POÉTICAS PERSONALES: CÁSTULO ACEVES

 


Cástulo Aceves estudió para ser ingeniero, específicamente de computadoras, pero el destino, sin embargo, lo llevaría por otros derroteros que lo han traído a mi atención.

Nos emparentan algunas cosas que debo señalar: Guadalajara, él por nacimiento y yo por herencia paterna (aunque más bien de Cañadas de Obregón mudados a la capital) y una lectura variopinta de los géneros y los subgéneros literarios, que van del realismo al noir, de la fantasía a la ciencia ficción, pasando, quizá por el thriller y cómic. 

También, y esto me maravilla porque pasa con mayor frecuencia cada vez, esas afinidades electivas, nos emparenta el ímpetu de escribir también de forma variada, explorar las historias y el lenguaje, buscar una voz literaria propia y nueva, provocar una sonrisa.

Le conozco dos obras de las que trataré brevemente a continuación.

Mi primer acercamiento a su obra fue con una novela: Novecientos noventa y nueve, título por demás atractivo y que, espero no equivocarme, hace alusión a la novela 2666 de Roberto Bolaño, autor al que Cástulo es aficionado serio. La portada también genial, con esa estética de Sin City de Frank Miller hecha por Armando Ordóñez.

La novela es corta, emparentada con la ficción policiaca del tipo hard-boiled. Aunque si bien ostenta esa simiente, su escritura es lúdica y recurre al humor negrísimo y ácido que puede, a ciertos lectores en los que me incluyo, provocar un ataque de hilaridad que nos deja gustosos por su lectura.

No recuerdo quién me regaló ese librito en la navidad de 2019, pero sí recuerdo que me dijeron que era como la novela de Enrique Serna El miedo a los animales

Y si bien Cástulo usa precisamente un epígrafe de Serna y trata también de una serie de asesinatos en el mundo de los escritores, con el contexto agregado de la FIL-Guadalajara, creo que la comparación acaba ahí. 

A mí parecer, la novela es una crítica al star-system que sucede en varios ámbitos del mundo cultural, como puede ser Hollywood o la trastienda literaria, con sus superestrellas y sus abandonados, descartados por un sistema que no recompensa lo que no produce ganancia monetaria pronta y caudalosa. Cástulo toma a Bolaño como eje rector de esta reflexión, su ascenso vertiginoso a las cumbres etéreas del best-seller, su fichaje, casi deportivo, por el chacal Andrew Wylie, el agente de agentes, que lo llevó de Anagrama a Alfaguara, todo tutelado por una mítica reinvención que pasa del guerrillero libertador al hippie letrado estilo Jim Morrison, al erudito enciclopedista de Blanes que vela por sus hijos. Todo ese trayecto provocó una tormenta (¿tormentita?) en el mundo de las letras hispanoamericanas y acercó a muchos lectores que no conocían su obra, pero enajenó a muchos de sus lectores iniciales. Se ganó algo, dinero, pero se perdió algo, literatura.

La otra obra que le conozco es un cuento: Actaeon, que trata del voyeurismo, la venganza y el sexo. Es un cuento fragmentando, no lineal, compuesto por pequeñas viñetas (casi una estructura de la historieta gráfica) que es sumamente melancólico por la soledad de sus personajes. El título, supongo, hace alusión a Acteón, nieto de Apolo, que transgrede con la mirada a Artemisa, y por lo cual es merecedor de un castigo: su transformación en ciervo. 

El cuento lo pueden leer traducido al inglés aquí, que fue donde de hecho lo encontré.

Como siempre, me gustaría que ustedes tuvieran la oportunidad de conocer más su obra, realmente vale mucho la pena y pinta para algo importante.

Que sus lecturas sean felices. 

¿Cómo fue tu descubrimiento de la lectura y de los libros?

