentado así… usando las palabras.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

De aquel primer cuento, que se llamaba Rick & Ruben, el de los mexicoamericanos coquéandose en los baños, ya no tengo rastro alguno. Supongo que le cambiaría muchas cosas y ninguna. Tuve esa revelación en ese momento, porque vengo de la frontera, y aunque cada persona vive distinta la cercanía con Estados Unidos, el registro que se fue creando en mi mente con ese contacto con ese otro país también fue una ficción. Recuerdo estar en los probadores de alguna tienda de ropa en Calexico (la frontera de Mexicali, donde yo vivía), y escuchar a la señora del probador que estaba enseguida con su hija —así como estaba yo con mi mamá en mi propio probador— preguntándole si le quedaba bien la ropa, y escuchaba a la girl decir “is Ok si me queda así? ¿se ve cute o trashy?”. Luego también empecé a experimentar con el lenguaje, escribir jitanjáforas, y poemas tipo Altazor de Huidobro, luego una novelita tipo la trilogía de Agota Kristoff, y otra como en el estilo de César Aira, una más como 1984, no me daba cuenta de esa necesidad de “introyección artística”, pero sentía el impulso de hacer brotar esas otras voces que yo sentía dentro, que tuvieron esa duración, como de nubes en el cielo que llueven y se van. Me estoy tardando mucho en crear una forma de escribir lo que quiero escribir, sigo en esa búsqueda de mi voz para cada texto, entonces para mí es trabajar desde el inicio todo el tiempo.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

Me gusta escribir en la mañanita, cuando nada se ha colado aún por mi cabeza, apenas me ando despegando del mundo de los sueños, ni siquiera sé si ya soy cuerpo y así me pongo a escribir. Eso cuando estoy en esta parte de crear una historia desde cero, esa voz, un personaje, como con la materia gris con la cual estaré trabajando un libro. Después ya puedo escribir, más o menos, a cualquier hora, y es donde, más bien, se trata de una reescritura o edición de mi propio texto, pero a esto no le dedico sesiones largas casi nunca, son sucesivas sesiones cortas en donde voy notando hasta dónde el proceso, antes del ensimismamiento, porque la introspección es efectiva hasta que cansa, marea. Antes terminaba los textos en un par de días, en una sentada, sobre todo los poemas; después me di cuenta que eso era lo que los volvía crípticos y malos, por lo mismo, porque sólo contenían de bueno la energía del primer impulso de creación. Ahora me tardo trabajando un texto porque así puedo ver todos los tonos de ese escrito, no me quedo con la fantasía del primer momento de escritura, o con la fantasía de que algo que ni sé por milagro de nuestro señor Jesucristo será bueno.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Fue una causalidad, más que casualidad, aunque pudiera verse como la segunda. Cuando supe que existía Dharma Books le hice llegar un texto a Nicolás Cuéllar, uno de los socios editores de la editorial, el otro es Raúl Aguayo. Pasaron ocho meses desde que le envié mi propuesta, que se trataba de una versión muy temprana de Delta de sol, el contra-poema que terminé publicando con ellos. Y, como una semana después de que nos conocimos y hablamos para acordar la publicación de mi libro, me topé en la calle a Nicolás, me contó que se habían quedado sin editora, sin la editora que en ese momento trabajaba con ellos, le dije que me contratara, y lo dije entre broma y broma, porque en ese momento yo trabajaba como freelance. Al final fue en serio, cuando le envié mi CV y tuvimos una larga llamada para negociar, pues un mes después ya estaba trabajando como editora en Dharma. Y cuando entré es como si hubiese despertado, como en una sorpresa de ahora tengo que averiguar lo que significa ser editora, porque aunque había trabajado leyendo, corrigiendo y editando libros, de manera freelance, es muy distinto cuando ya tienes que hacerlo para que salgan los libros a la librería, cuando es una responsabilidad. Siendo además una lectora exigente, porque me había vuelto un tanto exigente al momento de leer y seleccionar lo que me gustaba leer, tenía que abrirme a sentir lo que otras personas estaban escribiendo y leyendo, y el valor de eso otro que tal vez no tiene que ver con mis gustos o mi camino, pero que es igual de valioso.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Me lo imagino más diluido aún. Creo que, en este momento, están pasando desapercibidos muchos libros que están siendo publicados, por la cantidad de información que está circulando todo el tiempo. Aunque las personas estamos más conectadas estamos menos conectadas, entonces siento que un libro se postula como un gran libro cuando realmente no lo es, sino que trae toda una estrategia de venta o de relaciones que buscan posicionarlo, pero queda un poco flotando si realmente el libro trae ese fondo que lo hace único. También con los grandes libros, siento que muchos ni se notan aunque estén ahí, aunque se hable de ellos, están siendo ignorados. Seguimos publicando la misma cantidad de libros, o más, estos conglomerados editoriales no dudan en hacerte creer que es un gran libro cualquier libro que sea parte de sus anaqueles, ¿realmente lo son? También siento a muchos escritores y escritoras muy desconectadas y desconectados con lo que realmente están sintiendo, ellos y ellas, escriben lo que creen que deben escribir, se trepan a un tema de moda, a una tendencia, esto también existe dentro de la escritura, una necesidad de encajar en alguna parte —viene desde la necesidad de ser aceptado, aceptada— pero intuyo que no es el libro que verdaderamente traen dentro. Si viviéramos en otra época, tal vez menos pretenciosa y menos abrumadora, pensaría que vamos hacia tener libros cada vez más honestos y más bellos, porque eso significaría crecer como humanidad, pero no, todas las personas quieren —queremos— ser ricas, famosas, intelectuales, sensibles, espirituales, caritativas, alivianadas y felices, y hacemos todo lo posible por expresarlo en las redes sociales como un hecho, creamos toda esta fantasía, este espectáculo instantáneo de cada momento. Por eso desconfío tanto de las publicaciones, porque siento que en general no estamos siendo honestos y honestas con lo que realmente sentimos. Hay tanta violencia, tanta tristeza, indiferencia y dolor y no se está mostrando como tal, se muestra como yo soy todopoderoso, todopoderosa, a pesar de tanto dolor. Esto se evidenció desde el encierro, la tristeza, en general, por un lado, y la indiferencia y falta de empatía por el otro, si esto es lo que estamos sintiendo, ¿dónde están estos libros que lo revelan? Son muy pocos.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

