POÉTICAS PERSONALES: LUCÍA MARÍA
¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y
de los libros?
Fue cuando
estaba en la secundaria, de todas las materias que había, me di cuenta que en
el caso de Español sentía mucha naturalidad al relacionarme con las lecturas,
con los libros que leíamos y con las palabras, hasta me gustaba hacer las
tareas que nos dejaban. Porque también no me sentía tonta, como me pasaba con
matemáticas. Podía escribir correctamente sin ponerle tanta atención a las
reglas ortográficas, sin memorizar nada, no había ese esfuerzo del deber, todo
era disfrutable. Aunque eso lo sé hasta ahora, en ese momento sólo era una
clase que me gustaba y ya. He intentado recordar uno de los primeros libros que
me fascinó siendo una niña, se trataba de algo que pasaba en Estocolmo, era una
traducción y tal vez no era un libro tan bueno, pero me tenía picada, era la
primera vez que sentía que mi presente se llenaba de otra historia y que era
algo que estaba viviendo como en secreto mientras el mundo entero seguía en lo
suyo, era un libro con una imagen de un callejón de noche, y creo que con algo
en amarillo o rojo.
¿Cuál dirías que fue la razón principal que
te convirtió en lectora?
Creo que me
convertí en lectora por lo infinito a mi alcance con sólo tomar un libro (y
otro y otro y etcétera). Es lo más parecido que había conocido a la posibilidad
de ser otra persona, sentir otra vida, estar en otro lugar, enamorarme,
encabronarme y hasta matar… en esa historia. Antes era la única forma con la
cual sentía ese infinito, ahora que soy más consciente de mis sueños, que he
llegado a tener sueños lúcidos, también lo he experimentado al dormir, pero son
distintos caminos, y diferentes formas de sentir con cada uno.
¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro
leído por elección propia?
En la secundaria
varias veces me sacaron del salón por estar platicando, o jugando, y como no
tenía algo que pudiera hacer, porque fuera de los salones no había nadie más y
porque la escuela estaba en un terreno baldío en los entonces confines de la
ciudad, además de que estaba totalmente cercada y custodiada por los guardias,
lo que terminaba haciendo era meterme a la pequeña biblioteca que había. En esa
biblioteca leí uno de los mitos que me obsesionó, Cupido y Psique, yo era una niña súper enamoradiza, estaba muy
enamorada del amor, también me gustaba un niño u otro, pero en realidad, y más
bien, me gustaba fantasear con historias de amor, no era que realmente me
gustara alguien, entonces Cupido y Psique fue una revelación y un pequeño
éxtasis para mi imaginación, y de ahí otros libros e historias. Y me avergüenza
pero ni modo, porque esa era la niña que yo era, en ese tiempo también leí
varios libros de la serie Chicken soup
for the teenage soul, me tenían picada, no sé si desde entonces me daba
pena leerlos, pero sí me acuerdo que los leía rapidísimo.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para leer?
Tuve una rutina,
varias, pero también me doy cuenta de cómo es que las rutinas pueden llegar a
limitar mi búsqueda, y el sentir ese algo que estaba haciendo como un tesoro.
Cuando solía tener más tiempo libre, todas las mañanas, recién levantada, me
preparaba un café y me sentaba a leer con esa atención de estudiar cada oración
y cada palabra, cada posibilidad con cada palabra. Ahora lo hago esporádicamente.
Amaba el dueto café y lectura, que normalmente me llevaba a escribir algo en
algún cuaderno, donde se trataba como el final de ese pequeño ciclo.
Estimulación, estimulación, puerta, creación. Eso me bastaba. Ahora tengo que
leer todo el tiempo, todo mundo estamos leyendo más que nunca con la
conectividad en la que estamos involucradas e involucrados, y al tener
disponibles tantos textos y contenidos, entonces mis espacios y momentos para
leer por gusto han cambiado. Ahora leo más por las noches, como si fuera un
cuento para irme a dormir. Y, a veces, también por las mañanas, pero leo a
cuenta gotas, pues sé que debo reservar mi energía y atención para las lecturas
que hago en mi trabajo.
¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir
dicho texto?