Mi descubrimiento de la lectura es relativamente curioso. No vengo de una familia lectora, por el contrario, mi abuelo era comerciante al igual que es mi padre. En la familia de mi madre vivieron siempre con precariedad y la urgencia de lo indispensable no daba paso a los libros. Sin embargo, mi abuelo paterno gustaba de coleccionar enciclopedias, viéndolas más como una inversión que como una fuente de cultura, y pasó a mi padre esa idea. En mi niñez ya había un par de libreros donde podían verse, desde enciclopedias generales, a temáticas y algunas específicas sobre los intereses de mi padre. Mis primeras lecturas vinieron gracias a La enciclopedia Salvat, a La enciclopedia Salvat de la fauna o El nuevo tesoro de la juventud, entre otras. Recuerdo entre brumas haber leído historias, cuentos resumidos, leyendas y, por supuesto, descripciones científicas de varias especies de animales. Dado que me llamaban la atención, de vez en cuando me compraron algún libro cuando se presentó la oportunidad. Recuerdo un libro sobre dinosaurios que prácticamente deshice de tanto leerlo, me gustó tanto que hasta los seis o siete años decía que quería ser paleontólogo; también un libro llamado De la tierra a Marte de editorial Disney, que era un acercamiento científico de cómo se podría llegar al planeta rojo; incluso recuerdo algún libro con historias clásicas adaptadas a lenguaje infantil. Ya en la adolescencia empecé a coleccionar comics de El hombre Araña y Batman, los cuales, tristemente, se perdieron en una mudanza.

 

¿Cuál dirías que fue la razón principal que te convirtió en lector?

Mis padres tienen un acuario y, básicamente, pasábamos las tardes atrás del mostrador, por lo menos así fue la primera década de mi vida. Necesitábamos pasar el día en actividades que nos permitieran estar quietos y, para mí, eso fue la lectura. No supe en qué momento, pero era una forma de imaginar y viajar más allá de ese rincón donde pasábamos las tardes del año. Claro, también teníamos una televisión y, años después, videojuegos, pero yo encontré en la lectura una forma de libertad.

 

¿Recuerdas qué te atrajo del primer libro leído por elección propia?

No recuerdo cuál fue el primer libro que leí por elección, pasé de las enciclopedias de mis padres, y aquellos que me compraron en mi niñez, a sacar libros de “Elige tu propia aventura” de la biblioteca de mi secundaria. Sin embargo, sí hubo un proceso que me fue significativo. Para cuando llegué a la preparatoria yo había jugado un par de videojuegos de la serie de Final Fantasy, un RPG  que está inmerso en un mundo de fantasía. Yo sabía que, antes que lo digital, debía haber libros con ese tipo de historias que los inspiraron. Sin embargo, todos los maestros a los que pregunté me recomendaron leer libros de mitología o de caballerías. Recuerdo haber leído varios, pero no era lo que buscaba, Entonces un amigo me recomendó leer El Señor de los Anillos y la saga de El mago de Terramar. Justo por esas fechas asistí a una Feria del Libro yo sólo por primera vez y gasté mis ahorros en comprar tanto El Hobbit como las dos sagas que me recomendaron. Aunque yo no suelo escribir fantasía heroica, esas lecturas me llevaron al terreno de la literatura.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para leer?

Mis hábitos, más que rituales, para la lectura, han cambiado mucho con los años. De unos años para acá, ante el aumento de responsabilidades tanto en el trabajo y como en casa, me han llevado a leer siempre como emergencia, arrancando minutos a la hora de la comida o algún momento de calma el fin de semana, desvelándome cuando me es posible o cuando hago algún viaje. Además, tengo ya varios años que, cuando hago ejercicio o alguna tarea repetitiva en casa o el trabajo, escucho los libros mediante aplicaciones que convierten el texto a voz. Me costó al principió acostumbrarme a la monótona voz de computadora, pero me he acostumbrado y es una forma de siempre estar avanzando con las lecturas. Aunque es un hecho que no todos los libros son “escuchables”.   

 

¿Qué lees ahora y qué te llevó a elegir dicho texto?

Soy de las personas cuyas lecturas son un caos, que empiezan un libro sin terminar otro. Además, hay libros que voy leyendo de a poco, sin demasiada prisa. Tengo empezada la novela Poeta chileno de Alejandro Zambra, y leo poco a poco Contar es escuchar de Ursula K. Le Guin. Recién terminé Al final del miedo de Cecilia Eudave. Ya me están esperando Una edad difícil, de Anna Starobinets, por recomendación de una querida amiga a quien siempre hago caso; y he estado buscando por todos lados el libro Tabaco para el puma de Juan Hernández Luna, que me recomendaron para ayudarme en una novela que estoy escribiendo. Posiblemente empiece con Yodo del mismo autor.

