POÉTICAS PERSONALES: OMAR NIETO

 


Omar Nieto acaba de publicar una ucronía sobre la conquista. 

En lo personal me parece un hito porque nomás no logro detectar otra novela escrita bajo este subgénero de la ciencia ficción dentro de la literatura mexicana (podría equivocarme, quizá, y si es así por favor dejen un comentario al respecto). 

Las ucronías sin embargo son numerosas en la literatura anglosajona, las más famosas escritas por Harry Turtledove, o las ya clásicas El hombre en el castillo de Philip K. Dick y El complot contra América de Philip Roth. 

Hay, sin embargo, algunos ejercicios ucronísticos en la revista Letras Libres #118, publicada en octubre de 2008, bajo la temática Pasados imaginarios. En dicha edición, participaron autores como José Emilio Pacheco, Fernando del Paso, Pablo Soler Frost, Hugo Hiriart o Enrique Serna, pero en particular Federico Navarrete que publicó un texto titulado La conquista fracasa. Costa Indómita, 1519-1847 donde, sin ser un texto narrativo, hacía un ejercicio de imaginación de un posible fracaso de la expedición de Cortés. 

La novela de Nieto, El juego secreto de Moctezuma, sí es un texto narrativo en toda la extensión de la palabra y, con cierta emulación del estilo de las crónicas de la conquista de Bernal Díaz del Castillo, propone una historia de los pueblos mesoamericanos librados de la subyugación de los invasores europeos. 

Previo a este libro, le conocí un libro de cuentos, Fisiología del olvido, que me resultó una lectura desafiante y que recomendaría a los lectores de lo fantástico y de lo culto. Dicho texto obtuvo la mención honorífica en el Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz y puede descargarse libremente en el link anterior.

Antes, publicó la novela negra Las mujeres matan mejor, finalista en el primer Premio Letras Nuevas Planeta-Sanborns de Novela, donde intenta, a mi juicio, hacer una reinvención de la novela del narcotráfico, sacarla de los senderos ya recorridos, romper los moldes trillados de los personajes bigotones, embotados y sombrerudos. 

En esto creo que sale a relucir el carácter académico de Omar, que es un teórico literario especializado en lo fantástico. En muchas de sus entrevistas que habitan el ciberespacio, se le puede leer teorizando sobre lo que es o debe ser la narración, un texto como un artefacto semántico y emocional que propulsa una lectura que, a su juicio, debe ser siempre intensa y continua. Y quizá eso también es reflejo de que Omar fue alumno de uno de los narradores mexicanos más renovadores de la lengua, Daniel Sada. 

Quizá esto último nos una también, en mi caso vía Adriana Jiménez y Ese modo que colma, o incluso el mismo Martín Solares, pero la verdad es que me siento unido a él porque me entusiasma que Omar multiplique los géneros, pase de la ciencia ficción a la fantasía, al noir, al cuento, a la teoría literaria, al periodismo, a la academia y que esté consolidándose poco a poco como un autor de referencia.  

Dicho lo anterior, deseo que sus lecturas sean felices.

¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

En mi casa había poca literatura pero varias enciclopedias con historia de la literatura y relatos de grandes autores. Recuerdo leerlos una y otra vez. Verne, Salgari y Poe fueron lecturas que funcionaron como el canto de las sirenas.

  

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

La posibilidad de un acto recíproco de creación, de echar a volar la imaginación. La lectura no fue escape ni refugio sino un arma para jugar a ser demiurgo.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

Fue Historias extraordinarias de Poe. La tensión, el suspenso, el gato tras las paredes, la guillotina-péndulo a punto de caer, el tonel del amontillado, el misterio, y la posibilidad de que existiera un mundo más allá de lo cotidiano.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer? Soy muy ordenado para mis lecturas. Compro muchos libros, sobre todo de viejo, y pongo los más urgentes en un librero cerca de mí. Los voy tomando como en una cita amorosa largamente esperada.

  

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto? En la actualidad leo dos cosas: mucha sociocrítica, en concreto, a Lukács, y novela sobre narcotráfico, debido a que trabajo una teoría de este registro literario. Asimismo, a China Miéville, a Neil Gaiman y a otros ejemplos de lo que llamo “fantástico posmoderno”. Mi ucronía sobre la Conquista descansa sobre este último presupuesto. Estos dos causes algún día confluirán.