Estoy leyendo
eternamente Panza de Burro, de Andrea
Abreu, un libro que editó Elefanta en el 2021. Y digo eternamente porque sigo
en los primeros capítulos, he leído como tres veces el primero, otras tres
veces el segundo, y lo estoy disfrutando como siento que antes hubiese
disfrutado un CD de música. Me gusta por la voz, soy una persona que me
engancho con la voz de los libros, también en la narrativa y en el ensayo, no
sólo en la poesía. Siempre ando rastreando esa vibración en el libro, más allá
de los conceptos y de las ideas, que ahora ya me llevan a distraerme y, la
verdad, me aburren… todo este registro (balbuceo) intelectualoide, me distrae y
marea. A mí lo que me atrae es esa potencia de la voz, esa energía que retumba.
Al mismo tiempo, estoy leyendo el segundo tomo de Los chamanes de México, de Jacobo Grinberg, Misticismo indígena, que está más en el género de lo antropológico
y sociológico, y ahorita me interesa, aunque de la forma en la cual está
redactado son realmente una serie de anécdotas del autor, más que un estudio, y
es un libro que pudo haberse editado para leerse mejor. Pero me cautiva que
existieron estas chamanas y chamanes que el autor fue conociendo y
entrevistando, y son casi como personajes mitológicos, por lo que sigo curiosa
leyendo, me asombra que no se trate de una fantasía, sino que estas personas
hayan existido y me pregunto si todavía existen personas así como las que
retrata, porque esto lo escribió en los años ochenta, y me genera un poco de
enojo y nostalgia la idea de que ya no exista ninguna persona así en México,
que el capitalismo, la globalización, la violencia, la domesticación haya
terminado con ellas.
En tu formación como escritora, ¿qué
libro/escritor(a) ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?
Imposible decidir
por un solo libro o autora o autor, para decir que ha sido el que me ha llevado
a escribir con tanto arrojo. Han sido un montón de libros, una fila de dominós
que sigo acomodando, las cuales quizá arman un castillo… pero para luego
tirarlo. Porque siento importante desligarme de todos los libros que he leído
para encontrar lo que quiero decir, porque buscar mi voz significa, de alguna
manera, renunciar a las voces que he escuchado y que he leído. En algún momento
fue Bolaño, en otro fue Pessoa, también recuerdo a Lispector, Salinger,
Flaubert, Plath, Symborzka, César Aira, Vicens, Rulfo. Es más, lo diría al
revés, no ha habido un solo libro que yo haya leído que no haya influenciado en
mi forma de escribir y de leer, incluso aquellos que los siento lejos de mi
búsqueda y de mi voz.
¿Cómo te decantaste por el género
favorecido por ti a la hora de escribir?
No tengo un
género, en Dharma Books se publicó un libro que yo armé y que se trata de un
contrapoema a un poema que existe y es emblemático por es una respuesta a
Octavio Paz, etc. Pero no es un poema que salió por completo de mí, no del
todo, es un texto performativo, en donde todo lo que está ahí, desde la portada
hasta el texto final, fue pensado para decir algo y no, necesariamente, de una
cierta manera, sino así, en conjunto, como para ir armando las piezas. He
escrito otras cosas, he escrito más textos que no sé ni qué son, que rayan en
lo poético y en lo ensayístico, que parecen que van más en un tono de catarsis
o que son terapéuticos, entonces sigo explorando mi voz y la forma en la cual
puedo mostrar esa voz. Igualmente me pasa con lo que leo, no me gusta más la
narrativa que la poesía o el ensayo, creo que me han gustado libros de todo
tipo, y que me gusta el libro como una unidad, ese libro que ha logrado su
honestidad, como ese algo único. Y lo mismo quisiera lograr con cada cosa que
escribo.
¿Qué personaje literario ha marcado tu
construcción de personajes y cómo ha sido eso?
Más allá de que un personaje haya logrado
influenciarme para yo construir otro, creo que ha sido distinto mi recibimiento
de ciertos personajes a lo largo del tiempo, porque sigo leyendo. En algún
momento me obsesioné con la Maga de Rayuela,
de Cortázar, tanto así que, en ese entonces, yo trabajaba como locutora en una
estación de radio en Mexicali, y en lugar de usar mi nombre usaba como
pseudónimo la Maga. Luego se me quedó por un buen rato la voz de Holden
Caulfield, pero ¿a quién no se le quedó esa voz, después de leer The Catcher in the Rye? Con Los detectives salvajes, de Bolaño, me
sorprendió el armado de todos los personajes. En Trabajos del Reino, y realmente en toda la trilogía de Yuri
Herrera, sentí una gran atracción con cada uno de los y las protagonistas de
cada libro, pero era raro, porque estaban muy presentes pero al mismo tiempo no
llamaban la atención como tal, te transmitían su poder de observador de la
historia, y eso era lo que los hacía tan impactantes pero también invisibles.