 

En tu formación como escritor, ¿qué libro/escritor ha tenido mayor influencia en tu obra y por qué?

He pasado por varias etapas: de Tolkien a Dostoievski, de allí a Cortázar, después descubrí a William Gibson y Phillip K Dick, después leí cuanto pude de Quim Monzo y de Paul Auster. Como cuentista adoré un par de libros de Carver. Me deslumbré con Eduardo Antonio Parra y Toscana. Finalmente di con Bolaño y de sus referencias llegué a Villa Matas. No sé si puedo decir que Roberto Bolaño es el autor que más me ha influenciado, por lo menos del que más libros he leído. Precisamente lo que pasó con su figura me llevó no solo a, normalmente, no admitirlo en público, sino a escribir mi novela Novecientos Noventa y Nueve donde me burlo tanto del fanatismo como de la animadversión que despertó, y por supuesto, de mí mismo. En la última década he leído cuanto he podido de novela negra (en lo literario) y de criminalística (para apoyarme en la construcción de mis últimos libros).

 

¿Cómo te decantaste por el género favorecido por ti a la hora de escribir?

Durante mis primeros años como escritor y tallerista, procuraba tanto escribir narrativa como poesía. Sin embargo, llegó un momento en que me di cuenta de mi crecimiento como autor en la primera, mientras que en la segunda no tenía idea, eso me decantó definitivamente por ser un narrador. En mis cuentos he escrito tanto realismo, como género negro y fantástico, incluso un poco de ciencia ficción (que es de mis favoritos para leer, pero por alguna razón no le he dedicado más que unos pocos cuentos). En cuanto a extensión, he probado desde la minificción (tengo un libro inédito) hasta la novela corta.

 

¿Qué personaje literario ha marcado tu construcción de personajes y cómo ha sido eso?

Si algún personaje me ha marcado no soy muy consciente de ello. Basado más en lo que me han dicho colegas al leer mis textos que en una intención, mis personajes suelen ser seres rutinarios, incluso anodinos, que por distintas razones se ven arrojados a situaciones “límite”. El cómo reaccionan suele ser mi parte favorita al construir un relato.

 

¿Cómo sucedió la escritura de tu primer texto?

Platica mi madre que de niño empecé a escribir pequeños cuentos y poemas. Honestamente, no lo recuerdo y no hay evidencias, por lo que es probable que quede como anécdota. El primer cuento del que fui consciente fue gracias a que una maestra de la materia de literatura, en la preparatoria, nos indicó que si entregábamos textos literarios nos subiría puntos. No recuerdo en qué me basé, pero mi primer relato trata de un griego que, usando tecnología de la época, construyó el primer cohete para ir a la luna. Por supuesto, después de que se perdió en el cielo nadie supo si llegó o no. A partir de allí empecé a escribir poemas y cuentos solo para ganar puntos, al principio, y terminó gustándome mucho.

 

Si pudieras reescribir tu primer texto, ¿qué harías diferente/igual y por qué?

No sé si tendría caso reescribir esos primeros textos, pero sí que me encantaría reescribir mi primer libro. Creo que en ese entonces me faltaba madurez y una voz propia para narrar.

 

¿Tienes algún ritual/preferencia/técnica específica para escribir?

Ritual no necesariamente, pero debido a la vida familiar y laboral, solo me es posible escribir de noche. Así que me he acostumbrado al silencio, a tomar café al empezar y a tratar de terminar borradores a pesar del mareo que llega a ocasionar el sueño, para revisarlos y corregirlos en las pocas oportunidades que me da el trabajo al día siguiente, ya más despabilado.

 

¿Cómo sucedió tu ingreso al mundo editorial?