  

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué? Manhattan Transfer de John Dos Passos. Mi fractalidad deriva de ello. El que la ciudad sea la protagonista, que se escuchen las cientos de voces para “atrapar” la época en la que nació Nueva York, se me hace una idea maestra de la narrativa. El no narrar de forma cronológica, como sucede en mi obra, nació de esta lectura en la que la totalidad está fragmentada.

  

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Tengo dos obsesiones: la violencia y la imaginación. Quizá sean extensiones de mí mismo, pero lo es porque sólo estas dos fuerzas transforman lo ordinario.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso? 

Tal vez Ana Karenina de Tolstoi. Si algo logra dicho maestro es generar un mundo a partir de esa subjetividad. La mente de Ana es un mundo. Eso me ha permitido crear lo mismo a Celeste Ramírez que a Cuitláhuac. Yo concuerdo con Lev: el universo ruso acontece desde la mirada de Ana.

  

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

Publiqué mis primeros cuentos a los 13 años en el periódico Voces de la noche de la ciudad de Puebla, donde nací. Por desgracia, mi madre no guardó esos ejemplares pero yo conservo los originales a máquina. Uno de esos relatos, la leyenda familiar de “las abejas” junto al río Papaloapan contada por mi abuela, me marcó; tal como sucedió con García Márquez, a mí lo sobrenatural me viene de familia y es natural como el propio acto del habla.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

Nada diferente. De hecho planeo meter ese texto a mi próxima obra como un ejercicio de un cuento dentro de una novela. El paso del tiempo no puede borrarse.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

No escribir una sola línea antes de que el volcán haga erupción. Suelo pensar en mis personajes como personas y en mis tramas como historias impostergables. Pero las contengo en un dique hasta que el río se desborda y entonces llega el proceso de escritura como torrente cuyo cauce hay que corregir tarde o temprano. Soy muy nocturno. Leo en el día, escribo en la noche. Ese es mi estado natural. No siempre se puede, pero me significa el paraíso.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Sucedió al resultar finalista en 2012 del Premio Letras Nuevas de editorial Planeta con mi primera novela Las mujeres matan mejor, publicada en el 50 aniversario de Joaquín Mortiz (2013), y reeditada en 2021 por Booket. Para entonces ya había publicado varios cuentos en antologías pero el que apareciera un “joven escritor” de 38 años supongo que llamó la atención pues llevaba tiempo trabajando en mi estilo en talleres con autores como Pablo Soler Frost, Eduardo Antonio Parra, Luis Humberto Crosthwaite y Daniel Sada, pero sobre todo porque para entonces ya había dado clases de literatura en el Claustro de Sor Juana, en el Tec de Monterrey y ganado la beca de la Escuela Mexicana de Escritores y del Centro de Lectura Condesa del INBA, además de estudiar letras en la UNAM. Luego gané el Premio Guillermo Rousset Banda y una mención honorífica en el Premio Sor Juana, pero en todos esos casos, yo llevaba dos décadas dedicado a escribir. Publicar sólo fue una consecuencia de esa pasión.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Igual que ahora: anhelando nuevos lectores, compitiendo contra las narrativas de las plataformas digitales y publicando en papel, como uno de los pocos vestigios del pasado humano en un mundo casi virtual.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

Sí. Ya sucedió con la sorprendente reedición de Las mujeres matan mejor en libro de bolsillo, ya que se trata de una novela sobre narcotráfico. Ni este tema desapareció, ni pasó “de moda” y mucho menos generó más violencia, como adujeron en su momento. Su reedición abona a una tradición que tiene más de medio siglo en la narrativa de nuestro país y que es por completo desconocida por los ojos inmediatistas de la crítica literaria. Lo mismo sucederá con la idea estructuralista de lo fantástico, con la ucronía de la Conquista y con el tema de la memoria: el tiempo dirá si tienen vigencia.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

Ninguno: que se diga que escribí lo que quise, que quisieron olvidarme pero no pudieron y que el tiempo dictó la última palabra.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración? Que sea fiel a sus obsesiones, a su neurosis y a su vocación. Que recuerde que el peor mal del mundo es el olvido.


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