Julien Sorel de Rojo y negro, Madame
Bovary como personaje y lo misma Nancy, título, personaje y narradora de la
novela de Bruno Lloret, ¡Constance Chatterly! En la obra maestra de D.H.
Lawrence. Son muchos, muchas, pero ya no me obsesiono con cada personaje en
unas ganas de emular esa personalidad, esa búsqueda o carácter, tampoco busco
esa misma construcción dentro de lo que sea que esté escribiendo, me parece
incluso que puede estorbar, que termina como una barrera para alcanzar mi
propio personaje. Entonces, al contrario, es deshacerme de esas voces, quedarme
sólo con la sensación que me produjo y entonces intentar una voz propia, un
personaje propio. No lo he logrado, por eso escribo mucho y he seguido
desechando casi todo texto que he escrito hasta ahora.
¿Cómo sucedió la escritura de tu primer
texto?
Fue cuando
recién finalicé la maestría que estaba tomando, una maestría de creación
literaria, tipo las maestrías que son tan populares en Estados Unidos, pero era
acá en la Ciudad de México. Comencé a tener una sensación de aceleración con
cada cosa que imaginaba, entonces quería intentar escribirlo todo. Realmente mi
experiencia escribiendo era menos que poca, y además tampoco era una
experimentada lectora. Entonces escribí un par de cuentos que hasta ganaron
algún concurso (lo cual me emocionó y confundió). Uno era de un par de
mexicoamericanos que se está metiendo coca en unos baños y uno le confiesa a
otro que siente que su esposa está dejando sus raíces mexicanas, y la tristeza
que eso le produce. Mi intención con este cuento fue, sobre todo, jugar con el
lenguaje, traía muy fresco el ritmo del spanglish, por eso lo escribí así, a
manera de monólogo y creando un lenguaje que combinaba el inglés y el español.
Luego escribí sobre un viejo que se la pasaba acostado frente a una televisión
todo el día todos los días y que estaba encerrado en su cuarto, era una imagen
que yo veía desde la ventana de la cocina de aquel departamento en donde
entonces vivía, hasta que un día el viejo ya no estaba, había un montón de
cajas y gente recogiendo cosas en ese cuarto, por lo que asumí que el viejo
había muerto. Esos dos textos fueron legítimamente un primer impulso que surgió
de mí hacia escribir narrativa sin realmente saber cómo —como un animal que
deseaba escribir por instinto—, no tuve ninguna duda en intentarlo. Y me
encantó, porque sentí una especie de poder, de subidón, como andar puesta y
ponerme a bailar con toda la libertad del mundo en medio de una gran pista sola
hasta caer rendida, una libertad que no había experimentado así… usando las
palabras.
Si pudieras reescribir tu primer texto,
¿qué harías diferente/igual y por qué?
De aquel primer
cuento, que se llamaba Rick & Ruben, el de los mexicoamericanos coquéandose
en los baños, ya no tengo rastro alguno. Supongo que le cambiaría muchas cosas
y ninguna. Tuve esa revelación en ese momento, porque vengo de la frontera, y
aunque cada persona vive distinta la cercanía con Estados Unidos, el registro
que se fue creando en mi mente con ese contacto con ese otro país también fue
una ficción. Recuerdo estar en los probadores de alguna tienda de ropa en
Calexico (la frontera de Mexicali, donde yo vivía), y escuchar a la señora del
probador que estaba enseguida con su hija —así como estaba yo con mi mamá en mi
propio probador— preguntándole si le quedaba bien la ropa, y escuchaba a la girl decir “is Ok si me queda así? ¿se
ve cute o trashy?”. Luego también empecé a experimentar con el lenguaje,
escribir jitanjáforas, y poemas tipo Altazor
de Huidobro, luego una novelita tipo la trilogía de Agota Kristoff, y otra como
en el estilo de César Aira, una más como 1984,
no me daba cuenta de esa necesidad de “introyección artística”, pero sentía el
impulso de hacer brotar esas otras voces que yo sentía dentro, que tuvieron esa
duración, como de nubes en el cielo que llueven y se van. Me estoy tardando
mucho en crear una forma de escribir lo que quiero escribir, sigo en esa
búsqueda de mi voz para cada texto, entonces para mí es trabajar desde el
inicio todo el tiempo.
¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica
específica para escribir?
Me gusta
escribir en la mañanita, cuando nada se ha colado aún por mi cabeza, apenas me
ando despegando del mundo de los sueños, ni siquiera sé si ya soy cuerpo y así
me pongo a escribir. Eso cuando estoy en esta parte de crear una historia desde
cero, esa voz, un personaje, como con la materia gris con la cual estaré
trabajando un libro. Después ya puedo escribir, más o menos, a cualquier hora,
y es donde, más bien, se trata de una reescritura o edición de mi propio texto,
pero a esto no le dedico sesiones largas casi nunca, son sucesivas sesiones
cortas en donde voy notando hasta dónde el proceso, antes del ensimismamiento,
porque la introspección es efectiva hasta que cansa, marea. Antes terminaba los
textos en un par de días, en una sentada, sobre todo los poemas; después me di
cuenta que eso era lo que los volvía crípticos y malos, por lo mismo, porque
sólo contenían de bueno la energía del primer impulso de creación. Ahora me
tardo trabajando un texto porque así puedo ver todos los tonos de ese escrito,
no me quedo con la fantasía del primer momento de escritura, o con la fantasía
de que algo que ni sé por milagro de
nuestro señor Jesucristo será bueno.
¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo
editorial?
Fue una
causalidad, más que casualidad, aunque pudiera verse como la segunda. Cuando
supe que existía Dharma Books le hice llegar un texto a Nicolás Cuéllar, uno de
los socios editores de la editorial, el otro es Raúl Aguayo. Pasaron ocho meses
desde que le envié mi propuesta, que se trataba de una versión muy temprana de Delta de sol, el contra-poema que
terminé publicando con ellos. Y, como una semana después de que nos conocimos y
hablamos para acordar la publicación de mi libro, me topé en la calle a Nicolás,
me contó que se habían quedado sin editora, sin la editora que en ese momento
trabajaba con ellos, le dije que me contratara, y lo dije entre broma y broma,
porque en ese momento yo trabajaba como freelance. Al final fue en serio,
cuando le envié mi CV y tuvimos una larga llamada para negociar, pues un mes
después ya estaba trabajando como editora en Dharma. Y cuando entré es como si
hubiese despertado, como en una sorpresa de ahora tengo que averiguar lo que
significa ser editora, porque aunque había trabajado leyendo, corrigiendo y
editando libros, de manera freelance, es muy distinto cuando ya tienes que
hacerlo para que salgan los libros a la librería, cuando es una
responsabilidad. Siendo además una lectora exigente, porque me había vuelto un
tanto exigente al momento de leer y seleccionar lo que me gustaba leer, tenía
que abrirme a sentir lo que otras personas estaban escribiendo y leyendo, y el
valor de eso otro que tal vez no tiene que ver con mis gustos o mi camino, pero
que es igual de valioso.
¿Cómo imaginas el mundo de la edición en
los siguientes años?
Me lo imagino
más diluido aún. Creo que, en este momento, están pasando desapercibidos muchos
libros que están siendo publicados, por la cantidad de información que está
circulando todo el tiempo. Aunque las personas estamos más conectadas estamos
menos conectadas, entonces siento que un libro se postula como un gran libro
cuando realmente no lo es, sino que trae toda una estrategia de venta o de
relaciones que buscan posicionarlo, pero queda un poco flotando si realmente el
libro trae ese fondo que lo hace único. También con los grandes libros, siento
que muchos ni se notan aunque estén ahí, aunque se hable de ellos, están siendo
ignorados. Seguimos publicando la misma cantidad de libros, o más, estos
conglomerados editoriales no dudan en hacerte creer que es un gran libro
cualquier libro que sea parte de sus anaqueles, ¿realmente lo son? También
siento a muchos escritores y escritoras muy desconectadas y desconectados con
lo que realmente están sintiendo, ellos y ellas, escriben lo que creen que
deben escribir, se trepan a un tema de moda, a una tendencia, esto también
existe dentro de la escritura, una necesidad de encajar en alguna parte —viene
desde la necesidad de ser aceptado, aceptada— pero intuyo que no es el libro
que verdaderamente traen dentro. Si viviéramos en otra época, tal vez menos
pretenciosa y menos abrumadora, pensaría que vamos hacia tener libros cada vez
más honestos y más bellos, porque eso significaría crecer como humanidad, pero
no, todas las personas quieren —queremos— ser ricas, famosas, intelectuales,
sensibles, espirituales, caritativas, alivianadas y felices, y hacemos todo lo
posible por expresarlo en las redes sociales como un hecho, creamos toda esta
fantasía, este espectáculo instantáneo de cada momento. Por eso desconfío tanto
de las publicaciones, porque siento que en general no estamos siendo honestos y
honestas con lo que realmente sentimos. Hay tanta violencia, tanta tristeza,
indiferencia y dolor y no se está mostrando como tal, se muestra como yo soy
todopoderoso, todopoderosa, a pesar de tanto dolor. Esto se evidenció desde el
encierro, la tristeza, en general, por un lado, y la indiferencia y falta de
empatía por el otro, si esto es lo que estamos sintiendo, ¿dónde están estos
libros que lo revelan? Son muy pocos.