Tengo solo un libro publicado y, antes que pensar en el cambio que este libro pueda crear aunque sea para una persona, me interesa poder aprender, sentir, y abrirme con cada cosa que hago. Antes escribía desde otro lugar y buscando otra como alguna reafirmación de mi existencia. Ahora confirmo mi existencia con la posibilidad de entregarme en el instante, y así también escribo, buscando romper y crear, sentir y abrirme. Verdaderamente siento que lo único que permanece es el cambio, entonces busco enlazarme a esa sensación y apertura, que el esfuerzo, el trabajo, la disolución del dolor sean hacia ser una persona más abierta, más humana, más empática, más entregada. Por eso termino descartando gran parte de lo escribo, si hoy estamos recibiendo muchísimos estímulos de información y de historias, pero además tenemos el cuerpo adormecido, evidentemente que gran parte de lo que voy a terminar creando a partir de la escritura es una catarsis de algo que puedo sentir y no estar sintiendo, entonces no me confío de todo lo que salga de mí, porque si mi cuerpo es como un prisma, tiene que haber un rayo de luz mucho más puro, en cuanto a que es honesto, para que salga arcoíris de mi cuerpo.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

Me da un poco de risa nerviosa la palabra legado, me siento en otro tiempo, como si estuviera conversando con alguien del siglo XX, es una palabra hasta rimbombante, me parece. Y he pensado que también la palabra literatura contiene mucha carga, pero en realidad, no tanta, pues hay una mayoría consciente y constante que decimos esto se siente literatura y no hay duda. No creo que yo haya dado el salto aún de estar expresando en términos de literatura, tengo tintes literarios en lo que he escrito, en algunas formas de expresión, pero creo que todavía estoy en la escritura como tal, en esa búsqueda y laberinto. Lo que quisiera transmitir, con lo que escribo, hago y expreso, es la posibilidad de ser más libre, porque no hay un deber, ni un camino, ni una sola forma, hay miles y más por ir creando. Cada persona va creando su propio camino, entonces hay tantos caminos como personas. Las palabras son herramientas, son puertas, mezclas con las cuales podemos crear una mejor realidad. Y, cuando las palabras dejan de ser esta posibilidad de cambio, me parece que es más sano tomar distancia y otros caminos, respirar para más adelante, cuando exista un impulso genuino, volver. O esto ha sido en mi experiencia. Que siempre haya gozo al escribir y leer, a pesar del dolor, o para transformar ese dolor, que suceda una verdadera entrega, vaciarnos en la escritura con toda honestidad, para disolver ese dolor, alcanzar la libertad en la medida de lo (im)posible y expandir esa posibilidad de sensación.

 

¿Qué le recomendarías a un autor(a) que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Que la inspiración es una fantasía, como las musas, que fuera del propio cuerpo todos son espejos y espejismos, y sí la mente es la que crea esas fantasías pero las proyecta hacia fuera. Le diría que, más bien, está en su cuerpo el mapa para encontrar todo eso que quiere, busca y necesita. También que una gran brújula es el dolor, que mientras vaya aceptado el dolor —siendo la única forma de “vencerlo”— sentirá cada vez mayor libertad y posibilidad de ser la persona que se imagina y presiente que es. Hablo de dolor, no de sufrimiento. El sufrimiento es una forma de apego al dolor. Mientras que el dolor es la aceptación de estar vivas y vivos, y estar en un proceso continuo de crecimiento.

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