OBRA EN EL CIBERESPACIO: FUEGOS EXPERIMENTALES

 


Como he mencionado ya en algunos foros y entrevistas, comencé a escribir porque el hábito de leer, legado de mi abuelo, me impulsó a querer contar mis propias historias, jugar con la melodía de las palabras, decir al mundo algo que sentía en la mente y el corazón como importante. 

Comencé con poemas, algunos los logré publicar en periódicos locales o en revistas de la escuela, otros los conformaba en plaquettes y fanzines que fotocopiaba y repartía entre conocidos y desconocidos. Nunca fui, al menos en ese periodo joven de mi vida, muy fijado de la crítica o de lo que pudieran pensar de mí o de mi escritura, al fin mi interés radicaba en leer, escribir y hacer leer. 

Es verdad que también siempre he sido tímido en lo social y la lectura y escritura siempre han sido mi manera de interactuar con los otros, de franquear esa barrera. 

También, como a los diecisiete años mi poesía se tornó mística, volcada hacia una divinidad que interrogaba mi alma. En ese momento dejé de mostrarla al mundo y hasta ahora, salvo algunas excepciones lúdicas (haiku en particular), no he vuelto a publicar poemas ni enviarlos a ninguna revista, seminario, coloquio o premio. 

Por otro lado, comencé a los quince escribiendo cuento, quizá un año antes. Los primeros cuentos que escribí, y que pude conservar —porque hubo entre tres y cuatro que perdí para siempre en alguna mudanza o limpieza de cuarto— los hice imprimir y fotocopiar dentro de una revista-fanzine que hacía en conjunto con Olivier Kowardzyk, un amigo de la escuela, (yo escribía, él ilustraba). 

Algunos de los fanzines que conservo


De estos documentos he retomado mis cuentos y los he transcrito en este documento digital que he llamado retrospectivamente: Fuegos Experimentales.

Espero su lectura benévola y perdonen mi terrores juveniles y mis carencias estilísticas. Que sus lecturas sean felices.

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