Dadas las posibilidades editoriales
futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus
perspectivas/alcances?
Tengo solo un
libro publicado y, antes que pensar en el cambio que este libro pueda crear
aunque sea para una persona, me interesa poder aprender, sentir, y abrirme con
cada cosa que hago. Antes escribía desde otro lugar y buscando otra como alguna
reafirmación de mi existencia. Ahora confirmo mi existencia con la posibilidad
de entregarme en el instante, y así también escribo, buscando romper y crear,
sentir y abrirme. Verdaderamente siento que lo único que permanece es el
cambio, entonces busco enlazarme a esa sensación y apertura, que el esfuerzo,
el trabajo, la disolución del dolor sean hacia ser una persona más abierta, más
humana, más empática, más entregada. Por eso termino descartando gran parte de
lo escribo, si hoy estamos recibiendo muchísimos estímulos de información y de
historias, pero además tenemos el cuerpo adormecido, evidentemente que gran
parte de lo que voy a terminar creando a partir de la escritura es una catarsis
de algo que puedo sentir y no estar sintiendo, entonces no me confío de todo lo
que salga de mí, porque si mi cuerpo es como un prisma, tiene que haber un rayo
de luz mucho más puro, en cuanto a que es honesto, para que salga arcoíris de
mi cuerpo.
¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la
literatura?
Me da un poco de
risa nerviosa la palabra legado, me siento en otro tiempo, como si estuviera
conversando con alguien del siglo XX, es una palabra hasta rimbombante, me
parece. Y he pensado que también la palabra literatura contiene mucha carga,
pero en realidad, no tanta, pues hay una mayoría consciente y constante que
decimos esto se siente literatura y no hay duda. No creo que yo haya dado el
salto aún de estar expresando en términos de literatura, tengo tintes
literarios en lo que he escrito, en algunas formas de expresión, pero creo que
todavía estoy en la escritura como tal, en esa búsqueda y laberinto. Lo que
quisiera transmitir, con lo que escribo, hago y expreso, es la posibilidad de
ser más libre, porque no hay un deber, ni un camino, ni una sola forma, hay
miles y más por ir creando. Cada persona va creando su propio camino, entonces
hay tantos caminos como personas. Las palabras son herramientas, son puertas,
mezclas con las cuales podemos crear una mejor realidad. Y, cuando las palabras
dejan de ser esta posibilidad de cambio, me parece que es más sano tomar
distancia y otros caminos, respirar para más adelante, cuando exista un impulso
genuino, volver. O esto ha sido en mi experiencia. Que siempre haya gozo al
escribir y leer, a pesar del dolor, o para transformar ese dolor, que suceda
una verdadera entrega, vaciarnos en la escritura con toda honestidad, para
disolver ese dolor, alcanzar la libertad en la medida de lo (im)posible y
expandir esa posibilidad de sensación.
¿Qué le recomendarías a un autor(a) que
apenas comienza y que te ve como inspiración?
Que la
inspiración es una fantasía, como las musas, que fuera del propio cuerpo todos
son espejos y espejismos, y sí la mente es la que crea esas fantasías pero las
proyecta hacia fuera. Le diría que, más bien, está en su cuerpo el mapa para
encontrar todo eso que quiere, busca y necesita. También que una gran brújula
es el dolor, que mientras vaya aceptado el dolor —siendo la única forma de
“vencerlo”— sentirá cada vez mayor libertad y posibilidad de ser la persona que
se imagina y presiente que es. Hablo de dolor, no de sufrimiento. El sufrimiento
es una forma de apego al dolor. Mientras que el dolor es la aceptación de estar
vivas y vivos, y estar en un proceso continuo de crecimiento.
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