Mi primer libro es más una anécdota que otra cosa. Gané un concurso dirigido a escritores jóvenes de menos de 25 años, en la categoría de narrativa. Lo organizaba un partido político, que no nombraré, y el premio era la publicación. Sin embargo, lo que al principio anunciaron como un tiraje de 1000 ejemplares por género, terminó en solo 100, donde iban en el mismo libro tanto mis cuentos como las poesías del otro ganador. Solo nos dieron 10 ejemplares a cada uno y los 80 restante los usaron “para promoción cultural”. Nunca supe de nadie que lo leyera. Por fortuna, la edición estuvo a cargo de la, en ese entonces, joven editorial Paraíso Perdido. El editor Antonio Marts después me invitó a publicar el que sería mi segundo libro de cuentos Los nombres del juego y se volvió mi casa. Hace una década me uní como editor, ayudando en lo que puedo y siendo parte del comité editorial cuando me es posible.

 

¿Cómo imaginas el mundo de la edición en los siguientes años?

Creo que la pandemia cambió muchas de las dinámicas en el mundo editorial. Las librerías fueron muy afectadas, las editoriales (sobre todo las independientes, que suelen sufrir en el tema de la distribución) necesitaron llegar a los lectores por vías más directas y la ausencia de ferias modificó tanto las ventas como la idea que teníamos de charlas (y presentaciones de libro). No sé si realmente volveremos a una normalidad, y si lo hacemos, qué tan acotada estará por la pandemia en el futuro. Me queda claro que, a pesar de todo, la gente seguirá escribiendo y siempre habrá lectores. Necesitamos reforzar la figura del “autor” pero también, los escritores, profesionalizarnos. Al contrario de lo que se pensaba, si bien hubo un gran auge del libro electrónico, el libro en papel perdura, y lo seguirá haciendo, como objeto de fascinación y colección. Yo espero que no todo se vuelva “historias del covid”, pero sí creo que poco a poco permeará la narrativa, muchas veces en detalles que parecerán intrascendentes pero que serán necesarios para la verosimilitud.

 

Dadas las posibilidades editoriales futuras, ¿crees que tu propia obra tendrá un cambio sustancial en sus perspectivas/alcances?

No creo que sustancial, pero en mis futuros relatos y novelas definitivamente tendré que decidirme por hacer una historia pre-pandemia o post-pandemia, para llevar la verosimilitud de lo que hacen los personajes. No creo nos sorprenda empezar a ver detectives con cubre bocas que hagan juego con la gabardina y el sombrero fedora, o ciencia ficción sobre la imposibilidad de volver a respirar aire sin la preocupación de estar siendo contagiado.

 

¿Cuál quisieras que fuera tu legado en la literatura?

Hace años que me quedó claro que no podría escribir tanto como quisiera, así que procuro que, por lo menos lo que escribí recientemente, lo que escribo y lo que venga, esté bien trabajado, analizado y que, desde el punto de vista formal, esté bien escrito. Ojalá también logre divertir y llevar a la reflexión a mis lectores, sobre todo siempre he procurado que no suelten el libro, mantener el interés me parece primordial. Finalmente, creo que me daré por bien servido si logro arrancar una sonrisa.

 

¿Qué le recomendarías a un autor que apenas comienza y que te ve como inspiración?

Primero, repito el consejo que he leído y me dieron hasta el cansancio, que lean mucho, pero sobre todo, que lean lo que su interés y temática les vaya llamando. No soy fan de los cánones ni de las listas imprescindibles. Por otro lado, que escriban aquellas historias que resuenen en su imaginación, que se vayan poniendo retos temáticos, estilísticos o de construcción, que escriban lo que puedan y cuando puedan (porque la vida a veces no nos deja, porque siempre habrá alguien más prolífico o rápido o inspirado), pero que no dejen de escribir ni de sorprenderse a sí mismos. También que no tengan tanta prisa por publicar, sino por trabajar sus textos y recibir retroalimentación de amigos, colegas o talleres. Yo creo que los mejores textos siempre vienen después de la edición, de las relecturas y la reescritura. Finalmente, que no se abrumen con la búsqueda de fama, reconocimiento o lectores. La vida y la literatura siempre han tenido formas curiosas de suceder y recompensar el trabajo, sobre todo hay que sentarse a leer y a escribir. 


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